Friday, February 24, 2012
Libro-testimonio «¡Sacadme de aquí!»
Sale a la luz la emotiva carta de Asia Bibi a su familia tras su sentencia a muerte por «blasfema»
El documento, hasta ahora inédito, es un conmovedor testimonio de la católica pakistaní víctima de la ley contra la "blasfemia", que castiga con la horca a quienes supuestamente ofendan al islam.
Se acaba de publicar en España ¡Sacadme de aquí! (LibrosLibres), escrito en prisión por Asia Bibi en colaboración con la periodista francesa Anne-Isabelle Tollet, y traducido al español por nuestro colaborador Luis Antequera.
El caso de esta mujer pakistaní, madre de cinco hijos, se convirtió en una noticia mundial en 2010, cuando fue condenada a la pena capital en aplicación de la ley contra la "blasfemia", que castiga con la horca a quienes supuestamente ofendan al islam.
El hecho que condujo a su sentencia de muerte fue que en junio de 2009, mientras realizaba tareas de cosecha en el campo, bebió agua de un pozo reservado a musulmanes e incluso ofreció de él a otra persona sedienta. Lo que es en los Evangelios una obra de misericordia se convirtió enseguida en un acta de acusación, máxime cuando Asia Bibi comparó ventajosamente a Jesucristo con Mahoma.
Cuando una semana después volvió a la cosecha, fue a buscarla una turba de fanáticos, que la apaleó primero y la condujo después ante el mulá de la aldea, que le ofreció renegar de la fe cristiana para salvarse. Asia Bibi no lo hizo, y tras recibir otra paliza de la muchedumbre fue llevada a prisión, donde meses después un tribunal resolvió su caso en cuestión de minutos.
Actualmente está a la espera de un recurso contra su condena en una celda sin ventana ni servicios higiénicos, aislada de sus compañeros de prisión porque los islamistas han puesto precio a su vida. El 19 de diciembre la visitó una delegación de la Fundación Masihi, que lanzó la alarma sobre el deterioro de su estado de salud físico y mental.
Un testimonio impactante y conmovedor.
A continuación reproducimos, extraída de ¡Sacadme de aquí!, la carta hasta ahora inédita que Asia Bibi dirigió a su marido y a sus cinco hijos desde la cárcel al volver de la sala donde la habían condenado a muerte.
Carta de Asia Bibi a su familia
Mi querido Ashiq, mis queridos hijos:
(...) Desde que he vuelto a mi celda y sé que voy a morir, todos mis pensamientos se dirigen a ti, mi amado Ashiq, y a vosotros, mis adorados hijos. Nada siento más que dejaros solos en plena tormenta.
Tú, Imran, mi hijo mayor de dieciocho años, te deseo que encuentres una buena esposa, a la que tú harás feliz como tu padre me ha hecho a mí.
Tú, mi primogénita Nasima, de veintidós años, ya tienes tu marido, con una familia que tan bien te ha acogido; da a tu padre pequeños nietecitos que educarás en la caridad cristiana como te hemos educado nosotros a ti.
Tú, mi dulce Isha, tienes quince años, aunque seas medio loquilla. Tu papá y yo te hemos considerado siempre como un regalo de Dios, eres tan buena y generosa... No intentes entender por qué tu mamá ya no está a tu lado, pero estás tan presente en mi corazón, tienes en él un lugarcito reservado nada más que para ti.
«No soy musulmana, pero soy buena pakistaní, católica y patriota, devota de mi país como de Dios.»
Sidra, no tienes más que trece años, y bien sé que desde que estoy en prisión eres tú la que se ocupa de las cosas de la casa, eres tú la que cuida de tu hermana mayor, Isha, que tanto necesita de ayuda. Nada siento más que haberte conducido a una vida de adulto, tú que eres tan jovencita y que deberías estar todavía jugando a las muñecas.
Mi pequeña Isham, sólo tienes nueve años, y vas a perder ya a tu mamá. ¡Dios mío, qué injusta puede ser la vida! Pero como continuarás yendo a la escuela, quedarás bien armada para defenderte de la injusticia de los hombres.
Mis niños, no perdáis ni el valor ni la fe en Jesucristo. Os sonreirán días mejores y allá arriba, cuando esté en los brazos del Señor, continuaré velando por vosotros. Pero por favor, os pido a los cinco que seáis prudentes, os pido no hacer nada que pueda ofender a los musulmanes o las reglas de este país. Hijas mías, me gustaría que tuvierais la suerte de encontrar un marido como vuestro padre.
Ashiq, a ti te he amado desde el primer día, y los veintidós años que hemos pasado juntos lo prueban. No he dejado nunca de agradecer al cielo haberte encontrado, haber tenido la suerte de un matrimonio por amor y no concertado, como es costumbre en nuestra provincia. Teníamos los dos un carácter que encajaba, pero el destino está ahí, implacable… Individuos infames se han cruzado en nuestro camino. Hete ahí, solo con los frutos de nuestro amor: guarda el coraje y el orgullo de nuestra familia.
Hijos míos, (...) papá y yo hemos tenido siempre el deseo supremo de ser felices y de haceros felices, aun cuando la vida no es fácil todos los días. Somos cristianos y pobres, pero nuestra familia es un sol. Me habría gustado tanto veros crecer, seguir educándoos y hacer de vosotros personas honestas… ¡y lo seréis! (...) No sé todavía cuándo me cuelgan, pero estad tranquilos, amores míos, iré con la cabeza bien alta, sin miedo, porque estaré en compañía de Nuestro Señor y con la Virgen María, que me acogerán en sus brazos.
Mi buen marido, continúa educando a nuestros niños como yo habría deseado hacerlo contigo.
Ashiq, hijos míos amadísimos, os voy a dejar para siempre, pero os amaré por toda una eternidad.
Mamá.
Cámara oculta: cazados haciendo abortos sólo por el sexo del feto
La investigación del «Daily Telegraph» ha desvelado una práctica común en algunos abortorios.
Actualizado 24 febrero 2012
Una investigación con cámara oculta del Daily Telegraph ha convulsionado a la sociedad británica. Un equipo de periodistas del diario cazó a varios médicos de abortorios admitiendo que practican abortos sólo porque a la madre no le gusta el sexo de su hijo, una práctica ilegal en el Reino Unido.
"No hago preguntas", dice uno de los médicos grabados. También admiten que falsifican los papeles para encubrir la verdadera razón del aborto y encajarla en alguno de los supuestos permitidos en el país.
La investigación se realizó en nueve abortorios, en tres de los cuales se produjeron las confesiones citadas o similares. En uno de los casos, la razón aducida por la madre, embarazada de un varón, es que su actual pareja ya tenía un niño de una relación anterior, y querían ahora "equilibrar la balanza" teniendo una niña, por lo cual quería suprimir el embarazo en curso.
Pinche aquí para ver los vídeos grabados por el Daily Telegraph.
Tuesday, February 21, 2012
EL CRISTIANISMO Y LA FELICIDAD*
*Extracto de la ponencia de Juan Martín Velasco en el Foro de Profesionales
Cristianos de Madrid**
FORO DE PROFESIONALES CRISTIANOS, pxmadrid@telefonica.net
MADRID.
*¿Qué podemos hacer los cristianos, qué podemos aportar a la búsqueda de la
felicidad en nuestro tiempo?*
12/03/10.- Vivimos en un clima cultural en el que predomina la desesperanza
y es que han ido fracasando uno tras otro los proyectos ideados para
encontrar una solución al problema del deseo humano de felicidad. La
ilustración no ha cumplido sus promesas, el marxismo que prometía un mundo
justo y nada menos que un paraíso en la tierra, ha fracasado, seguramente
por la estrechez de sus presupuestos ideológicos, basados en el
materialismo, y por la brutalidad de su aplicación en los países que han
estado bajo su dominio. A algunos les pareció que, tras el fracaso del
socialismo real, el mercado abandonado a sus leyes propiciaría el
crecimiento económico indefinido, que multiplicaría los bienes y
facilitaría el acceso a ellos a los pueblos hasta ahora marginados; hoy, la
crisis nos lo muestra con toda claridad, constatamos que la distancia entre
pobres y ricos se hace cada vez mayor, que el crecimiento tiene unos
límites y que por tanto también el mercado ha defraudado las esperanzas que
algunos habían puesto en él. ¿Qué podemos hacer los cristianos en esta
época de desesperanza?
