Actividad Científica del Dr. Bernardo Ebrí

Los interesados en poder descargar publicaciones médicas científicas del Dr. Bernardo Ebrí Torné, pueden hacer "clic" en

https://www.researchgate.net/profile/Bernardo_Ebri/stats

Para descargar el programa informático para el cálculo de la Edad ósea en niños, guía explicativa como usarlo, sobre la radiografía de mano izquierda, y luego poder predecir la talla adulta del niño (niños de 0,5 años a 20); específicos programas para niños de 0 a 4 años a través de la radiografía de mano y de pie) (En español y lengua inglesa),publicaciones a este respecto, libro sobre Maduración Esquelética etc.,.., introducirse en la siguiente web: www.comz.org/maduracion-osea
Se abrirá el portal al hacer "clic" y allí, se encuentra toda la información, con posibilidad de descarga.
El método esta siendo utilizado por pediatras, radiólogos, de España, Italia, México, Venezuela...
Comentarios en https://sites.google.com/site/doctorbernardoebri/prueba


Salmos 91:4 y 46:1. El amor de Dios

Salmos 91:4 y  46:1. El amor de Dios
"Pues te cubrirá con sus plumas y bajo sus alas hallarás refugio. ¡Su verdad será nuestro escudo y tu baluarte". "Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia"

Thursday, May 7, 2009

Bernard Nathanson: “He sido un asesino en serie” Fue denominado “El rey del aborto”

