Mario Joseph | ||||||||||||||||||||||||||||
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Es un caso único en el mundo. Es el primer clérigo musulmán que abraza públicamente el cristianismo, lo que le supone una condena de muerte. Mario Joseph lo sabe bien. Fue imán y tiene memorizado el Corán desde los ocho años.
Hasta en 17 ocasiones deja claro el libro sagrado para los musulmanes lo que se debe hacer con "los infieles": "¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura, no creen en Alá ni en el último Día, ni prohíben lo que Alá y Su Enviado han prohibido, ni practican la religión verdadera, hasta que, humillados, paguen el tributo directamente!". Condenado a muerteY a pesar de todo, Mario Joseph (Sulomone, antes de su bautismo), criado en una familia de Kerala (India), muy devota del islam, decidió dar el paso y dejar atrás una prometedora carrera como clérigo musulmán, abrazar el cristianismo y, con ello, vivir toda su existencia con la amenaza de muerte. Interrogantes no respondidosMario Joseph tenía entonces 18 años y se había recluído en el Centro Divine Retreat, el mayor complejo católico de retiros del mundo, con capacidad para dar tandas de ejercicios para cinco mil personas a la vez. Joseph quería encontrar respuestas tras estudiar intensamente el islam durante ocho años en una escuela coránica. Las contradicciones que encontró en el libro sagrado de los seguidores de Mahoma le interpelaban, y le impedían tener un mínimo de paz interior. Además, sus maestros de la Madrasa tampoco le daban razones convincentes. Y, sin embargo, la fascinación que tenía por la figura de Jesucristo -de la que tanto habla en Corán-, crecía cada día que pasaba. Su inquietud le empujó a visitar el Centro Divine Retreat. Y, allí encontró, tras unas semanas de estudio y oración, las respuestas que tanto mortificaban su alma desde hacía años. Secuestro y sentencia de muerteTras vivir unos meses escondido en el centro de espiritualidad católico, su padre, dos hermanos y dos tíos encontraron su paradero y fueron a buscarle. Sin mediar palabra, y tras los bofetones y puñetazos de rigor, lo redujeron sin contemplaciones y lo llevaron secuestrado a la casa familiar. "En ese momento sentí que era como un cordero para el sacrificio", comenta Mario para describir ese momento. En el viaje de vuelta a casa, y sabiendo que estaba sentenciado a la muerte, Mario no paraba de rezar: "Oh, Jesús, si realmente eres mi Papá, entonces, por favor, líbrame de mi gente". Llegaron a casa pero no se cumplió la amenaza. A Mario le dieron de comer y su padre se disculpó por la rudeza del rapto: "Sulomone, en ese momento de ira te abofeteé. Por favor, perdóname. ¿Qué te falta en casa? Lo que has querido te lo hemos dado. Entonces, ¿por qué has escogido deshonrarnos dándole la mano a los cristianos? Si sientes que no te hemos dado algo, dinos qué, querido hijo y te lo daremos". ¿Cristiano oculto en medio de musulmanes?Mario, le pidió a su padre vivir en su casa como cristiano. "Por qué no, Sulomone -le dijo el padre- nunca me he opuesto a tus intereses. Hijo, si crees en Jesús, y te gustaría adorarle, por favor, hazlo. No puedo oponerme a ninguno de tus pensamientos y creencias, pero no abandones la religión del islám". "Solo te pido que cumplas con todos los rituales y costumbres islámicas y asume que estás adorando a Jesús en vez de Alá. Permanece entre los musulmanes como cualquier otro musulmán, pero cree en Jesús". Mario estaba feliz. Las turbulencias y los miedos de las horas previas habían pasado. Podría vivir en su casa y con su familia siendo un "cristiano oculto" para sus vecinos. Pero seguía inquieto y algunos pasajes del Evangelio golpeaban su mente: "Os aseguro que a aquel que me reconozca abiertamente delante de los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios. Pero el que no me reconozca delante de los hombres, no será reconocido ante los ángeles de Dios" (Lucas 12,8). ¿Proclamar en público a Jesús en tierra del islám?Mario le dijo en silencio a Jesús: "Quiero proclamar tu Palabra en público, pero mi padre