1. Yo creo que lo primero es mirar hacia nosotros y *hacer autocrítica*,
tomar conciencia de los errores anteriores y actuales, justamente en
relación con el problema de la felicidad. ¿Por qué si el cristianismo posee
principios capaces de transformar la existencia, si la esperanza y el amor
constituyen una verdadera fuente de felicidad para los creyentes, como
sucedió al principio del cristianismo, por qué nos vemos los cristianos
también anegados en la civilización del deseo, en las sociedades del
hiperconsumo y en todas las contradicciones que eso supone para la
concepción cristiana del hombre, de la sociedad y de su destino?
La primera razón es que nos llamamos cristianos, porque mantenemos
elementos del cristianismo, creencias, prácticas, formas diluidas de
pertenencia a la Iglesia… pero nuestro cristianismo es más, en conjunto y
sin ofender a nadie, un cristianismo de bautizados que de convertidos. No
creo ser demasiado pesimista si reconozco que las comunidades cristianas
actuales estamos lejos de vivir personalmente la fe que decimos poseer y
conservar*,* si digo que creemos, con la fe reducida a creencia, pero no
somos verdaderamente creyentes en Dios, en Cristo, confiando
incondicionalmente en Él. Esto explicaría que nuestra condición de
creyentes no irradie la alegría de las bienaventuranzas, de Maria, de los
discípulos o de aquellas primeras generaciones de cristianos.
2. Para estar en disposición de recuperar las fuentes cristianas de la
felicidad yo creo que necesitaríamos en primer *lugar revitalizar y
personalizar nuestro ser cristiano, *haciendo efectiva la experiencia de la
vida teologal, eso que se ha dicho tantas veces: o somos místicos o no
podremos ser cristianos. Porque la actitud teologal, la fe-esperanza y
caridad suponen una nueva forma de vivir en la que el hombre, superando las
formas de vida desperdiciada, -la evasión, el divertimiento y tantas otras
formas- llega al fondo de sí mismo y tratando de remontar el curso de su
vida, que él percibe que no se ha dado a sí mismo, admite, reconoce,
acepta: “todas mis fuentes están en ti”, refiriéndose, naturalmente a Dios.
Creer en el Dios Padre creador es, en su centro mismo, vivir en la
esperanza y de la esperanza. Y la esperanza es, en una expresión de Miguel
García-Baró, “la certeza difícil, profundamente dichosa, de que lo mejor
tendrá, tiene ya ahora, la última palabra. Es pues vivir en la certeza de
que la propia vida procede del manantial de amor que reconocemos como Dios
y en la certeza igualmente dichosa de que la semilla de ser que la
presencia de Dios siembre en nosotros se impondrá a todos los peligros, a
todos los pesares, incluso a las catástrofes que pueda comportar nuestra
vida”.
Pero necesitamos también recuperar la vocación terrena, mundana, de nuestro
ser cristiano, tal como la describió, después de siglos de olvido, el
Vaticano II en esa preciosa Constitución sobre la Iglesia en el Mundo
actual.
3. *Los rasgos de la felicidad cristiana*
3.1. Recuperada la raíz de la experiencia cristiana en la vida de los
cristianos, florecería de nuevo la alegría que el Nuevo Testamento atribuye
a los creyentes. Me parece además que de ahí surgiría una felicidad con
rasgos originales, los propios de la felicidad cristiana, por ejemplo: su
condición *de felicidad teologal,* la fe esperanza cristiana es
fe-esperanza en Dios por la que el cristiano se fía de Dios y se confía a
Dios, con todo el poder que la confianza en Dios tiene para derribar del
corazón de los creyentes todos los ídolos que constantemente estamos
fabricando: el de los bienes objeto de posesión y consumo, el del placer
erigido en finalidad de la vida, el del vano honor, la vana gloria y el
cultivo de la propia imagen, y por encima de todo, el del egoísmo que nos
encierra en el círculo estrecho de nosotros mismos y los nuestros y nos
hace ignorar a los otros y pasar indiferentes ante sus sufrimientos.
3.2. Tengo la impresión de que los cristianos, por no haber experimentado
de verdad el ser creyentes, no hemos descubierto la felicidad que comporta
consentir a la fuerza gravitatoria del amor de Dios en nosotros y ser
testigos de la liberación de energías en nuestro interior que se sigue de
ese consentimiento. Creer, confiar en Dios y consentir a su amor con la
incondicionalidad de toda relación que se refiere a Dios, abre la
posibilidad a otro rasgo característico de la felicidad que se sigue de
creer: *sólo se puede creer incondicionalmente *como Abraham, como María,
contra toda esperanza, es decir, contra todas las aparentes razones para no
confiar o para desesperar. Y es que confiar en Dios no es reunir todos
nuestros esfuerzos para dar el salto hacia Él, sino abandonarse a su fuerza
de atracción que es infinitamente superior a la que puede ejercer en
nosotros la gravedad que nos lleva a querer salvarnos a nosotros mismos o a
confiar en cualquiera de los seres mundanos.
3.3. La condición teologal del fundamento de nuestra felicidad hace que
ésta no se vea amenazada por nada, ni siquiera por la muerte. Como dice el
texto de Job -en la antigua traducción de la Vulgata- *“Aunque me mates,
confiaré en ti*”.
3.4. Afirmada en este fundamento, la felicidad de la fe permite descubrir
otros rasgos característicos. Por ejemplo, el Dios trascendente en el que
creemos rompe la atracción que ejerce en nosotros nuestro yo y el mundo en
el que vivimos, el Dios creador que es “Dios mío” para cada ser humano, no
puede serlo mas que siendo a la vez el Dios de todos. Imposible por tanto
decir “Dios mío” si en mi invocación no están incluidos todos. El proyecto
de Dios que aceptamos cuando decimos “hágase tu voluntad” incluye a todos
los hombres, por eso es imposible creer en Él, reconocer su amor e ignorar
a los otros. *Creer en Dios lleva consigo, como principio rector de la
vida, el “no sin los otros, nada sin los otros*”.
3.5. Otro rasgo de la felicidad cristiana es la primacía del amor. Dicen
los escritos de Juan “Creemos en el amor que Dios nos tiene”. “Vivo de la
fe en el hijo de Dios que me amó”, dice San Pablo. Todos sabemos que el
amor es la sal de la vida, su sentido, por eso *el amor está en la raíz de
toda felicidad;* ahora nos explicamos el fracaso de la civilización del
deseo que hay que saciar por la posesión y el consumo de bienes porque el
amor comporta ciertamente deseo pero lo trasciende en la donación regida
por la ley de la gratuidad; la originalidad del amor como centro de la vida
explica la originalidad de la felicidad cristiana: hay más alegría en dar
que en recibir, dice San Pablo en el Libro de los Hechos atribuyendo la
expresión al mismo Jesús.
*Felicidad cristiana, esperanza y sufrimiento*
¿Es verdad que creer en el Dios de Jesucristo aporta alegría, auténtica
alegría a la vida de los creyentes?, ¿qué clase de alegría es la que
aporta? Porque es verdad que la Biblia se refiere a los creyentes como
felices, al Dios en el que esperamos como el Dios que consuela, pero
también es verdad que está llena de oraciones, como las de Jeremías, las
del libro de las Lamentaciones, las de Job, como las de los autores de los
salmos, la de Jesús mismo, en las que se dirigen a Dios desde el abismo del
sufrimiento, desde el mayor abatimiento, desde la angustia, con oraciones
que consisten en preguntas, en busca de explicación por lo que están
viviendo, de queja por esa situación.
La esperanza no se identifica con el optimismo superficial que con una
actitud mágica ante Dios hace de Él la respuesta inmediata a las preguntas
humanas, pone en Él la satisfacción de nuestros deseos inmediatos. El Dios
de la fe y de la esperanza cristiana no puede convertirse en objeto de
ningún acto humano, es un Dios absolutamente trascendente, que no es ajeno
al mundo pero tampoco se hace presente en él como un poder mayor o un ente
supremo que lo rige o lo vigila desde fuera del mundo; precisamente por eso
la fe requiere el trascendimiento de todo lo mundano y el descentramiento
de sí mismo, por eso la esperanza solo está a la altura del Dios en el que
confía cuando renuncia a todos los apoyos que puedan imaginarse para
confiar; renunciar, como Abraham en el sacrificio de Isaac, a la prueba que
Dios mismo le había dado como muestra de su fidelidad.
