El pensamiento unitario de este genial intuitivo permanece hoy sumamente vigente en nuestros días. Efectivamente la Fuerza Universal, el Cristo Cósmico Teilhardiano palpita en la materia, se trasparenta en ella y la anima en su constante evolución hacia una mas plena conciencia de la humanidad, en un camino convergente hacia Dios mismo, hacia el mismo Cristo, misterio de Dios, el Verbo hecho carne, hecho hombre.
La evolución hizo aparecer sistemas cada vez más complejos desde los átomos elementales a los compuestos orgánicos. La materia fue cada vez haciéndose más compleja hasta que fue capaz de alcanzar tal substrato que hizo posible la aparición de la conciencia para entonces aparecer el hombre como tal.
Esta conciencia se encuentra en todos los seres humanos más o menos evolucionada (Noosfera), y a medida que alcance un más pleno desarrollo se hará cada vez más posible el ideal de Teilhard, de ir alcanzando en la evolución espiritual el punto Omega, Cristo mismo que es Alfa y Omega, principio y fin de todas las cosas.
Esta evolución se realiza según Teilhard a través de la Noosfera. “El poder espiritual de la materia le permite a ésta poder llegar a ser matriz del Espíritu”. Queda así superado el materialismo científico ya que la materia evoluciona hacia el mismo Dios. Investigando en la materia se llega a Dios.
“La ciencia, afirmaba, adquiere un carácter místico, ya que todo se dirige hacia la convergencia, hacia su Espíritu”.
La ciencia no se limita exclusivamente al conocimiento de la estructura material, sino que se extiende más allá de sus límites, donde se encuentra también la trascendencia y lo espiritual. Teilhard ve la investigación científica como una forma de adoración.
Ciencia y Religión no son discordantes sino que se complementan: “Materia y Espíritu conviven en el corazón de la materia misma”.
Nada mas lejos del panteísmo, es este panenteísmo donde Dios está en todo y es más que esa realidad material, creada por su energía divina y que la anima constantemente sin ser la materia misma.
Camina el genero humano hacia la Nueva Creación que profetizó Isaías (Is III 65, 25), 739 años antes de Cristo, donde se anuncia la Solidaridad Universal, que aunque hoy día materialmente parece lejana, permanece no obstante en las mentes y corazones de los hombres de buena voluntad
Esa energía radial que hace desarrollar la materia hacia la Convergencia de evolución cósmica es para Teilhard, el Cristo, Dios mismo que se encuentra presente en todas las cosas. Todo está lleno de su presencia, porque en El existimos, nos movemos y somos (Act 11, 28)
Dios es amor, nos dice Teilhard, por lo que esa fuerza unitiva convergente hacia El mismo en la evolución espiritual del ser humano, solo puede ser conducida por el amor, fuerza dinámica que procede del mismo Dios.
El sabio jesuita era optimista en esta evolución de la humanidad hacia el punto Omega, hacia Cristo. Y aunque es cierto que existen fuerzas divergentes, disgregadoras que entorpecen y dificultan el camino hacia la convergencia, como son la violencia, el terrorismo, el odio en todas sus variadas formas, sigue siendo el amor aunque parezca mediatizado por el odio la única fuerza, fuerza del Espíritu, la que al final acabará atrayendo todo hacia el Cristo Teilhardiano. Es esta una atracción irresistible, donde el esfuerzo de los hombres de buena voluntad es también necesario para que pueda realizarse la unificación final en el punto Omega, hacia la Cristificación del Universo.
Mientras tanto los cristianos debemos de seguir caminando en el día a día haciendo posible en cada momento de nuestra existencia esa apoteosis final. Es la justa tensión entre el querer bien hacer, y el obstáculo que supone nuestra indolencia y debilidad, donde se muestra pujante la fuerza de la Fe. En esta debilidad que el mismo Pablo de Tarso sentía sobre sus espaldas se revela la fuerza del amor. El ser humano de buena voluntad va en definitiva equilibrando estas fuerzas, convergentes y divergentes, en uso de su libre albedrío hacia el bien, hacia la solidaridad con su prójimo, alcanzando en el amor el pleno desarrollo de su humanidad.
Puede ser este mundo globalizado, esta aldea global, una forma de evolución que decía Teilhard. En las últimas desgracias naturales mundiales, ha florecido dentro del caos y las fuerzas divergentes, la unidad de muchos seres del Planeta Humano hacia la convergencia del amor y de la solidaridad universal, ello hacer reavivar la esperanza en las desgracias.
Y es que el ser humano, no lo olvidemos, ha sido creado a imagen y semejanza del mismo Dios, aunque a veces su transparencia pueda ser muy opaca en algunos seres humanos.
La Esperanza en un nuevo amanecer permanece siempre abierta para el hombre de buena voluntad, para el cristiano. No terminamos los humanos en esta forma de existencia, sino que tras el tránsito nos abrimos a una eternidad. La materia del hombre queda así espiritualizada por el mismo Cristo. Resucitamos en cuerpo espiritualizado, tras el mismo momento de nuestra muerte personal, porque el Espíritu de Dios permanece siempre en el hombre (cuerpo espiritualizado) como refiere Leonardo de Bof.
En definitiva, Teilhard de Chardin nos invita a un cambio personal, a un camino de convergencia hacia el Cristo Universal.
Bernardo Ebrí Torné
Monday, October 11, 2010
Fe y Ciencia. Recordando a Teilhard de Chardin a los 55 años de su muerte
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment
Añadir comentarios al blog, si queréis aportar alguna opinión