1 entre 225.000 millones... parece que la Síndone es real, y no solo eso, es también una forma más de revivir la Pasión de Cristo. Lo cuenta en ALBA Carmelo López-Arias.
Los católicos solemos decir que si la Sábana Santa no fuese auténtica, nada pasaría y no afectaría a nuestra fe. Y no “afectaría”, pero sí “pasaría”.
Si se tratase de un cuadro fechado entre 1260 y 1390 -como proclamó el 13 de octubre de 1988 el estudio del carbono 14- no debería desecharse solo como motivo de credibilidad: también como objeto de veneración.
Pero el coordinador del estudio, Michael Tite, conservador del British Museum de Londres, matizó a los pocos meses, acosado por las críticas, el alcance de su hallazgo: “Yo tampoco considero el resultado de la datación del Sudario de Turín como una demostración de que sea falso… La fecha del examen radiocarbónico no ofrece, claramente, ninguna evidencia a favor de esa tesis”, le dijo en carta a Luigi Gonella, responsable de los estudios científicos sobre la Síndone.
No sirve el carbono-14
¿Por qué? El argumento es conocido: las múltiples alteraciones a que se ha visto sometida la tela, y sobre todo el incendio parcial que sufrió en 1352 cuando se conservaba en la capilla ducal de los Saboya, vician los resultados.
Willard Libby (1908-1980), premio Nobel de Química y descubridor del método, lo tenía claro, y años antes había desaconsejado aplicar su método a la datación de la Síndone, tal como propusieron a Humberto II de Saboya, titular del lienzo y exiliado en Cascais (Portugal), los sindonólogos norteamericanos Peter Rinaldi y Adam Otterbein.
Más cosas. No hay ninguna razón teológica por la que debamos deducir que la Resurrección deja huellas, no es un proceso de desintegración radiactiva. (Los Evangelios cuentan las apariciones y desapariciones de Jesús y no recogen ningún fenómeno similar a “materializaciones” o “desmaterializaciones”).
Por tanto, si Dios quiso marcar la Sábana Santa quemando la tela con intensidad proporcional a su distancia al cuerpo (la célebre tridimensionalidad de la imagen, descubierta en 1977), fue para que, mediante un instrumental del que solo hoy disponemos, ratificásemos la excepcionalidad del lienzo que ya había establecido Secondo Pia al revelar sus placas y encontrar que se trataba de un perfecto negativo fotográfico.
La corona de espinas
Y más. Nos encontramos dos peculiaridades respecto a otros crucificados que encuentran una explicación perfecta leyendo, por ejemplo, a san Mateo.
Primera: la corona de espinas. No se conocen casos de crucificados a quienes se haya impuesto esa afrenta adicional. Los estudios anatómicos sobre la Sábana han encontrado hasta 50 heridas en las zonas frontal, temporoparietal y parietooccipital.
Los fisiólogos consideran que dieron origen a dolores acerbísimos, sobre todo porque, como muestra la nuca del hombre envuelto, la llevó desde que le fue encajada hasta la muerte, siendo presionada por la cruz contra la cabeza.Solo la reivindicación de Jesús de ser rey (“Tú lo dices”, responde a Pilatos) explica esa anómala y burlesca coronación.
La flagelación, método de tortura
Segunda peculiaridad: la flagelación. Constó de 120 golpes, y como demuestra su disposición a lo largo de todo el cuerpo, por delante y por detrás, fue sistemática y profesional. La dirección e intensidad de las marcas ha permitido además determinar que fue aplicada por dos personas de diferente estatura.
¿Qué se extrae en conclusión? Que fue un castigo en sí mismo separado de la crucifixión. Ahora bien, las técnicas romanas de flagelación son conocidas en sus tipos y en sus efectos, y la padecida por Jesucristo fue mediante un flagellum taxillatum (correa terminada en bolas), que con ese número de azotes podía causar el fallecimiento por shock traumático generalizado, desangramiento o sepsis posterior.
Todo apunta a que cuando el hombre de la Síndone fue flagelado, su crucifixión no estaba decidida.
Y eso está en perfecta consonancia con el relato evangélico, que presenta este castigo como un intento de Pilatos de contentar a los judíos sin dictar una sentencia cuya injusticia se le hacía evidente, o como una tortura para arrancarle una confesión que aclarara su culpabilidad o inocencia.
Vayamos ahora a una de las estaciones del Via Crucis más acusada de carecer de base bíblica, mermando el valor de la tradición oral: la Verónica limpia el rostro de Jesús.
Los estudiosos de la Sábana Santa no tienen dificultad en sugerir que esa obra de amor y compasión tuvo lugar. Todo proviene del coágulo de sangre en forma de número tres bien visible en la frente. El médico José Javier Domínguez, de la Universidad de Navarra, explica que el segundo gran coágulo, subsidiario del anterior, formado sobre la ceja izquierda, presenta una peculiaridad: sus últimos estratos “no llegaron a secarse”.