A partir de estas consideraciones se entiende que confiar cuando no se
tiene ninguna razón aparente para hacerlo, que confiar contra toda razón,
no es que sea el grado sumo de la esperanza, es que es la condición
indispensable para que la esperanza sea esperanza teologal. Así entendida *la
esperanza no consiste en la convicción de que todo me va a ir bien en el
futuro sino en la certeza oscura, en la confianza incondicional de que,
suceda lo que suceda en mi vida, todo está bien porque mi vida entera está
confiada a Dios*.
Voy a terminar con una alusión a la “verdadera alegría”. Los textos más
elocuentes sobre ella están en San Francisco de Asís, en sus mismos
escritos y el capítulo VIII de Las Florecillas. Por ser más breve, remito a
un texto de Santa Teresa del Niño Jesús, que sabéis que pasó por una prueba
formidable al final de su vida, 18 meses en la más oscura de las noches
espirituales, y escribe “a veces es verdad que el pajarillo –ella misma- se
ve asaltado por la tempestad, le parece creer que no existe otra realidad
mas que las nubes que lo envuelven. Entonces llega la hora de la alegría
perfecta para el pobrecito y débil ser, qué dicha para él permanecer allí
no obstante y seguir mirando fijamente a la luz invisible que se oculta a
su fe”. Esta forma de alegría no es una anécdota en la vida de los
creyentes, puede verse como la reproducción en ellos mismos del misterio
pascual, de la vida, muerte y resurrección de Cristo. ¿Recordáis lo que
decía Camus, “los hombres mueren y no son felices”? Jesús no nos ha salvado
de esa condición humana expuesta al sufrimiento arrebatándonos al cielo y
evitándonos la muerte, eso entraba dentro de la propuesta del tentador en
el desierto. Él ha asumido nuestra condición hasta el fondo, pasando por el
sufrimiento, el abandono y la muerte en la cruz y experimentando en sus
carnes crucificadas y de resucitado la victoria definitiva del amor de Dios
a la que nos asocia la esperanza.
Cristianos de Madrid**
FORO DE PROFESIONALES CRISTIANOS, pxmadrid@telefonica.net
MADRID.
*¿Qué podemos hacer los cristianos, qué podemos aportar a la búsqueda de la
felicidad en nuestro tiempo?*
12/03/10.- Vivimos en un clima cultural en el que predomina la desesperanza
y es que han ido fracasando uno tras otro los proyectos ideados para
encontrar una solución al problema del deseo humano de felicidad. La
ilustración no ha cumplido sus promesas, el marxismo que prometía un mundo
justo y nada menos que un paraíso en la tierra, ha fracasado, seguramente
por la estrechez de sus presupuestos ideológicos, basados en el
materialismo, y por la brutalidad de su aplicación en los países que han
estado bajo su dominio. A algunos les pareció que, tras el fracaso del
socialismo real, el mercado abandonado a sus leyes propiciaría el
crecimiento económico indefinido, que multiplicaría los bienes y
facilitaría el acceso a ellos a los pueblos hasta ahora marginados; hoy, la
crisis nos lo muestra con toda claridad, constatamos que la distancia entre
pobres y ricos se hace cada vez mayor, que el crecimiento tiene unos
límites y que por tanto también el mercado ha defraudado las esperanzas que
algunos habían puesto en él. ¿Qué podemos hacer los cristianos en esta
época de desesperanza?
1. Yo creo que lo primero es mirar hacia nosotros y *hacer autocrítica*,
tomar conciencia de los errores anteriores y actuales, justamente en
relación con el problema de la felicidad. ¿Por qué si el cristianismo posee
principios capaces de transformar la existencia, si la esperanza y el amor
constituyen una verdadera fuente de felicidad para los creyentes, como
sucedió al principio del cristianismo, por qué nos vemos los cristianos
también anegados en la civilización del deseo, en las sociedades del
hiperconsumo y en todas las contradicciones que eso supone para la
concepción cristiana del hombre, de la sociedad y de su destino?
La primera razón es que nos llamamos cristianos, porque mantenemos
elementos del cristianismo, creencias, prácticas, formas diluidas de
pertenencia a la Iglesia… pero nuestro cristianismo es más, en conjunto y
sin ofender a nadie, un cristianismo de bautizados que de convertidos. No
creo ser demasiado pesimista si reconozco que las comunidades cristianas
actuales estamos lejos de vivir personalmente la fe que decimos poseer y
conservar*,* si digo que creemos, con la fe reducida a creencia, pero no
somos verdaderamente creyentes en Dios, en Cristo, confiando
incondicionalmente en Él. Esto explicaría que nuestra condición de
creyentes no irradie la alegría de las bienaventuranzas, de Maria, de los
discípulos o de aquellas primeras generaciones de cristianos.
2. Para estar en disposición de recuperar las fuentes cristianas de la
felicidad yo creo que necesitaríamos en primer *lugar revitalizar y
personalizar nuestro ser cristiano, *haciendo efectiva la experiencia de la
vida teologal, eso que se ha dicho tantas veces: o somos místicos o no
podremos ser cristianos. Porque la actitud teologal, la fe-esperanza y
caridad suponen una nueva forma de vivir en la que el hombre, superando las
formas de vida desperdiciada, -la evasión, el divertimiento y tantas otras
formas- llega al fondo de sí mismo y tratando de remontar el curso de su
vida, que él percibe que no se ha dado a sí mismo, admite, reconoce,
acepta: “todas mis fuentes están en ti”, refiriéndose, naturalmente a Dios.
Creer en el Dios Padre creador es, en su centro mismo, vivir en la
esperanza y de la esperanza. Y la esperanza es, en una expresión de Miguel
García-Baró, “la certeza difícil, profundamente dichosa, de que lo mejor
tendrá, tiene ya ahora, la última palabra. Es pues vivir en la certeza de
que la propia vida procede del manantial de amor que reconocemos como Dios
y en la certeza igualmente dichosa de que la semilla de ser que la
presencia de Dios siembre en nosotros se impondrá a todos los peligros, a
todos los pesares, incluso a las catástrofes que pueda comportar nuestra
vida”.
Pero necesitamos también recuperar la vocación terrena, mundana, de nuestro
ser cristiano, tal como la describió, después de siglos de olvido, el
Vaticano II en esa preciosa Constitución sobre la Iglesia en el Mundo
actual.
3. *Los rasgos de la felicidad cristiana*
3.1. Recuperada la raíz de la experiencia cristiana en la vida de los
cristianos, florecería de nuevo la alegría que el Nuevo Testamento atribuye
a los creyentes. Me parece además que de ahí surgiría una felicidad con
rasgos originales, los propios de la felicidad cristiana, por ejemplo: su
condición *de felicidad teologal,* la fe esperanza cristiana es
fe-esperanza en Dios por la que el cristiano se fía de Dios y se confía a
Dios, con todo el poder que la confianza en Dios tiene para derribar del
corazón de los creyentes todos los ídolos que constantemente estamos
fabricando: el de los bienes objeto de posesión y consumo, el del placer
erigido en finalidad de la vida, el del vano honor, la vana gloria y el
cultivo de la propia imagen, y por encima de todo, el del egoísmo que nos
encierra en el círculo estrecho de nosotros mismos y los nuestros y nos
hace ignorar a los otros y pasar indiferentes ante sus sufrimientos.
3.2. Tengo la impresión de que los cristianos, por no haber experimentado
de verdad el ser creyentes, no hemos descubierto la felicidad que comporta
consentir a la fuerza gravitatoria del amor de Dios en nosotros y ser
testigos de la liberación de energías en nuestro interior que se sigue de
ese consentimiento. Creer, confiar en Dios y consentir a su amor con la
incondicionalidad de toda relación que se refiere a Dios, abre la
posibilidad a otro rasgo característico de la felicidad que se sigue de
creer: *sólo se puede creer incondicionalmente *como Abraham, como María,
contra toda esperanza, es decir, contra todas las aparentes razones para no
confiar o para desesperar. Y es que confiar en Dios no es reunir todos
nuestros esfuerzos para dar el salto hacia Él, sino abandonarse a su fuerza
de atracción que es infinitamente superior a la que puede ejercer en
nosotros la gravedad que nos lleva a querer salvarnos a nosotros mismos o a
confiar en cualquiera de los seres mundanos.