sólo me ha dado permiso para creer en ti. Si fuera a proclamarte públicamente mi padre me castigaría e incluso me mataría". Y Jesús, le respondió: "No sólo creáis en mí, También os he dado el carisma de sufrir por mí". Mario recibió en ese momento un don, un carisma especial que hasta ahora no tenía: sufrir por Cristo... y no pudo callar: "Padre, quiero a Jesús más que a ti, por lo tanto aceptaré a Jesús y le proclamaré públicamente". Y en ese momento, padre y hermanos propinaron una buena ración de puñetazos al neoconverso hasta dejarlo noqueado. Lo ataron de pies y manos, y tras arrojarle polvo de chile a la cara, lo encerraron sin comer ni beber durante varios días. "Si deseas ser cristiano tengo que matarte"Ya debilitado, y casi sin fuerzas para hablar o moverse, su padre le desató, afeitó su cabeza, y lo bañó. Entonces, el padre, acercándose a la cara de su hijo le dijo: "Sulomone, si todavía deseas ser un cristiano no tengo otra opción que matarte", y mostró un cuchillo largo que empuñaba su mano derecha. Mario gritó con toda la fuerza que le permitían sus debilitados pulmones: ¡¡¡Jesús!!! y en ese momento su padre cayó al suelo y en su caída se cortó accidentalmente con el cuchillo y comenzó a sangrar y a echar espuma por la boca. Con el barullo de los gritos y la sangre, los hermanos centraron su atención en el padre, y Mario pudo escapar al Centro Divine Retreat. Un funeral por SulomonePocas semanas después, la familia de Mario, condenada por la comunidad musulmana al ostracismo y a la vergüenza pública por tener entre sus miembros a un "infiel", tuvo que ingeniárselas para restablecer su buen nombre. Siguiendo los consejos de los sabios de la comunidad, decidieron dar por muerto a "Sulomone, el imán", y celebrar así un funeral público. El 16 de marzo de 1996, a la edad de 18 años, Sulomone era "enterrado" en las colinas de Wayanad (Kerala) tras el oficio de una ceremonia religiosa. En el ataud descansa una figura de barro hecha a tamaño real de su cuerpo. Tras el "entierro", la familia de Mario dejó de llorar la pérdida de su hijo ,y se restablecieron las posibles alianzas con otros miembros de la comunidad musulmana. Un millón de ejemplares vendidosMario no puede volver a su casa ni a los alrededores de su pueblo. Permanentemente recibe amenazas de muerte que se han ido intensificando tras escribir Encontré a Cristo en el Corán (LibrosLibres), ("In search of you" su título original), del que lleva vendidos más de un millón de ejemplares: 500.000 en su edición inglesa para la India, y el resto de los ejemplares en ediciones en lengua malayalam (que se habla en el estado de Kerala), hindi (en toda la India), kannada (en el estado de kanartaka), y el tamil, propio de Tamil Nadu. ¿Dinero por la conversión?Su libro Encontré a Cristo en el Corán (LibrosLibres) ha causado tal impacto en la comunidad musulmana en la India que ha llevado a miles de seguidores de Mahoma a abrazar el cristianismo, aunque la mayoría lo hagan de forma clandestina. La osadía de Mario de pasar de imán a predicador católico no le ha salido gratis. Uno de los diarios de mayor difusión de la India llegó a publicar que Mario Joseph había recibido la suma de dos millones y medio de rupias del Centro Divine Retreat para "dar testimonio de Jesús". Para a continuación afirmar: "Debería ser asesinado por vender la religión musulmana por dinero". En estado de alertaNo es de estrañar que Mario Joseph, que sabe que han puesto precio a su cabeza, no se sienta seguro cuando abandona su hogar, el Centro Divine Retreat, en el que lleva 17 años viviendo con su mujer y sus dos hijas, y en donde se dedica a predicar y a dar clases de filosofía. |
Tuesday, October 29, 2013
Era imán con 18 años, se hizo cristiano y su padre intentó asesinarle... hoy es predicador católico
Monday, October 21, 2013
Poesía de Santa Teresa de Jesús
NADA TE TURBE
Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.
Eleva el pensamiento,
Al cielo sube,
Por nada te acongojes,
Nada te turbe.
A Jesucristo sigue
Con pecho grande,
Y, venga lo que venga,
Nada te espante.
