La conversión del rey del ‘thriller’ erótico
30/05/2010 Itxu Díaz
Esterzhas es guionista de la célebre 'Instinto básico'.
Primavera del año 2001 en Ohio. La tarde es muy calurosa. 34 grados a la sombra. Un hombre, con barba frondosa y aspecto desaliñado, camina cabizbajo. El cuerpo tembloroso, los ojos hundidos, la piel rosada, la mirada perdida. Abatido. Se sienta en la acera y esconde su cara entre las palmas de sus manos. Hace algo más de un mes le diagnosticaron un cáncer de garganta y le operaron de urgencia quitándole el 80 por ciento de su laringe. Durante días no pudo hablar. Los médicos le indicaron que quizá se quedaría así para siempre. Apenas ha recuperado un hilo de voz, ronca y envejecida. Lleva un mes sin probar el alcohol y los cigarrillos. Arde en su propia ansiedad y en una profunda tristeza. Se encuentra al borde de la desesperación.
Hace tiempo que no controla sus reacciones y riñe continuamente con su mujer y sus hijos. Cada minuto, cada hora de cada día, sólo piensa en alcanzar una botella de Tanqueray o un mísero cigarrillo y aspirar profundamente. Durante cuarenta y dos años ha estado bebiendo sin descanso, mezclando a diario copas de vino, cervezas, cócteles de ginebra, chupitos de tequila y brindis de champán. Día a día. Durante cuarenta y cuatro años ha estado fumando descontroladamente.
Ahora, en menos de un mes, el mundo que le sostenía por sus vicios se ha venido abajo. Ha sentido en la nuca el aliento estremecedor de la muerte. Los médicos le han instado a que deje de beber y fumar inmediatamente. Lleva un mes sin dormir, casi sin comer, y ha tocado fondo. Ante sus ojos la elección imposible: la locura o la muerte.
Un animal de Hollywood
Por eso llora desconsoladamente en plena calle. Está asustado. Hiperventila. Tose. Intenta expulsar los bichos que siente en su garganta. Los transeúntes que lo observan al pasar desconocen que detrás de aquellas lágrimas y de aquella larga melena que cubre su rostro se encuentra uno de los hombres más poderosos de Hollywood. El hombre que la revista Time coronó pocos años atrás como “el rey del sexo y la violencia en América”. De pronto, en medio de sus lágrimas, toca fondo, y se sorprende a sí mismo pronunciando unas palabras: “Por favor, Dios, ayúdame”. Se siente ajeno a su propia voz. Como si la plegaria fuera de otro y no de él, que al fin y al cabo es mundialmente conocido por sus comentarios irónicos y despectivos sobre la religión. “Por favor, Dios, ayúdame”, dice de nuevo. Ajena o propia, insiste en su plegaria. Y Dios, al fin, le ayuda. Toma aire. Se siente algo mejor, pero no comprende nada de lo que le está sucediendo.
La historia de Joe Eszterhas es la de un afamado guionista, un triunfador, “un animal de Hollywood”, como le llamaban sus amigos cineastas. Antes de llegar a Estados Unidos atravesó una dura infancia. Nació en Hungría en una familia católica, y pasó su niñez en un campo de refugiados en Austria. Después se mudó con sus padres a Estados Unidos y vivió en Nueva York, y en los barrios pobres de Cleveland. Trabajó en la Rolling Stone en los 70, y en los 80 entró en el mundo de cine, donde alcanzó fama internacional. De sus manos y de su cabeza salieron algunos de los thrillers eróticos más taquilleros de la década de los 90. Suyo es el guión de películas como Instinto básico, Sliver (Acosada) o Showgirls. Su cóctel de sexo y violencia marcó una época en el cine americano moderno y sus dieciséis películas lograron recaudar más de 1.000 millones de dólares.
Con su trabajo en Hollywood alcanzó mucho más de lo que había soñado, pero su vida personal no era tan feliz. “Perdí el control en la bebida”, explica Eszterhas en un documental de la cadena PBS, “perdí el control en la cama y me levantaba sin saber dónde estaba ni con quién”.
En la primavera de 2001, abrumado por la fama y físicamente agotado del ritmo de vida de Hollywood, decidió trasladarse a un lugar más apacible, junto a su mujer y sus cuatro hijos. “Nosotros queríamos que nuestros hijos crecieran en un entorno más tradicional”, explica el guionista en el libro Crossbearer: A Memoir of Faith. Días después de estrenar su nueva casa en Bainbridge (Ohio), los médicos le diagnosticaron el cáncer de laringe y, de pronto, su vida, su fama y su poder se vinieron abajo. Eszterhas tenía 56 años.