3.3. La condición teologal del fundamento de nuestra felicidad hace que
ésta no se vea amenazada por nada, ni siquiera por la muerte. Como dice el
texto de Job -en la antigua traducción de la Vulgata- *“Aunque me mates,
confiaré en ti*”.
3.4. Afirmada en este fundamento, la felicidad de la fe permite descubrir
otros rasgos característicos. Por ejemplo, el Dios trascendente en el que
creemos rompe la atracción que ejerce en nosotros nuestro yo y el mundo en
el que vivimos, el Dios creador que es “Dios mío” para cada ser humano, no
puede serlo mas que siendo a la vez el Dios de todos. Imposible por tanto
decir “Dios mío” si en mi invocación no están incluidos todos. El proyecto
de Dios que aceptamos cuando decimos “hágase tu voluntad” incluye a todos
los hombres, por eso es imposible creer en Él, reconocer su amor e ignorar
a los otros. *Creer en Dios lleva consigo, como principio rector de la
vida, el “no sin los otros, nada sin los otros*”.
3.5. Otro rasgo de la felicidad cristiana es la primacía del amor. Dicen
los escritos de Juan “Creemos en el amor que Dios nos tiene”. “Vivo de la
fe en el hijo de Dios que me amó”, dice San Pablo. Todos sabemos que el
amor es la sal de la vida, su sentido, por eso *el amor está en la raíz de
toda felicidad;* ahora nos explicamos el fracaso de la civilización del
deseo que hay que saciar por la posesión y el consumo de bienes porque el
amor comporta ciertamente deseo pero lo trasciende en la donación regida
por la ley de la gratuidad; la originalidad del amor como centro de la vida
explica la originalidad de la felicidad cristiana: hay más alegría en dar
que en recibir, dice San Pablo en el Libro de los Hechos atribuyendo la
expresión al mismo Jesús.
*Felicidad cristiana, esperanza y sufrimiento*
¿Es verdad que creer en el Dios de Jesucristo aporta alegría, auténtica
alegría a la vida de los creyentes?, ¿qué clase de alegría es la que
aporta? Porque es verdad que la Biblia se refiere a los creyentes como
felices, al Dios en el que esperamos como el Dios que consuela, pero
también es verdad que está llena de oraciones, como las de Jeremías, las
del libro de las Lamentaciones, las de Job, como las de los autores de los
salmos, la de Jesús mismo, en las que se dirigen a Dios desde el abismo del
sufrimiento, desde el mayor abatimiento, desde la angustia, con oraciones
que consisten en preguntas, en busca de explicación por lo que están
viviendo, de queja por esa situación.
La esperanza no se identifica con el optimismo superficial que con una
actitud mágica ante Dios hace de Él la respuesta inmediata a las preguntas
humanas, pone en Él la satisfacción de nuestros deseos inmediatos. El Dios
de la fe y de la esperanza cristiana no puede convertirse en objeto de
ningún acto humano, es un Dios absolutamente trascendente, que no es ajeno
al mundo pero tampoco se hace presente en él como un poder mayor o un ente
supremo que lo rige o lo vigila desde fuera del mundo; precisamente por eso
la fe requiere el trascendimiento de todo lo mundano y el descentramiento
de sí mismo, por eso la esperanza solo está a la altura del Dios en el que
confía cuando renuncia a todos los apoyos que puedan imaginarse para
confiar; renunciar, como Abraham en el sacrificio de Isaac, a la prueba que
Dios mismo le había dado como muestra de su fidelidad.
A partir de estas consideraciones se entiende que confiar cuando no se
tiene ninguna razón aparente para hacerlo, que confiar contra toda razón,
no es que sea el grado sumo de la esperanza, es que es la condición
indispensable para que la esperanza sea esperanza teologal. Así entendida *la
esperanza no consiste en la convicción de que todo me va a ir bien en el
futuro sino en la certeza oscura, en la confianza incondicional de que,
suceda lo que suceda en mi vida, todo está bien porque mi vida entera está
confiada a Dios*.
Voy a terminar con una alusión a la “verdadera alegría”. Los textos más
elocuentes sobre ella están en San Francisco de Asís, en sus mismos
escritos y el capítulo VIII de Las Florecillas. Por ser más breve, remito a
un texto de Santa Teresa del Niño Jesús, que sabéis que pasó por una prueba
formidable al final de su vida, 18 meses en la más oscura de las noches
espirituales, y escribe “a veces es verdad que el pajarillo –ella misma- se
ve asaltado por la tempestad, le parece creer que no existe otra realidad
mas que las nubes que lo envuelven. Entonces llega la hora de la alegría
perfecta para el pobrecito y débil ser, qué dicha para él permanecer allí
no obstante y seguir mirando fijamente a la luz invisible que se oculta a
su fe”. Esta forma de alegría no es una anécdota en la vida de los
creyentes, puede verse como la reproducción en ellos mismos del misterio
pascual, de la vida, muerte y resurrección de Cristo. ¿Recordáis lo que
decía Camus, “los hombres mueren y no son felices”? Jesús no nos ha salvado
de esa condición humana expuesta al sufrimiento arrebatándonos al cielo y
evitándonos la muerte, eso entraba dentro de la propuesta del tentador en
el desierto. Él ha asumido nuestra condición hasta el fondo, pasando por el
sufrimiento, el abandono y la muerte en la cruz y experimentando en sus
carnes crucificadas y de resucitado la victoria definitiva del amor de Dios
a la que nos asocia la esperanza.
Sunday, February 19, 2012
¿Qué debe decir un católico en un debate hostil de televisión para convencer a la audiencia?
Catholic Voices te da las claves Es frecuente ver ciertos debates en televisión planteados con hostilidad a la cosmovisión cristiana de la sociedad, y las dificultades de muchos de los representantes de la Iglesia en convencer a la audiencia con sus reflexiones. Catholic Voices nació en el Reino Unido de la mano del periodista español Jack Valero, tras comprobar el gran interés de las televisiones por cubrir el viaje de Benedicto XVI al país, y las dificultades de los portavoces eclesiales por transmitir el mensaje en el siempre difícil mundo del debate televisivo con formato más bien superficial. Jack Valero, curtido en el mundo de la comunicación, decidió con otros colegas formar a portavoces católicos no oficiales, preferentemente seglares, para que pudieran ir a la televisión y dar un mensaje veraz y convincente sobre el viaje papal y la Iglesia. En concreto, Catholic Voices toma como modelo al Cardenal Newman, beatificado por el Papa el pasado septiembre, el cual decía: “Quiero un laicado, que no sea arrogante, ni charlatán, ni polemizador, sino hombres [y mujeres] que conozcan su religión, que entran en ella, que saben dónde están, que saben lo que tienen y lo que no, que conocen su fe tan bien que pueden dar testimonio, que saben mucho de la historia que se puede defender. Quiero un laicado inteligente, bien instruido, […que…] entienda cómo la fe y la razón están cada una en la base y los principios del Catolicismo”. La iniciativa de Jack Valero tuvo tanto éxito, que su Catholic Voices se está implantando en otros países, además del Reino Unido, como España, México, Polonia, Costa Rica... ReL extracta los diez principios básicos que Catholic Voices considera que debe interiorizar un católico que acude a un debate televisivo para exponer la fe: 1. Busca la intención positiva detrás de la crítica «En vez de pensar en los argumentos que vas a tener que rebatir, piensa en los valores que están detrás de esos argumentos. Busca el principio ético cristiano (a veces escondido) que sostiene esos valores. ¿Qué otros valores (cristianos) está ignorando o no teniendo en cuenta el que critica? Los problemas acaban siendo neurálgicos cuando tratan de valores absolutos; los conflictos, como las guerras, surgen cuando esos valores se ven amenazados. »Eso es lo que genera la mentalidad defensiva y el antagonismo. »En lugar de caer en esta trampa, cuando estés discutiendo piensa en los diferentes valores en juego y en cómo se deben sopesar. Después, reflexiona sobre como puedes, al principio de la discusión, unirte al valor que sostiene el que critica. Esto tiene un efecto cautivador y permite tener una discusión mucho más tranquila y considerada. Ya no eres un guerrero en una batalla cultural de valores absolutos, sino alguien que aporta tolerancia y sabiduría a un problema contencioso. »A veces el valor que revelas puede no ser cristiano sino lo contrario, un valor opuesto a la concepción cristiana. 