¿Ves la gloria del mundo
Es gloria vana;
Nada tiene de estable,
Todo se pasa.
Aspira a lo celeste,
Que siempre dura;
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.
Eleva el pensamiento,
Al cielo sube,
Por nada te acongojes,
Nada te turbe.
A Jesucristo sigue
Con pecho grande,
Y, venga lo que venga,
Nada te espante.
¿Ves la gloria del mundo
Es gloria vana;
Nada tiene de estable,
Todo se pasa.
Aspira a lo celeste,
Que siempre dura;
Fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.
Ámala cual merece
Bondad inmensa;
Pero no hay amor fino
Sin la paciencia.
Confianza y fe viva
Mantenga el alma,
Que quien cree y espera
Todo lo alcanza.
Del infierno acosado
Aunque se viere,
Burlará sus furores
Quien a Dios tiene.
Vénganle desamparos,
Cruces, desgracias;
Siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.
Id, pues, bienes del mundo;
Id, dichas vanas;
Aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta.
Dios no se muda.
Ámala cual merece
Bondad inmensa;
Pero no hay amor fino
Sin la paciencia.
Confianza y fe viva
Mantenga el alma,
Que quien cree y espera
Todo lo alcanza.
Del infierno acosado
Aunque se viere,
Burlará sus furores
Quien a Dios tiene.
Vénganle desamparos,
Cruces, desgracias;
Siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.
Id, pues, bienes del mundo;
Id, dichas vanas;
Aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta.
Santa Teresa de Jesús
Sunday, October 6, 2013
Impulsar la Renovación Evangélica
José Antonio Pagola | Sacerdote y teólogo
Querido
hermano Francisco:
Desde
que fuiste elegido para ser la humilde “Roca” sobre la que Jesús quiere seguir construyendo
hoy su Iglesia, he seguido con atención tus palabras.
Ahora,
acabo de llegar de Roma, donde te he podido ver abrazando a los niños,
bendiciendo a enfermos y desvalidos y saludando a la muchedumbre
Dicen
que eres cercano, sencillo, humilde, simpático… y no sé cuántas cosas más.
Pienso
que hay en ti algo más, mucho más. Pude ver la Plaza de San Pedro y la Via
della Conciliazione llena de gentes entusiasmadas. No creo que esa muchedumbre
se sienta atraída solo por tu sencillez y simpatía.
En
pocos meses te has convertido en
una “buena noticia” para la Iglesia e,
incluso, más allá de la Iglesia. ¿Por qué?
Casi sin darnos cuenta, estás introduciendo en el mundo la Buena Noticia de
Jesús.
Estás creando en la Iglesia un clima nuevo, más evangélico y más
humano. Nos estás aportando el Espíritu de
Cristo. Personas alejadas de la fe cristiana me dicen que les ayudas a confiar
más en la vida y en la bondad del ser humano. Algunos que viven sin caminos
hacia Dios me confiesan que se ha despertado en su interior una pequeña luz que
les invita a revisar su actitud ante el Misterio último de la existencia.
Yo
sé que en la Iglesia necesitamos reformas muy profundas para corregir
desviaciones
alimentadas durante muchos siglos, pero estos últimos años ha ido creciendo en
mí una convicción. Para que esas reformas se puedan llevar a cabo, necesitamos
previamente una conversión a un nivel más profundo y radical.
Necesitamos, sencillamente, volver a Jesús, enraizar nuestro
cristianismo con más verdad y más fidelidad en
su persona, su mensaje y su proyecto del Reino de Dios.
Por
eso, quiero expresarte qué es lo que más me atrae de tu servicio como Obispo de
Roma en estos inicios de tu tarea.
Yo te agradezco que abraces a los niños y los estreches contra
tu pecho. Nos estás ayudando a recuperar aquel gesto profético de Jesús, tan olvidado en la Iglesia, pero tan importante para entender
lo que esperaba de sus seguidores. Según el relato evangélico, Jesús llamó a
los Doce, puso a un niño en medio de ellos, lo estrechó entre sus brazos y les
dijo: “El que acoge a un niño como este en mi nombre, me está acogiendo a mí”.
