POBRE ESPAÑA
Hemos llegado a una situación en nuestra nación de una profunda crisis, no sólo de fe sino de propia existencia. Nos han manipulado las conciencias, se nos trata de hacer creer lo increíble, de mostrarnos el mal como un bien, de inculturizarnos en lo chabacano y en la indignidad. Existe una profunda inmoralidad, yo diría Amoralidad de algunos de nuestros políticos. Lejos de salvaguardar el bien común de los ciudadanos, se dedican a inculturizarnos en la mentira y en la cultura de la muerte. Se preocupan
más de mantenerse en el poder, que de guiar al pueblo en la senda del progreso y de la verdadera cultura de la vida. Son capaces de aliarse con el diablo, si llegara la ocasión para mantenerse en la poltrona. Se asocian con minorías políticas que no son representativas de la mayoría, y con ellas nos imponen ideologías caducas y anticristianas.
Hemos pasado de un estado aconfesional a un estado laico rabiosamente anticristiano. Se ha instaurado una religión secular donde se nos impone una dictadura de leyes que quieren regir nuestras conciencias. Ello nos lleva a reflexionar el por qué están sucediendo estas cosas en nuestra sociedad. Se confunde la religión con la ley. El cristianismo no son preceptos, ni leyes, sino que la única ley es la del Amor. Posiblemente porque los cristianos estamos dormidos, y no damos la talla, y confundimos nosotros mismos religión como ley, al menos esa es la imagen que damos, nuestros gobernantes, radicalmente secularizados, nos quieren imponer sus leyes antievangélicas, pretendiendo crear una religión secular con sus leyes. Así, el bien se confunde con el mal, el aborto es deseable, la eutanasia es una solución a la economía de nuestro deficitario sistema de salud, el matrimonio heterosexual es sustituido por el homosexual, la corrupción se institucionaliza, y el caos y el mal gusto pretenden imperar a sus anchas. Se pretende imponer a nuestros niños una educación estatal bochornosa y antinatural.
Todo lo que divide es demoníaco, nuestra sociedad está dividida otra vez, con los viejos y desfasados anacronismos, de derechas e izquierdas, de patronos y obreros, de recelos y de odios, de muertos vivientes y de muertos desenterrados, de corrupción imperante, de paro acechante. Todo vale para dividirnos, para crear un odio fratricida. Todo vale para asentarse en el poder, de hecho, dividir es vencer para asegurarse la poltrona.
Aunque pretendan quitar los crucifijos, porque el Señor molesta como testigo mudo de tanta infamia, los cristianos tenemos, debemos llevar al Cristo no sólo en nuestros cuellos, sino en nuestros corazones, porque de nosotros depende encontrar solución a esta miseria. El Evangelio de Jesús es la única solución ante tanta desdicha, el único que puede cambiarnos, y si cambiamos, cambiará la sociedad.
Pero para ello, hay que pedir al Señor de la vida que abra nuestras inteligencias y corazones, para que podamos dejar al Espíritu que nos ilumine, única forma de poder discernir lo bueno de lo malo, lo natural de lo antinatural.
No nos tiene que extrañar que nuestros gobernantes nos confundan y nos quieran mostrar como progresismo y como bien, leyes insolidarias y contrarias al derecho natural, sobre todo el respeto a la vida, y especialmente la del ser no nacido. Ellos no tienen el Espíritu, porque su soberbia, impide el discernimiento de lo bueno y de lo malo. Su plan es demoníaco porque nos divide y fractura esta sociedad, desmembra España y ello es muy peligroso, porque de nuevo se crean dos Españas irreconciliables e insolidarias, donde puede de nuevo instaurarse no sólo la violencia verbal, sino la física. De hecho, perdido el espíritu solidario y desarrollado el egoísmo personal y nacionalista, ya todo vale y se justifica en pro de un pretendido progresismo. Pero ¿progresismo de qué y para qué? No tiene sentido a no ser que sirva a oscuros intereses bastardos y partidistas de gente sin conciencia solidaria.
No hay remedio si no pedimos a Dios que nos ayude, que abra nuestros corazones e inteligencias, precisamente por ello quieren suprimir a Cristo de la sociedad y que nuestros niños no lo conozcan, para que no sirva de referencia a nuestras conciencias, pero a Cristo lo tenemos que llevar sobre todo en nuestros corazones, y con ello cambiará nuestra sociedad; nosotros lo haremos posible, aunque en realidad sea El quien actúe en nosotros.
La certeza que nos da la fe, es un regalo de Dios. Sólo desde el Amor se posee la certeza de la trascendencia, de la existencia de una vida después de ésta. Pero para que la fe se injerte tenemos que pedirla, ser humildes para hacerla posible.
De nuevo resurgirá una nueva España, solidaria y cristiana, de hecho ya la llevamos dentro, como llevamos nuestra devoción a Dios y su Madre, sobre todo los aragoneses con nuestra Señora del Pilar.
¡Que Ella nos haga coherentes!, para que podamos discernir la gravedad de nuestra situación y sepamos elegir bien a nuestros gobernantes, para que no confundamos como progresismo, lo que es únicamente cultura de muerte, inmoralidad e indignidad, para que en definitiva, sepamos descubrir la esencia del Evangelio de Jesús, que es el Amor solidario.
