Denunció el papa Francisco en la Audiencia General de ayer
Por
Francisco papa
CIUDAD DEL VATICANO, 02 de mayo de 2013 (Zenit.org) - Ayer primero de mayo, fiesta de san
José Obrero y Día del Trabajo, el papa Francisco se encontró con cerca de
setenta mil fieles reunidos en la plaza de San Pedro para la Audiencia general
de los miércoles. Durante la catequesis semanal, centró su enseñanza en la
dignidad del trabajo, representado en la Iglesia de modo privilegiado en las
figuras de la Virgen María y de su esposo san José, y en la contemplación de
Jesús. Ofrecemos a nuestros lectores el texto íntegro de las palabras del
papa.
*****
Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos
días!
Hoy primero de mayo, celebramos a san José
obrero y comenzamos el mes dedicado tradicionalmente a la Virgen. En este
encuentro, quisiera detenerme sobre estas dos figuras tan importantes en la vida
de Jesús, de la Iglesia y en nuestra vida, con dos breves pensamientos: el
primero sobre el trabajo y el segundo sobre la contemplación de Jesús.
1. En el evangelio de san Mateo, en uno de
los momentos en que Jesús vuelve a su ciudad, a Nazaret, y habla en la sinagoga,
se destaca el asombro de sus paisanos por su sabiduría; y la pregunta que se
plantean es: ¿No es este el hijo del carpintero? (13,55). Jesús entra en nuestra
historia, viene en medio de nosotros, naciendo de María por obra de Dios, pero
con la presencia de san José, el padre legal que le custodia y le enseña también
su trabajo. Jesús nace y vive en una familia, en la Santa Familia, aprendiendo
de san José el oficio de carpintero, en el taller de Nazaret, compartiendo con
él el empeño, la fatiga, la satisfacción y también las dificultades de cada
día.
Ello nos recuerda la dignidad y la
importancia del trabajo. El Libro del Génesis narra que Dios creó al hombre y a
la mujer confiándoles la tarea de poblar la tierra y de dominarla, que no
significa explotarla, sino cultivarla y custodiarla, cuidarla con la propia obra
(cfr. Gen. 1,28; 2,15). El trabajo forma parte del plan del amor de Dios;
estamos llamados a cultivar y custodiar todos los bienes de la creación, ¡y de
este modo participamos en la obra de la creación! El trabajo es un elemento
fundamental para la dignidad de una persona. El trabajo --para usar una
imagen--, nos “unge” de dignidad, nos llena de dignidad; nos hace semejantes a
Dios, que ha trabajado y trabaja, que actúa siempre (cfr. Jn. 5,17); da
la capacidad de mantenerse a sí mismo, a la propia familia, de contribuir al
crecimiento de la propia nación.
Y aquí pienso en las dificultades que, en
varios países, encuentra hoy el mundo del trabajo y de la empresa; pienso en
cuántos, y no solo jóvenes, están desempleados, muchas veces debido a una
concepción economicista de la sociedad, que busca el provecho egoísta, más allá
de los parámetros de la justicia social.
Deseo invitar a todos a la solidaridad, y a
los responsables de la cosa pública la exhortación a que realicen todo esfuerzo
para dar nuevo impulso a la ocupación; ello significa preocuparse por la
dignidad de la persona; pero sobre todo quisiera decir que no hay que perder la
esperanza; también san José tuvo momentos difíciles, pero nunca perdió la
confianza y supo superarlos, en la certeza de que Dios no nos abandona.
Y luego quisiera dirigirme en particular a
ustedes chicos y chicas, a ustedes los jóvenes: empéñense en su deber cotidiano,
en el estudio, en el trabajo, en las relaciones de amistad, en la ayuda a los
demás; su porvenir depende también de cómo saben vivir estos años preciosos de
la vida. No tengan miedo del compromiso, del sacrificio y no miren con miedo al
futuro; mantengan viva la esperanza: siempre hay una luz en el horizonte.
Añado una palabra sobre otra situación de
trabajo que me preocupa: me refiero a lo que podríamos definir como el ‘trabajo
esclavo’, el trabajo que esclaviza. Cuántas personas, en todo el mundo, son
víctimas de este tipo de esclavitud, en la que es la persona la que sirve al
trabajo, mientras debe ser el trabajo el que brinde un servicio a las personas
para que tengan dignidad. Pido a los hermanos y hermanas en la fe y a todos los
hombres y mujeres de buena voluntad, una opción decidida contra la trata de
personas, dentro de la cual figura el ‘trabajo esclavo’.
2. Voy ahora al segundo pensamiento: en el
silencio del quehacer cotidiano, san José, junto a María, tienen un solo centro
común de atención: Jesús. Ellos acompañan y custodian con empeño y ternura, el
crecimiento del Hijo de Dios hecho hombre por nosotros, reflexionando sobre todo
lo que sucedía. En los evangelios, san Lucas subraya dos veces la actitud de
María, que es también la de san José: “Conservaba estas cosas y las meditaba en
su corazón” (2,19.51)
Para escuchar al Señor, es necesario
aprender a contemplarlo, a percibir su presencia constante en nuestra vida; es
necesario detenerse a dialogar con Él, darle espacio con la oración. Cada uno de
nosotros, también ustedes chicos, chicas y jóvenes, tan numerosos esta mañana,
deberían preguntarse: ¿qué espacio doy al Señor? ¿Me detengo a dialogar con Él?
Desde cuando éramos pequeños, nuestros padres nos han acostumbrado a iniciar y a
concluir el día con una oración, para educarnos a sentir que la amistad y el
amor de Dios nos acompañan. ¡Acordémonos más del Señor en nuestras
jornadas!
En este mes de mayo, quisiera recordar la
importancia y la belleza de la oración del santo Rosario. Rezando el Ave María,
somos conducidos a contemplar los misterios de Jesús, es decir a reflexionar
sobre los momentos centrales de su vida, para que, como para María y para san
José, Él sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestras atenciones y de
nuestras acciones. Sería hermoso si, sobre todo en este mes de mayo, ¡se rezase
juntos en familia, con los amigos, en la parroquia, el santo Rosario o alguna
oración a Jesús y a la Virgen María! La oración todos juntos ¡es un momento
precioso para hacer aún más sólida la vida familiar, la amistad! ¡Aprendamos a
rezar cada vez más en familia y como familia!
Queridos hermanos y hermanas, pidamos a san
José y a la Virgen María que nos enseñen a ser fieles a nuestros compromisos
cotidianos, a vivir nuestra fe en las acciones de cada día y a dar más espacio
al Señor en nuestra vida, a detenernos para contemplar su rostro.
Traducido con los servicios de Radio
Vaticana
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