Se
nos había olvidado que en el centro de la Iglesia, atrayendo la atención de
todos ,han de estar siempre los pequeños, los más frágiles y vulnerables. Es
importante que estés entre nosotros como “Roca” sobre la que Jesús construye su
Iglesia, pero es tan importante o más que estés en medio de nosotros abrazando
a los pequeños y bendiciendo a los enfermos y desvalidos, para recordarnos cómo
acoger a Jesús. Este gesto profético me parece decisivo en estos momentos en que
el mundo corre el riesgo de deshumanizarse desentendiéndose de los últimos.
Yo te agradezco que nos llames de forma tan reiterada a salir de
la Iglesia para entrar en la vida donde la gente
sufre y goza, lucha y trabaja: ese mundo donde Dios quiere construir una
convivencia más humana, justa y solidaria.
Creo
que la herejía más grave y sutil que ha
penetrado en el cristianismo es haber hecho de la Iglesia el centro de todo, desplazando del horizonte el proyecto del Reino de Dios.
Juan
Pablo II nos recordó que la Iglesia no es el fin de sí misma, sino solamente “germen,
signo e instrumento del Reino de Dios”, pero sus palabras se perdieron entre
otros muchos discursos.
Ahora
se despierta en mí una alegría grande cuando nos llamas a salir de la “autorreferencialidad”
para caminar hacia las “periferias existenciales”, donde nos encontramos con los pobres, las víctimas, los
enfermos, los desgraciados…
Disfruto
subrayando tus palabras: “Hemos de
construir puentes, no muros para defender la fe”; necesitamos “una Iglesia de puertas abiertas, no de
controladores de la
fe”; “la Iglesia no crece con el proselitismo, sino por la atracción, el
testimonio y la predicación”.
Me parece escuchar la voz de Jesús que, desde el Vaticano, nos urge: “Id y anunciar que el Reino de Dios está
cerca”, “id y curad a los enfermos”, “lo que
habéis recibido gratis, dadlo gratis”.
Te
agradezco también tus llamadas constantes a convertirnos al
Evangelio. Qué bien conoces a la Iglesia. Me
sorprende tu libertad para poner nombre a nuestros pecados. No lo haces con
lenguaje de moralista, sino con fuerza evangélica: las envidias, el afán de
hacer carrera y el deseo de dinero; “la desinformación, la difamación y la
calumnia”; la arrogancia y la hipocresía clerical; la “mundanidad espiritual” y
la “burguesía del espíritu”; los “cristianos de salón”, los “creyentes de museo”,
los cristianos con “cara de funeral”.
Te
preocupa mucho “una sal sin sabor”, “una sal que no sabe a nada”, y nos
llamas a ser discípulos que aprenden a vivir con el estilo de Jesús.
No
nos llamas solo a una conversión individual. Nos
urges a una renovación
eclesial, estructural. No estamos acostumbrados a escuchar ese
lenguaje. Sordos a la llamada renovadora del
Vaticano II, se nos ha olvidado que Jesús invitaba a sus seguidores a “poner el
vino nuevo en odres nuevos”.
Por eso, me llena de esperanza tu homilía de
la fiesta de Pentecostés: “La novedad nos da siempre un poco de miedo, porque
nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los
que construimos, programamos y planificamos nuestra vida, según nuestros
esquemas, seguridades y gustos… Tenemos miedo a que Dios nos lleve por
caminos
nuevos, nos saque de nuestros horizontes, con frecuencia limitados, cerrados,
egoístas, para abrirnos a los suyos”.
Por
eso nos pides que nos preguntemos sinceramente: “¿Estamos abiertos a las sorpresas de Dios o nos encerramos con
miedo a la novedad del Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos
nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han
perdido la capacidad de
respuesta?”. Tu mensaje y tu espíritu están anunciando un futuro nuevo para la Iglesia.
Quiero
acabar estas líneas expresándote humildemente un deseo. Tal vez no podrás hacer
grandes reformas, pero puedes impulsar la renovación evangélica en toda la Iglesia.
Seguramente, puedes tomar las medidas oportunas para que los futuros obispos de las
diócesis del mundo entero tengan un
perfil y un estilo pastoral capaz
de promover esa conversión a Jesús que tú tratas de alentar desde Roma.
Francisco,
eres un regalo de Dios. ¡Gracias!
En el nº
2.863 de Vida Nueva.
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