Y adelanta dos hipótesis para explicarlo. Una, que alguien, camino del suplicio, enjugase el rostro de Jesús: “Se llevó parte del coágulo aún sin secar”. Y ahí aparece la Verónica.
O bien que no fuese la Verónica quien se lo llevase, sino el Pañolón de Oviedo, el cual, según los estudios de José Delfín Villalaín, catedrático de Medicina Legal, habría sido colocado sobre Jesús muerto, pero aún en la cruz, y mantiene una correspondencia absoluta con la Sábana Santa en tipo de sangre (el raro AB) y disposición del cuerpo durante la crucifixión.
Así que podemos vivir la Semana Santa inspirándonos en el que ha sido denominado como quinto Evangelio, y con una certeza renovada en la fidelidad histórica de los Evangelios.
Cuestión de probabilidad
¿Qué probabilidades hay de que el hombre de la Sábana Santa no sea Jesucristo a pesar de las concordancias con el relato evangélico? En 1978 dos matemáticos de la Universidad de Turín, Tino Zeuli y Bruno Barberis, aplicaron la estadística a aquellas proporciones sobre el asunto que son mensurables a partir de datos etnográficos e históricos. La cifra es la siguiente: 1 entre 225.000 millones. (Para captar el orden de magnitud: desde aquel Viernes Santo hasta hoy han pasado ‘solo’ 63.000 millones de segundos.)
¿Falsificadores medievales? Imposible
La crucifixión fue suprimida por Constantino cuando se convirtió al cristianismo en el año 312, y la memoria visual del suplicio desapareció muy pronto. La iconografía cristiana de todos los tiempos, y desde luego la anterior y posterior a la datación 1260-1390 del carbono 14 es casi unánime al representar a Jesús cargando con la cruz completa: dos palos.
Sin embargo, la Sábana Santa evidencia que el hombre de la Síndone llevó solo el travesaño horizontal. Muestra grandes erosiones en los hombros causadas por el patibulum, que podía pesar hasta 60 kg e iba atado a una pierna del reo.
En el lienzo de Turín se aprecian tanto las huellas de esa cuerda por encima del tobillo izquierdo como las excoriaciones que causó al moverse arriba y abajo, borrando las marcas de la flagelación, que sí se aprecian en la pierna derecha.
Los católicos solemos decir que si la Sábana Santa no fuese auténtica, nada pasaría y no afectaría a nuestra fe. Y no “afectaría”, pero sí “pasaría”.
Si se tratase de un cuadro fechado entre 1260 y 1390 -como proclamó el 13 de octubre de 1988 el estudio del carbono 14- no debería desecharse solo como motivo de credibilidad: también como objeto de veneración.
Pero el coordinador del estudio, Michael Tite, conservador del British Museum de Londres, matizó a los pocos meses, acosado por las críticas, el alcance de su hallazgo: “Yo tampoco considero el resultado de la datación del Sudario de Turín como una demostración de que sea falso… La fecha del examen radiocarbónico no ofrece, claramente, ninguna evidencia a favor de esa tesis”, le dijo en carta a Luigi Gonella, responsable de los estudios científicos sobre la Síndone.
No sirve el carbono-14
¿Por qué? El argumento es conocido: las múltiples alteraciones a que se ha visto sometida la tela, y sobre todo el incendio parcial que sufrió en 1352 cuando se conservaba en la capilla ducal de los Saboya, vician los resultados.
Willard Libby (1908-1980), premio Nobel de Química y descubridor del método, lo tenía claro, y años antes había desaconsejado aplicar su método a la datación de la Síndone, tal como propusieron a Humberto II de Saboya, titular del lienzo y exiliado en Cascais (Portugal), los sindonólogos norteamericanos Peter Rinaldi y Adam Otterbein.
Más cosas. No hay ninguna razón teológica por la que debamos deducir que la Resurrección deja huellas, no es un proceso de desintegración radiactiva. (Los Evangelios cuentan las apariciones y desapariciones de Jesús y no recogen ningún fenómeno similar a “materializaciones” o “desmaterializaciones”).
Por tanto, si Dios quiso marcar la Sábana Santa quemando la tela con intensidad proporcional a su distancia al cuerpo (la célebre tridimensionalidad de la imagen, descubierta en 1977), fue para que, mediante un instrumental del que solo hoy disponemos, ratificásemos la excepcionalidad del lienzo que ya había establecido Secondo Pia al revelar sus placas y encontrar que se trataba de un perfecto negativo fotográfico.