Esterzhas es guionista de la célebre 'Instinto básico'.
Primavera del año 2001 en Ohio. La tarde es muy calurosa. 34 grados a la sombra. Un hombre, con barba frondosa y aspecto desaliñado, camina cabizbajo. El cuerpo tembloroso, los ojos hundidos, la piel rosada, la mirada perdida. Abatido. Se sienta en la acera y esconde su cara entre las palmas de sus manos. Hace algo más de un mes le diagnosticaron un cáncer de garganta y le operaron de urgencia quitándole el 80 por ciento de su laringe. Durante días no pudo hablar. Los médicos le indicaron que quizá se quedaría así para siempre. Apenas ha recuperado un hilo de voz, ronca y envejecida. Lleva un mes sin probar el alcohol y los cigarrillos. Arde en su propia ansiedad y en una profunda tristeza. Se encuentra al borde de la desesperación.
Hace tiempo que no controla sus reacciones y riñe continuamente con su mujer y sus hijos. Cada minuto, cada hora de cada día, sólo piensa en alcanzar una botella de Tanqueray o un mísero cigarrillo y aspirar profundamente. Durante cuarenta y dos años ha estado bebiendo sin descanso, mezclando a diario copas de vino, cervezas, cócteles de ginebra, chupitos de tequila y brindis de champán. Día a día. Durante cuarenta y cuatro años ha estado fumando descontroladamente.
Ahora, en menos de un mes, el mundo que le sostenía por sus vicios se ha venido abajo. Ha sentido en la nuca el aliento estremecedor de la muerte. Los médicos le han instado a que deje de beber y fumar inmediatamente. Lleva un mes sin dormir, casi sin comer, y ha tocado fondo. Ante sus ojos la elección imposible: la locura o la muerte.
Un animal de Hollywood
Por eso llora desconsoladamente en plena calle. Está asustado. Hiperventila. Tose. Intenta expulsar los bichos que siente en su garganta. Los transeúntes que lo observan al pasar desconocen que detrás de aquellas lágrimas y de aquella larga melena que cubre su rostro se encuentra uno de los hombres más poderosos de Hollywood. El hombre que la revista Time coronó pocos años atrás como “el rey del sexo y la violencia en América”. De pronto, en medio de sus lágrimas, toca fondo, y se sorprende a sí mismo pronunciando unas palabras: “Por favor, Dios, ayúdame”. Se siente ajeno a su propia voz. Como si la plegaria fuera de otro y no de él, que al fin y al cabo es mundialmente conocido por sus comentarios irónicos y despectivos sobre la religión. “Por favor, Dios, ayúdame”, dice de nuevo. Ajena o propia, insiste en su plegaria. Y Dios, al fin, le ayuda. Toma aire. Se siente algo mejor, pero no comprende nada de lo que le está sucediendo.
La historia de Joe Eszterhas es la de un afamado guionista, un triunfador, “un animal de Hollywood”, como le llamaban sus amigos cineastas. Antes de llegar a Estados Unidos atravesó una dura infancia. Nació en Hungría en una familia católica, y pasó su niñez en un campo de refugiados en Austria. Después se mudó con sus padres a Estados Unidos y vivió en Nueva York, y en los barrios pobres de Cleveland. Trabajó en la Rolling Stone en los 70, y en los 80 entró en el mundo de cine, donde alcanzó fama internacional. De sus manos y de su cabeza salieron algunos de los thrillers eróticos más taquilleros de la década de los 90. Suyo es el guión de películas como Instinto básico, Sliver (Acosada) o Showgirls. Su cóctel de sexo y violencia marcó una época en el cine americano moderno y sus dieciséis películas lograron recaudar más de 1.000 millones de dólares.
Con su trabajo en Hollywood alcanzó mucho más de lo que había soñado, pero su vida personal no era tan feliz. “Perdí el control en la bebida”, explica Eszterhas en un documental de la cadena PBS, “perdí el control en la cama y me levantaba sin saber dónde estaba ni con quién”.
En la primavera de 2001, abrumado por la fama y físicamente agotado del ritmo de vida de Hollywood, decidió trasladarse a un lugar más apacible, junto a su mujer y sus cuatro hijos. “Nosotros queríamos que nuestros hijos crecieran en un entorno más tradicional”, explica el guionista en el libro Crossbearer: A Memoir of Faith. Días después de estrenar su nueva casa en Bainbridge (Ohio), los médicos le diagnosticaron el cáncer de laringe y, de pronto, su vida, su fama y su poder se vinieron abajo. Eszterhas tenía 56 años.
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