Existen dos clases de visión, la natural y la de la fe. Con la natural se ve únicamente a la altura de tu propia anatomía, con la otra se divisa más.
Una ve con criterios estrictamente temporales, desde la superficialidad de las cosas, olvidando que el ser humano tiene además de una dimensión física-emocional, una vertiente espiritual, que hay que valorar y respetar, aunque no sea aceptada esta por muchas personas.
Sale a cuenta esto, referente a la opinión que algunos tienen acerca de la Iglesia. Concretamente me refiero a los periodistas de la mañana de la uno de televisión española. Comentaron viendo imágenes del Vaticano, que si a la Iglesia le quitaran la pompa y las ceremonias dejaría de existir, que ellos han sido los que la han mantenido durante dos mil años. ¡Ahí queda eso!: el comentario de calidad, de una visión chata y roma.
Hay varios defectos de miopía en esta visión. La Iglesia no puede reducirse al Vaticano edificio, ni a su aspectos externos de tradiciones o ritos, sino a las piedras vivas que la forman a nivel de todos los continentes y que ejercen una labor caritativa y orante. Si fueran las pompas y ceremonias lo que hubiera sostenido la Iglesia durante dos mil años, ya haría muchísimo tiempo que no existiría, como así ha ocurrido con regímenes totalitarios e imperios que parecían eternos, como el imperio romano, español, soviético y otros tantos más aún vigentes en nuestros tiempos y que dejaran de existir, cosa que no ocurrirá con la Iglesia. ¿Y por qué? Sencillamente porque en la Iglesia permanece la figura del Espíritu Santo, que es el mismo Espíritu que nos dejó Jesús al ir a la casa del Padre. Y este mismo Espíritu permanece en cada sujeto bautizado en esa iglesia y que se encuentra en gracia de Dios. Solo así con esta asistencia continuada del Espíritu Santo, se explica la permanencia de la Iglesia a través de los siglos. Y todo ello a pesar de las debilidades humanas de muchos, de las deserciones de algunos, de las persecuciones a las que se han infringido a los cristianos lo largo de todos los siglos.
Pero para admitir estas cosas se requiere una visión de fe, aunque sus frutos sean tan evidentes, sobre todo en la labor abnegada de la Iglesia en sus misioneros, en su labor solidaria de caridad cristiana con los más débiles, los enfermos, los más pobres y desheredados de la fortuna. Esos son la riqueza de la Iglesia, como el mismo Papa Francisco acaba de decirnos.
Además, gracias a una fe consecuente y madura, hoy día la mayoría de los científicos ven coherente esa fe con la ciencia. De esta forma podemos reunir la doctrina cristiana como si fuera un trípode básico: oración, estudio y acción solidaria en la caridad. Esas, sí que han sido, como frutos del Espíritu, las que han mantenido a la Iglesia a lo largo de los siglos, y ello aun con debilidades humanas que no podemos omitir. Pero es que como dice las mismas Escrituras: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia” (Rm 5,20)
Bernardo Ebrí Torné
Sale a cuenta esto, referente a la opinión que algunos tienen acerca de la Iglesia. Concretamente me refiero a los periodistas de la mañana de la uno de televisión española. Comentaron viendo imágenes del Vaticano, que si a la Iglesia le quitaran la pompa y las ceremonias dejaría de existir, que ellos han sido los que la han mantenido durante dos mil años. ¡Ahí queda eso!: el comentario de calidad, de una visión chata y roma.
Hay varios defectos de miopía en esta visión. La Iglesia no puede reducirse al Vaticano edificio, ni a su aspectos externos de tradiciones o ritos, sino a las piedras vivas que la forman a nivel de todos los continentes y que ejercen una labor caritativa y orante. Si fueran las pompas y ceremonias lo que hubiera sostenido la Iglesia durante dos mil años, ya haría muchísimo tiempo que no existiría, como así ha ocurrido con regímenes totalitarios e imperios que parecían eternos, como el imperio romano, español, soviético y otros tantos más aún vigentes en nuestros tiempos y que dejaran de existir, cosa que no ocurrirá con la Iglesia. ¿Y por qué? Sencillamente porque en la Iglesia permanece la figura del Espíritu Santo, que es el mismo Espíritu que nos dejó Jesús al ir a la casa del Padre. Y este mismo Espíritu permanece en cada sujeto bautizado en esa iglesia y que se encuentra en gracia de Dios. Solo así con esta asistencia continuada del Espíritu Santo, se explica la permanencia de la Iglesia a través de los siglos. Y todo ello a pesar de las debilidades humanas de muchos, de las deserciones de algunos, de las persecuciones a las que se han infringido a los cristianos lo largo de todos los siglos.
Pero para admitir estas cosas se requiere una visión de fe, aunque sus frutos sean tan evidentes, sobre todo en la labor abnegada de la Iglesia en sus misioneros, en su labor solidaria de caridad cristiana con los más débiles, los enfermos, los más pobres y desheredados de la fortuna. Esos son la riqueza de la Iglesia, como el mismo Papa Francisco acaba de decirnos.
Además, gracias a una fe consecuente y madura, hoy día la mayoría de los científicos ven coherente esa fe con la ciencia. De esta forma podemos reunir la doctrina cristiana como si fuera un trípode básico: oración, estudio y acción solidaria en la caridad. Esas, sí que han sido, como frutos del Espíritu, las que han mantenido a la Iglesia a lo largo de los siglos, y ello aun con debilidades humanas que no podemos omitir. Pero es que como dice las mismas Escrituras: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia” (Rm 5,20)
Bernardo Ebrí Torné
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