2. Aporta luz y no calor »Como personas de fe, queremos arrojar luz sobre los temas difíciles: los temas ya son acalorados de por sí. Y también queremos que se vea, por nuestro comportamiento y manera de hablar, la Iglesia a la que pertenecemos y que nos ha formado. Cuando hablamos (y por la manera en la que hablamos), dejamos ver lo que queremos decir. »Si acudes a una discusión para aportar luz en vez de calor, el énfasis será completamente diferente. Escucharás con atención la opinión del otro por mucho que estés en desacuerdo. Tu objetivo será dejar que entren rayos de luz sobre el tema, y así abrir la discusión, respetando el punto de vista del otro pero manteniendo el tuyo. »Al igual que se puede llegar a la fe al ver la vida de personas de fe que impresionan, también se puede llegar a la luz en una discusión por la manera en que se habla. Mantener la calma nunca falla. 3. La gente no se acuerda de lo que has dicho, pero sí de cómo les has hecho sentir »Intelectuales y teólogos: cuidado. La erudición es lo contrario a la comunicación, la cual se sirve de palabras sencillas para explicar ideas complejas. La finalidad no consiste en que tus argumentos sean lúcidos, sino en que tus palabras sean entendidas. »Por supuesto, es muy importante la verdad que hay en tus palabras. El objetivo de ser un Catholic Voice es, por encima de todo, aclarar. Lo que nos proponemos al responder a preguntas o críticas no es más que a iluminar allá donde haya oscuridad o confusión. Pero no somos nosotros los que persuadimos; es la Verdad. »Nuestra tarea consiste en servir a la Verdad lo mejor que podamos. Y cuando mejor servimos a la Verdad es cuando no intentamos “derrotar” al que se opone, sino lo contrario, buscamos actuar con civismo, empatía y claridad. »Así pues, evalúa, tras cada intercambio, según este criterio: ¿he ayudado a que los demás entiendan mejor la enseñanza o posturas de la Iglesia? ¿Y cómo les he hecho sentir: animados o derrotados? ¿Inspirados o acosados? ¿Con ganas de escuchar más o aliviados de que se haya terminado? 4. No cuentes, muestra »Solemos preferir una historia a una charla, y prestamos más atención a la experiencia que a los argumentos. Eso no quiere decir que no se deban utilizar argumentos. Pero siempre que puedas, compleméntalos con ilustraciones: anécdotas sobre experiencias personales o situaciones hipotéticas que ayuden a “imaginar” lo que quieres decir. En lugar de contar que la Iglesia ayuda a los que padecen el SIDA en África, habla de los hospitales y dispensarios en los pueblos más remotos del campo africano, donde las monjas cuidan de los pacientes en cabañas que se caen a trozos. »No te sientas el portavoz de una compañía distante, sino un discípulo encantado de compartir historias. 5. Piensa en triángulos »Las discusiones pueden ser muy desorganizadas, deslizándose a ciegas cuesta abajo hasta que se nos olvida cuál era el tema principal. Asegúrate de que tu contribución es concisa, clara y que no dejas de lado a nadie. Pule tus ideas reduciéndolas a los tres argumentos que quieres proponer; suele ser difícil sacarlos todos, así que con que puedas tocar dos de los tres puedes darte por satisfecho. Aun así, es esencial que ordenes tus ideas en tres argumentos principales. 6. Sé positivo »Este es un principio básico de la comunicación y más importante aún cuando estamos argumentando el punto de vista de la Iglesia en contra de algo, lo cual puede ser común en la sociedad de hoy. La Iglesia se opone a muchas cosas, pero porque desea proteger y mejorar. »Casi todo lo que proclama la Iglesia lo hace porque quiere conducir a la gente, y a la sociedad en general, a la plenitud de la vida, la salud y la prosperidad sostenible. La Iglesia no es como un policía moral con cara de huraño; es más bien como la Madre Teresa, que se entrega a la gente olvidada y débil. »Los miembros de Catholic Voices tienen que ser idealistas y radicales, e invitar a la sociedad a escoger otro camino, uno mejor. Los pro-vidas tienen que ser como los que luchaban contra la esclavitud, no moralistas que riñen a la gente; los que se oponen a la muerte asistida tienen que ser promotores de hospicios en cada esquina. No seas el ángel del juicio, sino el que señala el camino luminoso. 7. Sé compasivo »La compasión es la cualidad que debería distinguir a los cristianos, pero desafortunadamente, puede estar ausente en discusiones con un católico. » Aquellos que creen fervientemente en sus valores suelen sentirse frustrados cuando otros rechazan o ignoran lo que es tan importante para ellos. Sin embargo, ese sentimiento es esencialmente egocéntrico. Pretenden que otra persona entienda y valore lo que ellos consideran importante. Pero el que critica también tiene sus propios principios y puede que también se sienta frustrado si no se valoran. »Entramos así en un círculo vicioso. Ser compasivo, incluso en grandes discusiones, es esencial para salir de este círculo vicioso de reproche mutuo. » Es muy probable que la persona con la que estés discutiendo haya tenido una experiencia directa con el tema neurálgico, ya sea personalmente o como testigo de primera mano; también es posible que haya tenido una mala experiencia con las autoridades o alguna institución que le haya dejado huella. Puede que sepas que esa persona ha tenido esa experiencia, o puede que no; si no, lo mejor es asumirlo. Dios es la cabeza de turco para la furia, un polo de atracción para las frustraciones, aunque sean vagas o imprecisas. »Ser compasivo es poder entender esta furia y dolor, y así relacionarse con los demás como un ser humano a otro. Los que critican a la Iglesia se muestran particularmente sensibles al hecho de que los católicos aparezcan de forma sistemática repitiendo lo que les “dijeron” que debían pensar. »La experiencia personal se opone a la ortodoxia institucional, la experiencia de cada víctima se contrapone al interés colectivo, y así sucesivamente. »Para un Catholic Voice supone un reto constante evitar ser el frío e insensible representante de una institución humana distante. Hay muchas maneras de salir de esta trampa: hablar de tu propia experiencia, contar historias que muevan a la emoción, o dar ejemplos. Pero también puede ser que simplemente necesitemos saber escuchar y estar preparados para absorber la furia y el dolor que algunos sienten hacia la Iglesia; tan solo esto ya supone una herramienta de compasión completamente válida. Si es la primera experiencia que tienen de que alguien con fe les escuche, la compasión es el mejor testimonio que podemos ofrecer. 8. Ten datos preparados, pero evita actuar como un robot »Hay que partir de una buena preparación y tener datos que enmarquen la discusión. Pero recuerda que las estadísticas pueden resultar abstractas e inhumanas, o simplemente una tapadera: se suele pensar que los políticos que hacen uso de ellas están mintiendo. »Sobre todo, intenta que la discusión no se convierta en un ping-pong de estadística, un juego del que muchos pagan por alejarse. Si usas estadísticas, no te compliques. Asegúrate de que las cifras sean redondas, claras y que todo el mundo pueda entenderlas: en vez de 30 de 100 personas, di “uno de cada tres”; y en vez de “25 por ciento” di “un cuarto”. Úsalas solo cuando realmente las necesites, no como simples refuerzos. »La crítica hacia la Iglesia suele estar fundamentada en citas erróneas o falta de comprensión global. Por lo tanto, es importante ir a la fuente y comprobar dónde se ha torcido la verdad o en qué parte se ha interpretado mal. 9. No se trata de ti »Para una buena comunicación es esencial aparcar el ego. No es que el crítico no te valore o no te respete a ti, sino a lo que tú representas. Tu miedo, timidez y defensiva son los productos de tu ego que se queja. Piensa en Juan el Bautista, un comunicador sin miedo; la fuente de su fuerza fue saber que él era la puerta por la que tenía que pasar la gente para llegar a Jesucristo. »Ahora pasemos a zanjar la cuestión de si tu intervención va a ser fantástica o espantosa. Es inevitable sentirse un poco nervioso antes de hablar en público, la adrenalina ayuda a concentrarse. Pero un exceso de nervios suele tomarse como una señal de timidez. Recuerda que a la gente no le interesa lo que tú pienses, sino lo que tú pienses. »Sin embargo, el ego nos engaña y nos hace pensar que nosotros somos el centro de la atención, lo que nos hace temblar por los nervios o hincharnos de absurdo orgullo. »Respira hondo para calmarte antes de empezar y haz una pausa antes de responder a la pregunta. Por supuesto, la mejor forma de apagar los nervios es prepararse bien. »Rezar antes de entrar en un plató o de empezar un debate es vital: no solo para apagar los nervios y aparcar el ego, sino también para recordar para qué y para quién vas a hablar. Reza para que el Espíritu Santo esté contigo y hable a través de ti. »Si sale mal, ¡alégrate! El éxito no tiene casi nada que enseñarnos. Pídele a alguien de confianza que repase la intervención contigo para ver dónde te equivocaste y lo que puedes mejorar. Es una oportunidad para aprender, así que agradece la lección. »Y recuerda: es mucho menos importante de lo que crees y seguro que no lo hiciste tan mal como piensas. »Estás trabajando para Dios lo mejor que puedes y eso ya es suficiente, aunque no salga bien. El ego intentará persuadirnos de que somos el mejor orador del mundo o la criatura más desgraciada que jamás haya hablado por un micrófono. La verdad es que no somos ni lo uno ni lo otro, y por lo general somos bastante buenos, por lo que te puedes quedar tranquilo. 