La
Cáscara epidérmica
Nos encontramos en la era de lo “correcto” ya apoyándolo con
cualquier sustantivo que lo apuntale, dentro del campo político,
social, laboral, etc. Pero lo correcto en estos sentidos no es equiparable con
lo digno en el pleno sentido humano. Y
cualquier actuación que no vaya en esta dirección, se considera
incorrecta e inapropiada. Se cuidan más las formas en las relaciones humanas y
menos su contenido en sí.
Si buscásemos el por qué, el origen de esta situación,
creemos que en esta sociedad tecnificada,
es la prisa, la falta de tiempo, una de las principales causas
aparentes. Y es que olvidándose del individuo, esta sociedad busca
exclusivamente el rendimiento, pero no un rendimiento normal, sino acelerado
por los requerimientos del capital (principal consecuencia de la avaricia y
soberbia de unos pocos) la que exige, la que presiona al individuo a un trabajo
desproporcionado a sus fuerzas. Actuando de esta forma, no puede actuar de otra forma. Pero, también, una vez
acomodado el individuo en esta espiral productiva, ésta puede ser utilizada como excusa para no
atender correctamente al prójimo, para no complicarse la vida, puesto que en la
práctica diaria, lo que interesa es “sacar la faena”, independientemente de cómo esto sea.
En este sentido, la sociedad de la prisa en la cual estamos
todos inmersos, especialmente la sociedad productiva, sirve de excusa para no
atender, para no relacionarse correctamente en las relaciones humanas: “No puedo atenderte, perdona”, sin importar qué,
cual puede ser el contenido de lo que
uno quiere exponer.
No interesa profundizar en las cuestiones en la praxis
diaria, sino únicamente ir resolviendo funcionalmente los asuntos a toda prisa:
“Sacar la tarea diaria y no complicarse con más”. Y bajo este pretexto, de “no
tengo tiempo para atenderte” se van deteriorando cada vez más las relaciones
humanas.
Hemos desembocado a una sociedad epidérmica, superficial,
que algunos han llamado: “deslizante y patinadora” en la que vamos
patinando, sorteando obstáculos
deslizándonos por la cáscara epidérmica, y ¡Ay de aquél que se atreva a
profundizar en las cosas! es mal visto, es un “pesado” alguien que incordia.
Lo educado, lo correcto es seguir la corriente, aunque ello
no nos lleve a nada. Se dan las cosas por sabidas, aunque no se sepa de nada.
Nos encontramos profundamente deteriorados en nuestras relaciones humanas: Lo
educado es dejarse llevar por el ambiente, seguir la espiral de la mediocridad
y no plantear problemas. Y si a estas circunstancias añadimos nuestros vicios personales:
como la pereza, la envidia y los celos, se tiene la excusa perfecta para no
actuar, para no atender, para despreciar una alternativa a lo habitual, aunque
lo habitual sea más imperfecto que lo propuesto.
Lo que queremos decir, es que existe una conjunción de cosas
que hacen que lo social, lo político, lo laboral sean considerados correctos o
no en función de los intereses espurios. La ganancia sea a cualquier forma es la locomotora que
gobierna esta sociedad, y por ello la prisa, el estrés, y el condicionamiento
en suma de los individuos para actuar en lo “aceptable en lo correcto", en
aquello que sirva en definitiva a los intereses del capital es lo que priva. Y
ello, aunque se sacrifique el contenido, el fondo, la dignidad. Y las gentes se
acostumbran a este proceder, a esta política, que la va engullendo,
incluida la propia vida humana
como ocurre en los ejemplos del aborto,
de la eutanasia, utilizados como puro
negocio.
Profundizar en las
cosas, en los contenidos, no interesa. Impera lo epidérmico, lo superficial, lo
pragmático y funcional, aquello que pueda dar un inmediato rendimiento, aunque
los valores humanos se resientan, aunque la dignidad se deslice patinando por
los suelos.
Ante estas situaciones, tenemos que volver a recuperar esa
dignidad, esos derechos humanos, en la que el respeto a la vida humana es
prioritario, porque sin ella no se puede fundamentar los demás derechos.
Recuperar la solidaridad, el talante solidario y desinteresado con nuestros
prójimos. ¡Profundicemos en nuestras conciencias! rompamos la cáscara
insolidaria, lleguemos a nuestro núcleo esencial, allí donde reposa nuestro Ser
Divino, aquel al que no podemos mentir
en lo que consideramos correcto o no, socialmente hablando o actuando. Tenernos
que atrevernos en suma a perforar esta cáscara epidérmica amarga, y dejar de
patinar por los suelos resbaladizos de la indiferencia, dejar de capear y volver a nuestra
profundidad, bucear en aguas profundas, abrirnos al Misterio y a todo aquello
que nos conduzca a recuperar nuestra
dignidad sufrida, nuestra solidaridad herida.
Palabras Clave: Políticamente correcto, insolidaridad,
sociedad de la prisa, derechos humanos, respeto a la vida humana.
Por: Bernardo Ebrí
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