20/11/2009
Entre todos los símbolos percibidos diariamente por los jóvenes, la sentencia emitida por la Corte de Estrasburgo que prohíbe la exposición del crucifijo en las aulas italianas, porque sería contraria al derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo a sus convicciones y al derecho de los niños a la libertad de religión, ha golpeado a aquello que representa como gran tradición, no solo religiosa, del continente europeo. “El crucifijo no provoca ninguna discriminación. Calla. Es la imagen de la revolución cristiana que ha esparcido por el mundo la idea de la igualdad entre los hombres hasta ahora ausente”. La que escribía estas palabras el 22 de marzo de l988 era Natalia Ginzburg en las páginas del diario “l’Unità” fundado por Antonio Gramsci y entonces órgano del Partido Comunista Italiano.Las palabras de la escritora, a veinte años de distancia, expresan un sentimiento todavía ampliamente compartido en Italia. Son la demostración de muchas reacciones que han seguido al pronunciamiento de la Corte europea. Mientras el Gobierno italiano anuncia que ha presentado un recurso contra la sentencia, el mundo político ha lamentado casi unánimemente la falta de buen sentido que indica la decisión confirmando que la laicidad de las instituciones es un valor bien distinto al hecho de negar el rol del cristianismo.
“Estupor y pena” ha expresado en particular el director de la oficina de prensa de la Santa Sede, el jesuita Federico Lombardi, en una dura declaración transmitida por Radio Vaticana y la Televisión Tg1. “Es grave - afirmó - querer marginar del mundo educativo un signo fundamental de la importancia de los valores religiosos en la historia y la cultura italiana”. Y agrega que “extraña además que una Corte europea intervenga torpemente en una materia tan profundamente ligada a la identidad histórica, cultural y espiritual del pueblo italiano. No es por este camino que se logra atraer a apreciar y compartir mejor la idea europea, que como italianos, hemos apoyado fuertemente desde sus orígenes”. La Conferencia Episcopal Italiana habla de “visión parcial e ideológica” subrayando que en la decisión de la Corte “queda ignorado y omitido el múltiple significado del crucifijo, que no es solo símbolo religioso sino también un símbolo cultural”.
Se recuerda también que el Consejo de Estado de Italia había ya considerado legítimas en 2006 las normas que prevén la exposición del crucifijo en las escuelas, afirmando que no supone ningún trato discriminatorio para los no creyentes porque representa “valores civiles relevantes y señaladamente, aquellos valores que subyacen e inspiran nuestro orden constitucional”.
En efecto la sentencia de la Corte de Estrasburgo, con el intento de querer tutelar los derechos del hombre, termina por poner en discusión las raíces sobre las cuales estos mismos derechos se fundan, desconociendo la importancia del rol de las religiones - y en particular del cristianismo - en la construcción de la identidad europea y en la afirmación de la centralidad del hombre en la sociedad. Bajo otro perfil la decisión de los jueces de Estrasburgo parece inspirada en una idea de la laicidad del Estado que conduce a marginar la contribución de la religión en la vida pública. Se podría así prefigurar un futuro no tan lejano hecho de ambientes públicos privados de toda referencia religiosa y cultural por el temor a ofender la sensibilidad de algunos. En realidad, no es en la negación sino más bien en la receptividad y en el respeto a las diversas identidades que se defiende la idea de la laicidad del Estado y se favorece la integración de las diversas culturas. “El crucifijo representa a todas” explicaba la escritora Natalia Ginzburg - porque “antes de Cristo ninguno había dicho jamás que los hombres son todos iguales y hermanos, ricos y pobres, creyentes y no creyentes, hebreos y no hebreos, negros o blancos”.
Por Giuseppe Fiorentino y Francesco M.Valiante
Entre todos los símbolos percibidos diariamente por los jóvenes, la sentencia emitida por la Corte de Estrasburgo que prohíbe la exposición del crucifijo en las aulas italianas, porque sería contraria al derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo a sus convicciones y al derecho de los niños a la libertad de religión, ha golpeado a aquello que representa como gran tradición, no solo religiosa, del continente europeo. “El crucifijo no provoca ninguna discriminación. Calla. Es la imagen de la revolución cristiana que ha esparcido por el mundo la idea de la igualdad entre los hombres hasta ahora ausente”. La que escribía estas palabras el 22 de marzo de l988 era Natalia Ginzburg en las páginas del diario “l’Unità” fundado por Antonio Gramsci y entonces órgano del Partido Comunista Italiano.Las palabras de la escritora, a veinte años de distancia, expresan un sentimiento todavía ampliamente compartido en Italia. Son la demostración de muchas reacciones que han seguido al pronunciamiento de la Corte europea. Mientras el Gobierno italiano anuncia que ha presentado un recurso contra la sentencia, el mundo político ha lamentado casi unánimemente la falta de buen sentido que indica la decisión confirmando que la laicidad de las instituciones es un valor bien distinto al hecho de negar el rol del cristianismo.
“Estupor y pena” ha expresado en particular el director de la oficina de prensa de la Santa Sede, el jesuita Federico Lombardi, en una dura declaración transmitida por Radio Vaticana y la Televisión Tg1. “Es grave - afirmó - querer marginar del mundo educativo un signo fundamental de la importancia de los valores religiosos en la historia y la cultura italiana”. Y agrega que “extraña además que una Corte europea intervenga torpemente en una materia tan profundamente ligada a la identidad histórica, cultural y espiritual del pueblo italiano. No es por este camino que se logra atraer a apreciar y compartir mejor la idea europea, que como italianos, hemos apoyado fuertemente desde sus orígenes”. La Conferencia Episcopal Italiana habla de “visión parcial e ideológica” subrayando que en la decisión de la Corte “queda ignorado y omitido el múltiple significado del crucifijo, que no es solo símbolo religioso sino también un símbolo cultural”.
Se recuerda también que el Consejo de Estado de Italia había ya considerado legítimas en 2006 las normas que prevén la exposición del crucifijo en las escuelas, afirmando que no supone ningún trato discriminatorio para los no creyentes porque representa “valores civiles relevantes y señaladamente, aquellos valores que subyacen e inspiran nuestro orden constitucional”.
En efecto la sentencia de la Corte de Estrasburgo, con el intento de querer tutelar los derechos del hombre, termina por poner en discusión las raíces sobre las cuales estos mismos derechos se fundan, desconociendo la importancia del rol de las religiones - y en particular del cristianismo - en la construcción de la identidad europea y en la afirmación de la centralidad del hombre en la sociedad. Bajo otro perfil la decisión de los jueces de Estrasburgo parece inspirada en una idea de la laicidad del Estado que conduce a marginar la contribución de la religión en la vida pública. Se podría así prefigurar un futuro no tan lejano hecho de ambientes públicos privados de toda referencia religiosa y cultural por el temor a ofender la sensibilidad de algunos. En realidad, no es en la negación sino más bien en la receptividad y en el respeto a las diversas identidades que se defiende la idea de la laicidad del Estado y se favorece la integración de las diversas culturas. “El crucifijo representa a todas” explicaba la escritora Natalia Ginzburg - porque “antes de Cristo ninguno había dicho jamás que los hombres son todos iguales y hermanos, ricos y pobres, creyentes y no creyentes, hebreos y no hebreos, negros o blancos”.
Por Giuseppe Fiorentino y Francesco M.Valiante
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