La corona de espinas
Y más. Nos encontramos dos peculiaridades respecto a otros crucificados que encuentran una explicación perfecta leyendo, por ejemplo, a san Mateo.
Primera: la corona de espinas. No se conocen casos de crucificados a quienes se haya impuesto esa afrenta adicional. Los estudios anatómicos sobre la Sábana han encontrado hasta 50 heridas en las zonas frontal, temporoparietal y parietooccipital.
Los fisiólogos consideran que dieron origen a dolores acerbísimos, sobre todo porque, como muestra la nuca del hombre envuelto, la llevó desde que le fue encajada hasta la muerte, siendo presionada por la cruz contra la cabeza.Solo la reivindicación de Jesús de ser rey (“Tú lo dices”, responde a Pilatos) explica esa anómala y burlesca coronación.
La flagelación, método de tortura
Segunda peculiaridad: la flagelación. Constó de 120 golpes, y como demuestra su disposición a lo largo de todo el cuerpo, por delante y por detrás, fue sistemática y profesional. La dirección e intensidad de las marcas ha permitido además determinar que fue aplicada por dos personas de diferente estatura.
¿Qué se extrae en conclusión? Que fue un castigo en sí mismo separado de la crucifixión. Ahora bien, las técnicas romanas de flagelación son conocidas en sus tipos y en sus efectos, y la padecida por Jesucristo fue mediante un flagellum taxillatum (correa terminada en bolas), que con ese número de azotes podía causar el fallecimiento por shock traumático generalizado, desangramiento o sepsis posterior.
Todo apunta a que cuando el hombre de la Síndone fue flagelado, su crucifixión no estaba decidida.
Y eso está en perfecta consonancia con el relato evangélico, que presenta este castigo como un intento de Pilatos de contentar a los judíos sin dictar una sentencia cuya injusticia se le hacía evidente, o como una tortura para arrancarle una confesión que aclarara su culpabilidad o inocencia.
Vayamos ahora a una de las estaciones del Via Crucis más acusada de carecer de base bíblica, mermando el valor de la tradición oral: la Verónica limpia el rostro de Jesús.
Los estudiosos de la Sábana Santa no tienen dificultad en sugerir que esa obra de amor y compasión tuvo lugar. Todo proviene del coágulo de sangre en forma de número tres bien visible en la frente. El médico José Javier Domínguez, de la Universidad de Navarra, explica que el segundo gran coágulo, subsidiario del anterior, formado sobre la ceja izquierda, presenta una peculiaridad: sus últimos estratos “no llegaron a secarse”.
Y adelanta dos hipótesis para explicarlo. Una, que alguien, camino del suplicio, enjugase el rostro de Jesús: “Se llevó parte del coágulo aún sin secar”. Y ahí aparece la Verónica.
O bien que no fuese la Verónica quien se lo llevase, sino el Pañolón de Oviedo, el cual, según los estudios de José Delfín Villalaín, catedrático de Medicina Legal, habría sido colocado sobre Jesús muerto, pero aún en la cruz, y mantiene una correspondencia absoluta con la Sábana Santa en tipo de sangre (el raro AB) y disposición del cuerpo durante la crucifixión.
Así que podemos vivir la Semana Santa inspirándonos en el que ha sido denominado como quinto Evangelio, y con una certeza renovada en la fidelidad histórica de los Evangelios.
Cuestión de probabilidad
¿Qué probabilidades hay de que el hombre de la Sábana Santa no sea Jesucristo a pesar de las concordancias con el relato evangélico? En 1978 dos matemáticos de la Universidad de Turín, Tino Zeuli y Bruno Barberis, aplicaron la estadística a aquellas proporciones sobre el asunto que son mensurables a partir de datos etnográficos e históricos. La cifra es la siguiente: 1 entre 225.000 millones. (Para captar el orden de magnitud: desde aquel Viernes Santo hasta hoy han pasado ‘solo’ 63.000 millones de segundos.)
¿Falsificadores medievales? Imposible
La crucifixión fue suprimida por Constantino cuando se convirtió al cristianismo en el año 312, y la memoria visual del suplicio desapareció muy pronto. La iconografía cristiana de todos los tiempos, y desde luego la anterior y posterior a la datación 1260-1390 del carbono 14 es casi unánime al representar a Jesús cargando con la cruz completa: dos palos.
Sin embargo, la Sábana Santa evidencia que el hombre de la Síndone llevó solo el travesaño horizontal. Muestra grandes erosiones en los hombros causadas por el patibulum, que podía pesar hasta 60 kg e iba atado a una pierna del reo.
En el lienzo de Turín se aprecian tanto las huellas de esa cuerda por encima del tobillo izquierdo como las excoriaciones que causó al moverse arriba y abajo, borrando las marcas de la flagelación, que sí se aprecian en la pierna derecha.
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