El abortismo es una madeja de mentiras. Poco a poco, gracias a la tenaz resistencia y el valiente ataque de los defensores de la vida y dignidad humanas, toda esa tenebrosa telaraña de falsedades va desenmascarándose. Titulamos nuestra anterior editorial “Resistir es vencer”. Esta semana tenemos una magnífica confirmación de la tesis. Nos referimos al Manifiesto en Defensa de la Vida Humana, firmado por cientos de científicos, investigadores, académicos e intelectuales españoles, dado a conocer este 17 de marzo. Se están sumando al citado Manifiesto las Reales Academias y miles de ciudadanos. Lo más relevante no es la cantidad de firmantes, aunque es alentador este despertar de la sociedad civil -sus más expertos profesionales dedicados a la ciencia- ante la barbaridad del Zetaborto. Lo más importante es que el abortismo ha perdido el mundo de la ciencia, de la inteligencia y de la cultura independientes. Como proclama el Manifiesto, “existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación”.
Así lo confirman los conocimientos actuales de la Genética, que prueban la presencia desde el instante de la concepción de una identidad genética singular. Los de la Biología celular que prueban que la vida de cada ser humana comienza en una única célula inicial, el llamado cigoto, en cuyo núcleo se encuentra la información genética que se conserva en todas las demás células y que configura el diseño y desarrollo de todo el organismo. Los de la Embriología, que nos demuestran que la vida humana se despliega en fases, sin solución ni fractura ni saltos, desde la concepción del cigoto hasta la muerte por vejez.
El abortismo va contra la evidencia científica. Por eso necesita urdir mentira tras mentira, decir simplemente estupideces, o manipular y engañar cínicamente a la ciudadanía. El abortismo es mera ideología, que esconde una barbaridad homicida injustificable, que se ampara en la tiranía de un poder político sin escrúpulos. Sin poder y sin dinero, el abortismo -su cobertura ideológica y sus negocios- se iría a medrar a otro panal. A su vez, el aborto, como hecho, quedaría reducido a la marginalidad clandestina del vicio y las tragedias. Las tragedias humanas se podrían y deberían afrontar con muchas iniciativas de amparo, solidaridad y soluciones. Bastaría con apoyar las actualmente existentes en favor de las mujeres en riesgo.
La pobre Bibí Aído -la ministra de Igual Da-, a la pregunta por el momento de inicio de la vida humana, respondía “que ésta era una cuestión ideológica”. Con ello la pobre Bibí creía tener la astucia de desplazar esta pregunta tan sencilla y fundamental al reino del pluralismo de las ideologías y opiniones. Vamos, al país de ser del Barça o del Atletic, de gustarte la naranjada o el whisky, de para mí la paella y para usted las cocochas. Pobre Bibí…, ni se dio cuenta de que con esa respuesta confirmaba que “para ella, Zetaborto y todo el abortismo”, el origen de la vida y el aborto son una cuestión ideológica, en vez de una realidad objetiva científicamente demostrable.
Con esa necedad de respuesta, la pobre Bibí ratificaba que están imponiendo una mera ideología de unos pocos, encaramados al poder, a todos los ciudadanos, en contra de la libertad ideológica del art. 16 de la Constitución que prohíbe al Estado y a los poderes públicos tener una ideología oficial e imponerla a la libertad de los ciudadanos. Pobre Bibí, confesándonos que, para ella, el origen de la vida humana, el instante en que cada uno de nosotros empieza a vivir, es “una cuestión ideológica”. La Genética, la Biología molecular y celular, la Embriología y tantas otras ciencias conexas no sabían si desternillarse de risa o de pena. Han optado por publicar el Manifiesto.
Los cientos de firmantes y los miles de adscritos al Manifiesto, además, han puesto de relieve que la defensa de la vida humana y de su dignidad, desde su inicio en la concepción hasta su muerte natural, no es una manía de pura índole religiosa de la Iglesia Católica. Se trata de una evidencia de la razón, al alcance de cualquier mente abierta e independiente, que la ciencia demuestra y que tiene consecuencias jurídicas y sociales muy importantes. Por eso mismo, el abortismo y su proyecto de ley para dejar libre el aborto es un homicidio masivo de los seres humanos más inocentes e indefensos, es una degradación de la mujer y su maternidad, un abandono insolidario, una promoción de la crueldad o de la frivolidad, una manifestación de violencia radical, una corrosión de las responsabilidades y lazos más humanos como son los vinculados a la procreación y la familia.
Por ello, el abortismo constituye una caída gravísima en la ruina moral de una sociedad, que, al permitirlo, se deja corromper muchísimas otras relaciones sociales y personales. Ojalá, depués de los genetistas y embriólogos, nos digan ahora los economistas el brutal coste económico en el empobrecimiento de la población, en la baja natalidad y en el envejecimiento, en la pérdida de actitudes socialmente valiosas, en la degeneración juvenil y tantas otras lacras, que el aborto masivo legalizado produce en nuestra sociedad.
Ya va siendo hora de que al abortismo y a ciertas alternativas sexuales se les levanten las faldas de su exiguo o negativo balance en las funciones sociales estratégicas, y se compare ese balance marginal con los excelentes resultados que a la sociedad aportan las funciones cumplidas por las familias matrimoniales, con padre y madre estables, con hijos y comprometidos con su buena educación todo el tiempo que haga falta. El abortismo, la desestructuración conyugal y familiar, los experimentos sexuales progreideológicos son muy caros. Más bien, una ruina económica para la sociedad.
Paradójicamente, quien sostiene la posibilidad de esos experimentos y sus ruinas son las familias estables con estructura fuerte y comprometida. Si la mayoría de la sociedad viviese según las alternativas y experimentos progres, la sociedad se vendría abajo por inviable. En fin, todos saben, por ejemplo, que una sociedad mayoritaria de uniones homosexuales no lograría prolongarse la próxima generación.
Que la Iglesia y los católicos estén en la activa, valiente y tenaz defensa de la vida y de la dignidad humanas es una obligación con la verdad de las cosas, obligación que los católicos comparten con cualquier persona, de otras confesiones o no creyentes, que aman buscar la verdad, ser consecuentes con sus evidencias, y honrados con los derechos y libertades fundamentales del hombre. Pero la dignidad humana, el valor de cada vida y los derechos fundamentales son “realidades” -que no manías ideológicas ni tampoco beaterías- de gran verdad y de enorme excelencia para cual hombre o mujer de buena voluntad y recta razón. Quien lucha por ellas se ennoblece. La vida, en vez de la cultura de la muerte y de la mentira, vencerá porque es la verdad.
Monday, March 23, 2009
20/03/2009 | Editorial ALBA. La Ciencia desenmascara a los abortistas
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El valor de la vida humana está por encima de toda idología, creencia y religión, un gobierno que intenta adoctrinar al pueblo manipulando sus conciencias, es un gobierno de fondo dictatorial y falto de escrúpulos al que solo le interesa conseguir un rebaño de analfabetos fáciles de aborregar y que le siga votando, dando como solución a los problemas con el crimén, porque ¿QUÉ ES EL ABORTO SINO UN CRIMEN? en la conciencia de estos gobernantes indeseables quedarán los miles de crímenes que se cometerán por su culpa y esperen señores después vendrá la eutanasia sino tiempo al tiempo,
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