10. Vas a dar testimonio, no a ganar »Uno de los periodistas encargados de cubrir el viaje papal estaba descansando en Londres después de escribir sobre el segundo día de Benedicto XVI en dicha ciudad. En la mesa de al lado había dos mujeres que miraban sin demasiado interés el seguimiento en directo de la llegada del Papa a Hyde Park. Dos miembros de Catholic Voices estaban siendo entrevistados y comentaban, explicando con precisión y entusiasmo, lo que el Papa significaba para ellos, para los católicos y para el Reino Unido. También contaban por qué creían que el viaje en cuestión era un beneficio para la sociedad en general. Una vez hubieron terminado, una de las mujeres se giró y le dijo a la otra: “Bueno, parece que no todos están locos". »El periodista nos dijo: “¡Habéis ganado el partido!”. »El poder de estas reacciones no es algo fácil de medir. Sin embargo, bastante gente que vuelve a la Iglesia después de muchos años o que decide interesarse por convertirse al catolicismo, suele alegar haber oído o visto a alguien decir algo que les causó impresión y seguía dándole vueltas en la mente. »No obstante, no suele ser el resultado de una discusión brillante o de una frase bonita. Casi siempre se trata de una “reformulación”: un prejuicio o una preconcepción que es rebatida o incluso dada la vuelta. A esto lo llamamos “conversión”. »Catholic Voices existe para contarle a la gente la verdad sobre la Iglesia y que así la puedan ver con otros ojos. En la Introducción, hablamos de cómo la fe católica puede “escandalizar”: incita reacciones bruscas así como preguntas difíciles. Dijimos que "escandalizar" es un obstáculo en el camino. Hace que la gente se pare y piense; que se pregunte cosas. Y esto puede significar el comienzo de un nuevo camino: un camino que nos lleve a ver la vida de otra manera. O por el contrario, que nos lleve a abandonar el camino y darnos la vuelta, de lo que nos previene Jesús. »El cometido de Catholic Voices es entrar en ese momento preciso, el momento del “escándalo”, cuando la gente todavía no se ha dado la vuelta pero está indignada, confundida o curiosa. Cualquier reto es para nosotros una oportunidad de ser testigos: disipar malentendidos, difundir luz donde hay mito y confusión, demostrar empatía y compasión así como una visión más profunda. »El enemigo de ese testimonio es el deseo de “vencer” y “derrotar”. Una actitud de rivalidad y victoria, de ganadores y perdedores, de “nosotros contra ellos”, de “bien y mal”… »Este es el idioma de las batallas y ataques, de la guerra y la persecución. Hay algunos católicos a los que les gustaría levantar el puño en contra de los que atacan a un Papa que, según ellos, está siendo injustamente atacado en temas como la adopción por homosexuales o el abuso sexual clerical. Pero aunque tienen el derecho a defenderle y a explicar mejor las cosas, también deberían evitar formar parte del ciclo de acusación y defensa. »Y, como es bien sabido, nadie está más fuera de ese ciclo que el mismo Papa Benedicto. ¿Qué fue lo que hizo tras aterrizar en Escocia? Bendijo al país, agradeció su hospitalidad, besó bebés y derritió corazones. Dijo palabras fuertes, palabras provocadoras, a los que le escuchaban; pero eran palabras razonables, llenas de compasión y dichas con convicción. No daba órdenes, sino que hacía un llamamiento. Demostró compasión, empatía y verdadero amor. Por ese testimonio que dio de si mismo, la gente del Reino Unido estuvo dispuesta a escucharle. Esa fue su victoria, el único tipo de victoria que tenemos que perseguir». Catholic Voices tiene publicado Catholic Voices: Putting the Case for the Church in the Era of 24-Hour News Más información: www.CatholicVoices.org.es ¿Te ha gustado este artículo? Coméntaselo a tus amigos y conocidos:
Thursday, February 16, 2012
El hombre que se hizo pasar por comunista para convertirse en "contrabandista de biblias"
Hace más de 50 años el joven holandés Andrew van der Bijl dejó todo para ayudar de una insólita manera a los cristianos en las dictaduras comunistas.
JAVIER LOZANO 2012-02-16
En el año 1955 en plena Guerra Fría y con el bloque comunista en auge, un joven holandés de 27 años, Andrew van der Bijl, dejó todo para desafiar a brutales dictaduras y salir en auxilio de los cristianos perseguidos en estos países. Fue así como surgió la organización evangélica, Open Doors, responsable de uno de los informes más prestigiosos sobre la situación del cristianismo en los países más intolerantes.
El hermano Andrés, como es conocido en los países de habla inglesa, se alistó después de la II Guerra Mundial en el Ejército colonial de las Indias Orientales Holandesas y durante una rebelión en Indonesia fue herido. Fue durante su rehabilitación cuando comenzó a leer la Biblia hasta que, poco a poco, se convirtió al cristianismo.
Recorriendo el mundo comunista
El punto de inflexión en su vida se produjo en 1955 cuando dejó todo y se fue a Polonia para ayudar a sus hermanos en la fe. Para poder realizar la misión para la que viajó al telón de acero, Andrew se tuvo que afiliar a un grupo de jóvenes comunistas, la única forma legal para permanecer en el país.
Imitando a lo que abundaba en el país, este misionero utilizó la misma fórmula y comenzó a hacer contrabando, pero de biblias. Aunque no ganaba dinero, sólo lo hacía para evangelizar. Pronto comenzó a ser conocido como el "contrabandista de biblias" o el "contrabandista de Dios".
En 1957 dio un paso más y fue a la capital mundial del comunismo. El hermano Andrés viajó en coche hasta Moscú y, con el maletero cargado de biblias y de literatura religiosa, repartió los libros en un país donde el cristianismo estaba perseguido. Durante esos años, la recién nacida Open Doors se extendió por la Unión Soviética, por lo que ya eran varias repúblicas ahora exsoviéticas las que estaban siendo evangelizadas sin saberlo.
En la década de los 60, el "contrabandista de biblias" se trasladó a otro de los puntos álgidos del comunismo, la China de Mao Zedong. Allí su grupo desafió a las autoridades y siguió evangelizando. Durante esos años su actuación se extendió también a Checoslovaquía, tras la Primavera de Praga y la posterior eliminación de cualquier libertad religiosa en aquel país. Del mismo modo, el golpe de Fidel Castro en Cuba también fue contestado con otra ofensiva de esta organización evangélica.
Tras el comunismo, el mundo islámico
Tras la caída del muro los esfuerzos de Andrew van der Bijl y su Open Doors se han dirigido hacia el que se ha convertido en el sustituto del comunismo como perseguidor del cristianismo. Buena parte de los países islámicos han acabado con cualquier libertad religiosa y persiguen de manera brutal a los cristianos.
"El resurgimiento islámico está expandiéndose, la iglesia en países musulmanes está menguando. Puertas Abiertas defiende a los cristianos que son detenidos y encarcelados, en Pakistán, enseñamos a leer a los creyentes con libros que narran historias bíblicas. En Oriente Medio apoyamos a las escuelas Dominicales y proveemos cursos bíblicos por correspondencia. Además, llevamos con cierta frecuencia y siempre en secreto Biblias por todo el Mundo Musulmán", explican desde su web.