Bernardo Ebrí
Hemos llegado a una situación en nuestra nación de una profunda crisis, no sólo de fe sino de propia existencia. Nos han manipulado las conciencias, se nos trata de hacer creer lo increíble, de mostrarnos el mal como un bien, de inculturizarnos en lo chabacano y en la indignidad. Existe una profunda inmoralidad, yo diría Amoralidad de algunos de nuestros políticos. Lejos de salvaguardar el bien común de los ciudadanos, se dedican a inculturizarnos en la mentira y en la cultura de la muerte. Se preocupan
más de mantenerse en el poder, que de guiar al pueblo en la senda del progreso y de la verdadera cultura de la vida. Son capaces de aliarse con el diablo, si llegara la ocasión para mantenerse en la poltrona. Se asocian con minorías políticas que no son representativas de la mayoría, y con ellas nos imponen ideologías caducas y anticristianas.
Hemos pasado de un estado aconfesional a un estado laico rabiosamente anticristiano. Se ha instaurado una religión secular donde se nos impone una dictadura de leyes que quieren regir nuestras conciencias. Ello nos lleva a reflexionar el por qué están sucediendo estas cosas en nuestra sociedad. Se confunde la religión con la ley. El cristianismo no son preceptos, ni leyes, sino que la única ley es la del Amor. Posiblemente porque los cristianos estamos dormidos, y no damos la talla, y confundimos nosotros mismos religión como ley, al menos esa es la imagen que damos, nuestros gobernantes, radicalmente secularizados, nos quieren imponer sus leyes antievangélicas, pretendiendo crear una religión secular con sus leyes. Así, el bien se confunde con el mal, el aborto es deseable, la eutanasia es una solución a la economía de nuestro deficitario sistema de salud, el matrimonio heterosexual es sustituido por el homosexual, la corrupción se institucionaliza, y el caos y el mal gusto pretenden imperar a sus anchas. Se pretende imponer a nuestros niños una educación estatal bochornosa y antinatural.
Todo lo que divide es demoníaco, nuestra sociedad está dividida otra vez, con los viejos y desfasados anacronismos, de derechas e izquierdas, de patronos y obreros, de recelos y de odios, de muertos vivientes y de muertos desenterrados, de corrupción imperante, de paro acechante. Todo vale para dividirnos, para crear un odio fratricida. Todo vale para asentarse en el poder, de hecho, dividir es vencer para asegurarse la poltrona.
Aunque pretendan quitar los crucifijos, porque el Señor molesta como testigo mudo de tanta infamia, los cristianos tenemos, debemos llevar al Cristo no sólo en nuestros cuellos, sino en nuestros corazones, porque de nosotros depende encontrar solución a esta miseria. El Evangelio de Jesús es la única solución ante tanta desdicha, el único que puede cambiarnos, y si cambiamos, cambiará la sociedad.
Pero para ello, hay que pedir al Señor de la vida que abra nuestras inteligencias y corazones, para que podamos dejar al Espíritu que nos ilumine, única forma de poder discernir lo bueno de lo malo, lo natural de lo antinatural.
No nos tiene que extrañar que nuestros gobernantes nos confundan y nos quieran mostrar como progresismo y como bien, leyes insolidarias y contrarias al derecho natural, sobre todo el respeto a la vida, y especialmente la del ser no nacido. Ellos no tienen el Espíritu, porque su soberbia, impide el discernimiento de lo bueno y de lo malo. Su plan es demoníaco porque nos divide y fractura esta sociedad, desmembra España y ello es muy peligroso, porque de nuevo se crean dos Españas irreconciliables e insolidarias, donde puede de nuevo instaurarse no sólo la violencia verbal, sino la física. De hecho, perdido el espíritu solidario y desarrollado el egoísmo personal y nacionalista, ya todo vale y se justifica en pro de un pretendido progresismo. Pero ¿progresismo de qué y para qué? No tiene sentido a no ser que sirva a oscuros intereses bastardos y partidistas de gente sin conciencia solidaria.
No hay remedio si no pedimos a Dios que nos ayude, que abra nuestros corazones e inteligencias, precisamente por ello quieren suprimir a Cristo de la sociedad y que nuestros niños no lo conozcan, para que no sirva de referencia a nuestras conciencias, pero a Cristo lo tenemos que llevar sobre todo en nuestros corazones, y con ello cambiará nuestra sociedad; nosotros lo haremos posible, aunque en realidad sea El quien actúe en nosotros.
La certeza que nos da la fe, es un regalo de Dios. Sólo desde el Amor se posee la certeza de la trascendencia, de la existencia de una vida después de ésta. Pero para que la fe se injerte tenemos que pedirla, ser humildes para hacerla posible.
De nuevo resurgirá una nueva España, solidaria y cristiana, de hecho ya la llevamos dentro, como llevamos nuestra devoción a Dios y su Madre, sobre todo los aragoneses con nuestra Señora del Pilar.
¡Que Ella nos haga coherentes!, para que podamos discernir la gravedad de nuestra situación y sepamos elegir bien a nuestros gobernantes, para que no confundamos como progresismo, lo que es únicamente cultura de muerte, inmoralidad e indignidad, para que en definitiva, sepamos descubrir la esencia del Evangelio de Jesús, que es el Amor solidario.
Bernardo Ebrí
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