04/05/2009 | Gonzalo Altozano. Albadigital
Bernard Nathanson en su casa de Nueva York. // Foto: Gonzalo Altozano
No ocurrió así, pero tras los atentados del 11-S Nueva York bien pudo haber amanecido empapelada con carteles de Bernard Nathanson y el jefe de Al Qaeda y debajo de sus retratos este texto: “Uno de estos hombres es responsable de la muerte de 75.000 personas. El otro se llama Osama bin Laden”. La comparación difícilmente molestará a Nathanson, que no ha dudado en compararse con el jerarca nazi Adolf Eichmann. Pocos norteamericanos como Bernard Nathanson han trabajado tan duro para hacer del aborto un derecho constitucional. Por su labor de agitador y propagandista (en 1969 fue cofundador de la Asociación para la Revocación de las Leyes contra el Aborto) lo bautizaron ‘el rey del aborto’.Pero no sólo por eso lo llamaron así, también porque en el dorso de su juramento hipocrático (es doctor en Medicina por la Universidad McGill, Canadá) hay 75.000 muescas, una por cada aborto dirigido, la mayoría en el Centro de Salud Reproductiva y Sexual de Nueva York, del que fue director de comienzos de 1971 a finales de 1972. Tras su salida de la siniestra clínica pasó a ser jefe del servicio de Obstetricia en el hospital St. Luke’s. Nathanson atribuye a la Providencia y no a la casualidad que su llegada al hospital coincidiese con la instalación de una nueva tecnología: los ultrasonidos. “Por primera vez, podíamos ver el feto humano, crear un vínculo con él y quererlo”, recuerda.
Los ultrasonidos atiborraron de dudas al ‘rey del aborto‘. “Seguí practicando abortos por motivos que consideraba justificados, como eran la violación o el incesto. Pero las tensiones morales iban creciendo hasta hacerse insoportables. En 1979 hice mi último aborto. Había llegado al convencimiento de que, fueran cuales fuesen las circunstacias, el aborto era un crimen”. Es entonces cuando ingresa en las filas pro vida. Años después se convertiría al catolicismo. Todo esto lo cuenta Nathanson en La mano de Dios, su apasionante testimonio, un libro de capítulos con títulos como puñetazos. Pero el libro fue publicado en 1996 y en sucesivas ediciones apenas se ha actualizado, con lo que eso significa de vacío biográfico.
Hoy, Bernard Nathanson vive con su mujer, Christianne (una bailarina de ballet más joven que él), entre Virginia y Nueva York. Es en su apartamento de Manhattan, en un edificio a orillas del Hudson, con toldo en el portal y conserje con la dirección bordada en la chaqueta del uniforme, donde tiene lugar la entrevista. A los que conozcan a Nathanson por la versión en castellano de El grito silencioso -documental presentado por él mismo y en el que se muestra el despedazamiento de un feto de doce semanas- quizás les llame la atención su voz, grave y pausada, nada parecida a la del doblador, tan de factoría Disney. Y hablando de vídeos y doblajes, da comienzo la entrevista.
-Circula por internet un vídeo doblado al español en el que usted se presenta ante el público de una conferencia como un asesino en serie. ¿Se considera tal o se trata de una licencia del doblador?
-La frase seguramente fuera mía. Si se piensa en frío, eso, asesino en serie, es lo que era cuando practicaba abortos. Claro que entonces no me hubiera definido así, entonces estaba convencido de que lo que hacía era por el bien de las mujeres. Por eso no me siento culpable, lo que no significa que no esté arrepentido.
- Su autobiografía, La mano de Dios, acaba en la cripta de la catedral de San Patricio, el 9 de diciembre de 1996, fecha en que el cardenal O’Connor le administró el sacramento del Bautismo.¿Qué ha sido de su vida estos años?
-He viajado por todo el mundo (América Central y del Sur, islas Filipinas, Australia, Nueva Zelanda, España…) dando charlas sobre el aborto. Hasta que hace un par de años comenzaron a fallarme las piernas y me diagnosticaron un cáncer. Ahora leo mucho, escribo algo, despacho la correspondencia y procuro ir a la iglesia, aunque a veces tiene que ser el cura el que viene a casa.
-¿Qué lee y de qué escribe?
-Cosas sobre aborto, fundamentalmente.
Tiene Nathanson una de esas bibliotecas que radiografían la vida y el alma de sus propietarios. Efectivamente, hay tomos y tomos sobre el aborto. Pero también están (al alcance de la mano, pues sólo con mucho esfuerzo Nathanson puede levantarse de su silla de ruedas) los autores que leyó durante su proceso de conversión: san Agustín, Merton, Muggeridge, Stern… También está Sigmund Freud, ya que antes de dejarse llevar por la mano de Dios, Nathanson fue un “judío superficial” que probó toda suerte de “remedios seculares”: alcohol, barbitúricos, libros de autoayuda y, por supuesto, psicoanálisis.
-¿Qué diría Freud de su relación con su padre?
-Que era una relación muy complicada. Él era un hombre extraordinario. Yo lo amaba y, al mismo tiempo, lo odiaba. En parte configuró mi carácter e inculcó en mí el interés por el aborto, entre otros asuntos.