Así, el hermano Andrés asegura que "nosotros mismos nos hemos limitado voluntariamente a las necesidades de la Iglesia Sufriente, hemos elegido el Cuerpo de Cristo. Vamos donde otros no van y hacemos lo que otros no hacen, lo nuestro no es una competición. Si otros están haciendo el trabajo, se lo dejamos. Queremos concentrar nuestros limitados recursos en las partes más necesitadas del mundo".
Actualmente, su labor se centra en países musulmanes aunque no descuidan a países comunistas como China, Corea del Norte o Vietnam. Además, Open Doors hace una importante labor de dar a conocer la situación de los cristianos en el mundo.
Para ello, realizan un ránking de los países más intolerantes con los seguidores de Cristo. Libertad Digital se hizo eco de esta clasificación en la que Corea del Norte volvía a encabezar la clasificación por delante de países como Afganistán, Arabia Saudí, Somalia e Irán.
Igualmente, dan a conocer casos sobre estas persecuciones para poner de manifiesto lo que ocurre con el objetivo de despertar la conciencia de Occidente.
JAVIER LOZANO 2012-02-16
En el año 1955 en plena Guerra Fría y con el bloque comunista en auge, un joven holandés de 27 años, Andrew van der Bijl, dejó todo para desafiar a brutales dictaduras y salir en auxilio de los cristianos perseguidos en estos países. Fue así como surgió la organización evangélica, Open Doors, responsable de uno de los informes más prestigiosos sobre la situación del cristianismo en los países más intolerantes.
El hermano Andrés, como es conocido en los países de habla inglesa, se alistó después de la II Guerra Mundial en el Ejército colonial de las Indias Orientales Holandesas y durante una rebelión en Indonesia fue herido. Fue durante su rehabilitación cuando comenzó a leer la Biblia hasta que, poco a poco, se convirtió al cristianismo.
Recorriendo el mundo comunista
El punto de inflexión en su vida se produjo en 1955 cuando dejó todo y se fue a Polonia para ayudar a sus hermanos en la fe. Para poder realizar la misión para la que viajó al telón de acero, Andrew se tuvo que afiliar a un grupo de jóvenes comunistas, la única forma legal para permanecer en el país.
Imitando a lo que abundaba en el país, este misionero utilizó la misma fórmula y comenzó a hacer contrabando, pero de biblias. Aunque no ganaba dinero, sólo lo hacía para evangelizar. Pronto comenzó a ser conocido como el "contrabandista de biblias" o el "contrabandista de Dios".
En 1957 dio un paso más y fue a la capital mundial del comunismo. El hermano Andrés viajó en coche hasta Moscú y, con el maletero cargado de biblias y de literatura religiosa, repartió los libros en un país donde el cristianismo estaba perseguido. Durante esos años, la recién nacida Open Doors se extendió por la Unión Soviética, por lo que ya eran varias repúblicas ahora exsoviéticas las que estaban siendo evangelizadas sin saberlo.
En la década de los 60, el "contrabandista de biblias" se trasladó a otro de los puntos álgidos del comunismo, la China de Mao Zedong. Allí su grupo desafió a las autoridades y siguió evangelizando. Durante esos años su actuación se extendió también a Checoslovaquía, tras la Primavera de Praga y la posterior eliminación de cualquier libertad religiosa en aquel país. Del mismo modo, el golpe de Fidel Castro en Cuba también fue contestado con otra ofensiva de esta organización evangélica.
Tras el comunismo, el mundo islámico
Tras la caída del muro los esfuerzos de Andrew van der Bijl y su Open Doors se han dirigido hacia el que se ha convertido en el sustituto del comunismo como perseguidor del cristianismo. Buena parte de los países islámicos han acabado con cualquier libertad religiosa y persiguen de manera brutal a los cristianos.
"El resurgimiento islámico está expandiéndose, la iglesia en países musulmanes está menguando. Puertas Abiertas defiende a los cristianos que son detenidos y encarcelados, en Pakistán, enseñamos a leer a los creyentes con libros que narran historias bíblicas. En Oriente Medio apoyamos a las escuelas Dominicales y proveemos cursos bíblicos por correspondencia. Además, llevamos con cierta frecuencia y siempre en secreto Biblias por todo el Mundo Musulmán", explican desde su web.
Así, el hermano Andrés asegura que "nosotros mismos nos hemos limitado voluntariamente a las necesidades de la Iglesia Sufriente, hemos elegido el Cuerpo de Cristo. Vamos donde otros no van y hacemos lo que otros no hacen, lo nuestro no es una competición. Si otros están haciendo el trabajo, se lo dejamos. Queremos concentrar nuestros limitados recursos en las partes más necesitadas del mundo".
Actualmente, su labor se centra en países musulmanes aunque no descuidan a países comunistas como China, Corea del Norte o Vietnam. Además, Open Doors hace una importante labor de dar a conocer la situación de los cristianos en el mundo.
Para ello, realizan un ránking de los países más intolerantes con los seguidores de Cristo. Libertad Digital se hizo eco de esta clasificación en la que Corea del Norte volvía a encabezar la clasificación por delante de países como Afganistán, Arabia Saudí, Somalia e Irán.
Igualmente, dan a conocer casos sobre estas persecuciones para poner de manifiesto lo que ocurre con el objetivo de despertar la conciencia de Occidente.
Wednesday, February 15, 2012
Una joven burgalesa brutalmente asesinada en 1992 se acerca cada vez más a los altares
Marta Obregón, vinculada al Camino Neocatecumenal y al Opus Dei, murió defendiendo su castidad y perdonando a su asesino.
Actualizado 9 junio 2011
Gilberto Pérez/ReL
«Rezo todos los días por la conversión del asesino de mi hija», dice la madre de la joven
La noche del 21 de enero de 1992 la joven burgalesa Marta Obregón fue asesinada por un delincuente cuando regresaba a su casa, después de haber estudiado durante toda la tarde en un centro de mujeres del Opus Dei. Seis días después, el cuerpo inerte de Marta aparecía en un campo, cubierta de nieve, con 14 puñaladas y todo el cuerpo lleno de golpes que le había propinado su asesino.
Al conocer las circunstancias de su muerte y la fama de santidad de la joven, la diócesis de Burgos propuso su beatificación y en julio de 2007 se dieron los primeros pasos para introducir su causa, un proceso que tendrá el próximo martes 14 de junio su acto oficial de apertura.
La ceremonia será en la Facultad de Teología de la diócesis cuyo obispo, monseñor Francisco Gil Hellín, pondrá en marcha el acto de carácter jurídico y abierto al público, en el que los miembros del tribunal en el que se sustanciará la causa de la beatificación juramentarán sus cargos.
En la ceremonia, en la que participarán los padres de Marta, se procederá a una lectura bíblica sobre el sentido del martirio y se realizará la presentación del nihil obstat (nada obsta) de la Santa Sede y el juramento de los diferentes cargos.
Posteriormente, el obispo recibirá la lista de testigos que le presentará el postulador y las preguntas oficiales a las que tendrán que contestar. Tras aceptarlas, el prelado determinará la fecha de celebración de la primera sesión en la que se les interrogue.
El postulador de la causa, Saturnino López Santidrián, adelantó a la prensa local que a su juicio, este proceso no va a resultar muy largo “porque es una muchacha joven, que estaba empezando; no es como una persona que hubiera producido mucho literariamente” y recordó que Marta Obregón, vinculada al Camino Neocatecumenal y al Opus Dei, “dio su vida en defensa de su castidad”, “tuvo una conversión y se decidió a tener una vida plenamente cristiana” y que en el momento de su asesinato “estaba buscando su vocación definitiva”.
Para mayor información sobre Marta Obregón Rodríguez se puede visitar el sitio web sobre su beatificación.
Rachel Joy Scott, de 17 años
Le apuntaron con una pistola y le preguntaron si creía en Dios. «Tú sabes que creo», contestó
Fueron sus últimas palabras, silenciadas por un disparo de uno de sus compañeros de instituto en EEUU.
Actualizado 15 febrero 2012
Juan Antonio Ruiz LC/ReL
20 de abril de 1999, once y media de la mañana. En la Columbine Highschool en Littleton, Colorado (Estados Unidos), Rachel Joy Scott, de 17 años, caía herida a causa de los disparos de dos alumnos que se precipitaron abriendo fuego indiscriminadamente. Uno de ellos se le acercó y, apuntándole en la cabeza, le preguntó: «Y ahora, ¿crees en Dios?». Respuesta: «Tú sabes que creo». Fueron sus últimas palabras, silenciadas por un disparo.
