Homilía del papa Francisco en santa Marta 27 noviembre 2014
Francisco ha recordado que la caída de estas dos ciudades sucede por
motivos diferentes. Sobre Babilonia ha indicado que es el "símbolo del
mal, del pecado" y "cae por corrupción", se "sentía dueña
del mundo y de sí misma". Y cuando "se acumula el pecado se pierda la
capacidad de reaccionar y se comienza a marchitarse". Y así sucede también
con las personas corruptas, que no tienen fuerza para reaccionar. Y así lo ha
explicado el Papa: "porque la corrupción te da alguna felicidad, te da
poder y también te hace sentir satisfecho de ti mismo: no deja espacio al
Señor, para la conversión. La ciudad corrupta... Y esta palabra 'corrupción'
hoy nos dice mucho a nosotros: no sólo corrupción económica, sino corrupción
con muchos pecados diferentes; corrupción con el espíritu pagano, con ese
espíritu mundano. ¡La corrupción más fe es el espíritu de mundanidad!"
A propósito, el Santo Padre ha afirmado que esta cultura corrupta
"te hace sentir con en el Paraíso aquí, pleno, abundante" pero
"dentro, esa cultura corrupta es un cultura putrefacta". Y ha añadido
sobre Babilonia que "está cada sociedad, cada cultura, cada persona
alejada de Dios, también alejada del amor al prójimo, que termina por
marchitarse".
Por otro lado ha hablado de Jerusalén, que "cae por otro
motivo". Jerusalén es la esposa del Señor, pero no se da cuenta de las
visitas del Esposo, "ha hecho llorar al Señor". De este modo, el papa
Francisco ha recordado que "Babilonia cae por corrupción, Jerusalén cae
por distracción, por no recibir al Señor que viene a salvarla. No se sentía
necesitada de salvación. Tenía los escritos de los profetas, de Moisés y esto
le bastaba". ¡Pero escritos cerrados!, ha exclamado. Así, el Santo Padre
ha especificado que "no dejaba lugar para ser salvada: tenía la puerta
cerrada para el Señor. El Señor llamaba a la puerta, pero no había disponibilidad
para recibirlo, escucharlo, dejarse salvar por Él. Y cae..."
Según ha indicado el Pontífice, estos dos ejemplos nos pueden hacer
pensar en nuestra vida. Por eso, ha preguntado: "¿somos parecidos a la
corrupta y suficiente Babilonia o a la Jerusalén distraída?" Aún así, el
Papa ha subrayado que "el mensaje de la Iglesia en estos días no termina
con la destrucción: en los dos textos, hay una promesa de esperanza".
Jesús -ha recordado el Papa- no exhorta a levantar la cabeza, a no dejarse
asustar por los paganos. Éstos -ha añadido- tienen su tiempo y debemos
soportarlo con paciencia, como ha soportado el Señor su Pasión".
Para finalizar la homilía, el Obispo de Roma ha precisado que
"cuando pensamos en el final, con todos nuestros pecados, con toda nuestra
historia, pensamos en el banquete que gratuitamente no será dado y levantamos
la cabeza. Ninguna depresión: ¡esperanza!" Pero - ha concluido- la
realidad es fea: hoy muchos, muchos pueblos, ciudad y gente, mucha gente que
sufre; muchas guerras, mucho odio, mucha envidia, mucha mundanidad espiritual y
mucha corrupción. ¡Sí, es verdad! ¡Todo esto caerá! Pero pidamos al Señor la
gracia de estar preparados para el banquete que nos espera, con la cabeza
siempre alta.
Fuente:
zenit.org
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