A los que se asoman a su vida Nathanson les ruega “encarecidamente” que tengan en cuenta el -mal- ambiente familiar en que se crió: un hogar donde habitaban el odio y el cinismo, un padre terrible, una madre anulada y una hermana, Marion, que terminaría suicidándose. Nathanson fue un niño atormentado, y un adolescente y joven solitario, a su bola, cómodo en el mundo de los libros y las ideas, exitoso
con las mujeres, de escarceo en escarceo (siempre llevaba en la cartera un condón), que mendigaba amor y luego lo despreciaba.
-Una de las cosas de las que más se lamenta en sus memorias es no haberle prestado atención a su hijo, Joseph, cuando éste era niño. ¿Qué tal se llevan hoy?
-¡Oh, muy bien! Cena con nosotros una vez a la semana. Después de cenar, nos sentamos y hablamos. Cuida de mí y se lleva muy bien con mi mujer, que no es su madre. Y la madre de Joseph también se lleva muy bien con mi mujer. Porque yo he estado casado cuatro veces, ¿sabe? Tres de ellas antes de mi conversión al catolicismo. A mediados de los sesenta, entre un matrimonio y otro, Nathanson dejó embarazada a una mujer. No sólo la empujó a abortar, sino que le ofreció -gratis- sus servicios. La respuesta a qué sintió tras abortar a su hijo la da Nathanson en sus memorias: ni tristeza, ni arrepentimiento, ni remordimiento, sino el orgullo de la propia pericia, la satisfacción por el trabajo bien hecho. Es aquí cuando Nathanson no duda en compararse con el jerarca nazi: “Lo que yo sentía debía de ser algo muy similar a la inflada satisfacción de Adolf Eichmann viendo sus trenes cargando judíos hacia los campos de exterminio”.
El interés de Nathanson por el aborto lo comparte, en un sentido u otro, con millones de norteamericanos; tanto es así que fue uno de los asuntos que recientemente debatieron los ocho candidatos demócratas a la Casa Blanca. Y luego está la decisión del Tribunal Supremo, que prohíbe el aborto por nacimiento parcial, la primera victoria de los pro life en años. Del histórico fallo se entera Nathanson por teléfono y en mitad de la entrevista. Al colgar, no puede disimular una expresión de euforia contenida en su cara.
-¿Buenas noticias?
-¡Oh, sí, gratificantes! Era mi amigo el padre Richard Neuhaus, editor de la revista First Things. Llamaba para preguntar qué tal y para contarme algo que aún no ha salido en los periódicos: el Supremo ha declarado conforme a la Constitución la ley de 2003 que prohíbe el aborto por nacimiento parcial. ¡Hemos ganado por cinco a cuatro! (Anote que los cinco jueces que han votado a favor son católicos). Es una buenísima noticia,
un paso adelante.
-Parece que con Bush se están dando más pasos en contra del aborto que con Clinton, lo cual no es difícil.
-Bush es un presidente antiaborto, pero muchos de los burócratas deWashington no, así que el hombre no puede hacer más de lo que hace. A George Bush se le odia por la Guerra de Irak, pero también por su postura sobre el aborto. Antes incluso de lo de Irak, muchos liberales [en Estados Unidos liberal significa izquierdista] no se fiaban de él por eso.
-Y usted, ¿qué piensa de la guerra?
-Mire, yo soy un pro vida total: estoy en contra del aborto, la eutanasia, la pena de muerte y la guerra.
-Aquí, en su país, el aborto desata pasiones, ¿no?
-No tantas como Irak. Aunque una vez solucionado aquello, el aborto volverá a ocupar gran parte del debate público.
-Tiene escrito que el aborto puede conducir a Estados Unidos a una guerra civil.
-Suena fuerte, lo reconozco, pero así lo creo. Si el Tribunal Supremo diera la vuelta a la sentencia Roe vs.Wade y cada estado pasase a tener la competencia legislativa sobre el aborto, ocurriría que algunos estados lo permitirían y otros lo prohibirían. Podría pasar lo que en el siglo XIX con la esclavitud: que los que estaban en contra querían que los que estuvieran a favor estuviesen en contra y al revés, lo que condujo a una guerra civil. ¡Ojo! No digo que vaya a pasar con el aborto, digo que puede pasar. El aborto tiene ese potencial.
-¿Qué le parece la iniciativa de Sam Brownback de que a las mujeres que quieran abortar se las obligue antes a ver una ecografía de su hijo?
-La idea de Sam Brownback, que hace un año estuvo aquí en mi casa entrevistándose conmigo, me parece muy buena. Yo ya escribí sobre ella en 1983 basándome en un estudio de dos profesores de Chicago. Según este informe, está comprobado que si una mujer entra en una clínica abortista y se le enseña una ecografía de su bebé, hay nueve posibilidades contra una de que cambie de opinión.
Para nada está insinuando Nathanson que haya sido él quien iluminó en este punto al también católico converso Sam Brownback, primer republicano que ha hecho pública su intención de habitar la Casa Blanca cuando Bush la abandone el próximo noviembre. Porque Nathanson -es la impresión que da- es un hombre humilde, alguien nada acostumbrado a darse importancia. Se le nota en las entrevistas: no está cómodo hablando de sí y al primer descuido cambia el papel de entrevistado por el de entrevistador. Si es pudoroso hablando de su vida pública, lo es dos veces más hablando de la interior. Pero lo escueto de sus respuestas no resta un tanto así de interés -más bien al contrario- a una de las historias de conversión más apasionantes del siglo XX: la suya.

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