Homilía del
papa Francisco en santa Marta 20 marzo 2014
Del pobre Lázaro sabemos el nombre, del rico de
púrpura no. ¿Tengo un nombre o me llamo yo, me, conmigo, para mí, solamente yo?
El hombre que confía en sí mismo, en las propias
riquezas en las ideologías está destinado a la infelicidad. Sin embargo, quien se fía del Señor da frutos también
en el tiempo de la sequía. Es la idea que el Santo Padre ha desarrollado esta
mañana en la homilía de Santa Marta.
"Maldito
el hombre que confía en el hombre" y "el hombre que confía en
sí mismo": será como "un arbusto en el desierto",
condenado por la sequía a permanecer sin frutos y a morir. A partir de la
primera lectura, el papa Francisco ha recordado sin embargo "bendito el
hombre que confía en el Señor" porque "es como un árbol plantado
junto a un arroyo" que en tiempo de sequía "no deja de producir
frutos". El Papa ha
afirmado que "solamente en el Señor está nuestra confianza segura. Otras
confianzas no sirven, no nos salvan, no nos dan vida, no nos dan alegría".
Reconoció
entretanto que "nos gusta confiar en nosotros mismos, confiar en ese
amigo o confiar en esa situación buena que tengo o en esa ideología" y en
esos casos "el Señor queda un poco de lado". El Pontífice ha
recordado que el hombre, así actuando se cierra en sí mismo "sin
horizontes, sin puertas abiertas, sin ventanas" y entonces "no tendrá
salvación, no puede salvarse a sí mismo". El Papa ha explicado que esto es
lo que le sucede al rico del Evangelio: "tenía todo: llevaba vestidos de
púrpura, comía todos los días, grandes banquetes". Estaba muy contento
pero, no se daba cuenta de que en la puerta de su casa, cubierto de llagas,
había un pobre. El Papa ha
subrayado que el Evangelio dice el nombre del pobre: se llamaba Lázaro.
Mientras que el rico no tiene nombre.
Francisco ha afirmado que "esta es la maldición
más fuerte del que confía en sí mismo o en las fuerzas, en las posibilidades de
los hombre y no en Dios: perder el nombre. ¿Cómo te llamas? Cuenta número tal,
en el banco tal. ¿Cómo te llamas? Tantas propiedades, tantos palacios,
tantas... ¿Cómo te llamas? Las cosas que tenemos, los ídolos. Y tú confías en
eso, y este hombre está maldito".
El Pontífice
ha subrayado que todos nosotros tenemos esta debilidad, esta fragilidad de
poner nuestras esperanzas en nosotros mismo o en los amigos o en las
posibilidades humanas solamente y nos olvidamos del Señor. Y esto nos lleva al
camino... de la infelicidad.
Y así lo ha
explicado: "Hoy, en este día de cuaresma, nos hará bien preguntarnos: ¿dónde está mi confianza?
¿En el Señor o soy un pagano, que confía en las cosas, en los ídolos que yo he
hecho? ¿Todavía tengo un
nombre o he comenzado a perder el nombre y le llamo 'Yo'? ¿Yo, me, conmigo,
para mí, solamente yo? Para mí, para mí... siempre ese egoísmo: 'yo'. Esto no
nos da la salvación".
Pero al
final hay una puerta de esperanza, ha indicado el Santo Padre, para cuantos
confían en sí mismo y "han perdido el nombre".
Francisco ha
concluido recordando que "al final, al final, al final siempre hay una
posibilidad. Y este hombre, cuando se da cuenta que había perdido el nombre,
había perdido todo, todo, alza los ojos y dice solo una palabra: 'Padre'.
Y la respuesta de Dios es una sola palabra: '¡Hijo!' si algunos de nosotros en la vida, de tanto tener
confianza en el hombre y en nosotros mismo, terminamos por perder el nombre,
por perder esta dignidad, todavía hay la posibilidad de decir esta palabra que
es más que mágica, es más, es fuerte: 'Padre'. Él siempre nos espera para abrir
la puerta que nosotros no vemos y nos dirá: 'Hijo'. Pidamos al Señor la gracia
que a todos nos dé la sabiduría de tener confianza solamente en Él, no en las
cosas, en las fuerzas humanas, solamente en Él".
Fuente:
zenit
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