La Fe es un regalo de Dios que el hombre en su libertad puede aceptar o no. Esta Fe es operativa si el hombre la acepta y va transformando a la persona a la imagen y semejanza del mismo Dios. El amor de Dios transforma al individuo mediante el don de la Fe y el hombre al corresponderla, hace que esta llegue a Dios como el surtidor de agua llega a la Vida Eterna como el mismo Jesús nos habla en el Evangelio de su encuentro con la samaritana. El hombre así transformado se incorpora a la Trinidad, presenta en cada hombre aunque escondida e ignorada por muchos.
Como afirmaba el Beato Juan Pablo II , esta comunidad de comunión facilita el poder ver al hombre como rostro de Dios y poder así aceptarlo en su cara menos amable, relativizar su lado oscuro y valorar así sus aspectos positivos, dándonos fuerza para trabajar solidariamente por el en su promoción como ser humano libre.
La libertad del hombre, también don de Dios, le permite aceptar el don divino gratuito de la Fe y permitir en consecuencia que esta pueda ser operativa en el y transformante.
El hombre que recibe tal don tiene también que compartirlo y difundirlo en la acción evangelizadora.
Como afirma San pablo, con ocasión o si ella, tenemos que hablar de Dios, máxime en estos momentos históricos donde la sociedad se encuentra en oscuridad y hambrienta de la luz de la Palabra Divina aunque no de muestras evidentes de ello.
Aceptando el dolor por Amor a Dios, el hombre lo transforma en Vida Eterna y se hace corresponsable con el mismo Hijo de Dios que dio su vida por nosotros aceptando sin rechistar el plan salvífico del Padre para la salvación del hombre.
Nada podrá apartarnos de su Amor, ninguna tentación, ninguna fuerza superior a la del hombre podrá apartarnos de Dios, porque en la debilidad del hombre surge la fuerza del mismo Dios. Si, nos pide aceptar su voluntad, y aunque en nuestra debilidad podamos resistirle, siempre triunfará su benéfica acción sobre nosotros. La esperanza elevada por el amor surge victoriosa. Sustentada en la humildad, acepta el claroscuro del Misterio, y la fe sustentada en su amor se manifiesta diáfana en lo más íntimo de la conciencia humana (Ser Esencial).
Al suprimir obstáculos, la humildad nos hace reconocernos pecadores. Ello nos faculta para seguir recibiendo esa fe que va consolidándose en nuestra conciencia y crece como el grano de mostaza va haciéndose árbol frondoso.
Dios siempre nos ama, aunque el hombre no se percate de ello, pues su soberbia cierra las puertas a la Fe, a ese don divino fruto de su amor. La fe queda revestida así de su amor y actúa con la fuerza que le da el amor.
Pidamos esa fe, ese don divino, y lo hagamos por mediación de aquella que siempre está dispuesta a ayudarnos y a llevar nuestras súplicas a su Hijo querido, nuestra Madre María.
Palabras Clave: Fe, humildad, don divino, aceptación libre.
Bernardo Ebrí Torné
Octubre 2012.
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