Varios años después de la tristemente famosa matanza de Columbine, el testimonio de Rachel Joy Scott sigue tocando los corazones de millones de personas. Su familia fue poco a poco descubriéndonos el interior de su alma, principalmente con la publicación de sus poemas, diarios y dibujos.
La tercera de cinco hermanos, Rachel era una de esas criaturas que no merecería morir jamás. Joven alegre, estudiosa, con deseos de ser actriz y muy religiosa; se tomaba en serio su amistad con Cristo. Así lo demuestra uno de sus escritos: «¡Ve tras de Dios! Donde sea que quiera llevarte, ve. Y no pongas la excusa “sólo soy un adolescente” o “lo haré cuando crezca”, porque no es así como funciona. ¡Dios quiere conocerte ahora!».
Rachel no quería ser «etiquetada como una simple estadística», como escribiría, sino que tenía muy claro qué es lo importante en la vida. Lo sintetizó perfectamente en la portada de uno de sus diarios: «Ni para provecho de mi gloria, ni para provecho de mi fama, ni para provecho de mi éxito. ¡Por el provecho de mi alma!».
Dibujo en la puerta de su armario: "Estas son las manos de
Rachel Joy Scott y un día tocarán el corazón de millones de personas"
Era muy consciente de que lo que hacía tenía un sentido de eternidad. Sus poemas son los que, sin duda, transmiten mejor esta visión: «¿Qué pasaría si murieras hoy? ¿Qué sería de ti? ¿Adónde irías? No tienes asegurado el mañana, sólo es una posibilidad. Y puede que no la tengas. Y después de la muerte, ¿qué? ¿Dónde piensas pasar la eternidad?». Y concluía con esta resolución: «La eternidad está en tus manos, ¡Elige!».
Pero lo que tal vez impresiona más, entre todo el material, es el dibujo que pintó quince minutos antes de su muerte: sus ojos, de los que se desprenden trece lágrimas cayendo sobre una rosa. ¿Qué es lo extraordinario? Que trece fueron las víctimas esa mañana y que muchas confesiones cristianas en los Estados Unidos simbolizan la Resurrección de Cristo con una rosa (en inglés “rose”, que, en un juego de palabras, se traduciría “Él resucitó”).
Friday, February 10, 2012
La fe sanadora
Ante la Jornada Mundial del Enfermo
MADRID, viernes 10 febrero 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos a nuestros lectores un artículo de Monseñor Juan del Río Martín, arzobispo castrense de España, en el que se centra en la Jornada Mundial del Enfermo, que la Iglesia celebra este 11 de febrero, día de Nuestra Señora de Lourdes.
*****
+ Juan del Río Martín
El Mensaje de Benedicto XVI para la celebración de la XX Jornada Mundial del Enfermo tiene como lema: “¡Levántate, vete; tu fe te ha salvado” (Lc 17,19). Su objetivo es animar a los enfermos y menesterosos a encontrar en la fe en Dios el soporte seguro que da sentido a toda dolencia humana.
La lucha contra la enfermedad y la prevención de ésta, es algo característico de las sociedades modernas desarrolladas. En cambio, los países pobres no gozan de los medios científicos y técnicos para hacer frente a la mínima asistencia sanitaria. Para uno y otro mundo la enfermedad sigue suponiendo una incógnita inabarcable. Es un perpetuo recordatorio de que la vida es lucha, que tiene fecha de caducidad y que el paraíso de la salud permanente no existe. Esto, para el hombre posmoderno y secularizado es el gran fracaso humano, que elude, disfraza u oculta ante la imposibilidad de su vencimiento.
Actualmente, en los sistemas sanitarios priman los criterios economicistas, cientificistas, competitivos y de prestigio. Se margina o ignora la perspectiva trascendente de la persona que, en definitiva, es la que da significado a lo incomprensible del dolor. Esto hace que el enfermo sea un objeto experimental, un número, una cama, un coste. Por eso mismo, es inevitable plantear un sistema sanitario más ético, más humano, más justo, donde el enfermo tenga un rostro sufriente y humano.
El cristianismo no ha negado nunca la enfermedad, el dolor, la muerte, sino que ha preparado a los hombres para pasar por esos trances, enseñando siempre a ser solidarios y caritativos con los aquejados por cualquier padecimiento. El Papa nos recuerda que: “Dios, en su Hijo, no nos abandona en nuestras angustias y sufrimientos, está junto a nosotros, nos ayuda a llevarlos y desea curar nuestro corazón en lo más profundo”.
La fe en Cristo no suprime el sufrimiento, pero lo ilumina, lo eleva, lo purifica, lo sublima, lo vuelve válido para la eternidad. Esa vivencia, sitúa al enfermo en un modo de vivir y de relacionarse muy distinto de aquellos que experimentan esa misma realidad, pero sin referencia a un Dios que desea siempre nuestro bien, aunque a veces no lo veamos. La confianza y el seguimiento a ese Médico que es Jesús de Nazaret (Mt 9,12; Mc 2,17; Lc 5,31), hace que alcancemos la salud integral, ya que como diría san Agustín: “Cristo es en realidad el médico sabio y omnipotente que quiso sanar las enfermedades del cuerpo para manifestarse como salvador de las almas”. (Sermón 84,4).
El Mensaje pontificio nos recuerda que “el binomio entre salud física y renovación del alma lacerada nos ayuda a comprender mejor los sacramentos de curación”. La terapia de la fe sanadora comienza con la humilde y constante plegaria del afligido y de la comunidad que rodea al enfermo. La Iglesia, como continuadora de la obra y misión de su Señor, ofrece las “medicinas espirituales” de los sacramentos de la Penitencia y de la Unción. Son momentos privilegiados donde los enfermos se enfrentan a su propia vida, reconocen los errores y fracasos y siente el bálsamo de la reconciliación con Dios, con los hermanos y consigo mismos. No son “analgésicos mentales”, ni impiden que las ciencias médicas y sanitarias hagan su labor, sino que son realidades de la gracia sobrenatural que cura el corazón destrozado de la persona que pasa por la prueba del sufrimiento y de la proximidad de su final. Ello tiene como fruto la paz de espíritu que posibilita vivir con dignidad y humanidad en el “lecho del dolor”.
Esto no lo puede dar ni las más avanzadas ciencias médicas, ni la simple asistencia social hospitalaria, porque el que enferma es una persona, un espíritu encarnado y como tal tiende a su fin. Como dice Agustín de Hipona: “nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (Conf. 1,1).
MADRID, viernes 10 febrero 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos a nuestros lectores un artículo de Monseñor Juan del Río Martín, arzobispo castrense de España, en el que se centra en la Jornada Mundial del Enfermo, que la Iglesia celebra este 11 de febrero, día de Nuestra Señora de Lourdes.
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+ Juan del Río Martín
El Mensaje de Benedicto XVI para la celebración de la XX Jornada Mundial del Enfermo tiene como lema: “¡Levántate, vete; tu fe te ha salvado” (Lc 17,19). Su objetivo es animar a los enfermos y menesterosos a encontrar en la fe en Dios el soporte seguro que da sentido a toda dolencia humana.
La lucha contra la enfermedad y la prevención de ésta, es algo característico de las sociedades modernas desarrolladas. En cambio, los países pobres no gozan de los medios científicos y técnicos para hacer frente a la mínima asistencia sanitaria. Para uno y otro mundo la enfermedad sigue suponiendo una incógnita inabarcable. Es un perpetuo recordatorio de que la vida es lucha, que tiene fecha de caducidad y que el paraíso de la salud permanente no existe. Esto, para el hombre posmoderno y secularizado es el gran fracaso humano, que elude, disfraza u oculta ante la imposibilidad de su vencimiento.
Actualmente, en los sistemas sanitarios priman los criterios economicistas, cientificistas, competitivos y de prestigio. Se margina o ignora la perspectiva trascendente de la persona que, en definitiva, es la que da significado a lo incomprensible del dolor. Esto hace que el enfermo sea un objeto experimental, un número, una cama, un coste. Por eso mismo, es inevitable plantear un sistema sanitario más ético, más humano, más justo, donde el enfermo tenga un rostro sufriente y humano.
El cristianismo no ha negado nunca la enfermedad, el dolor, la muerte, sino que ha preparado a los hombres para pasar por esos trances, enseñando siempre a ser solidarios y caritativos con los aquejados por cualquier padecimiento. El Papa nos recuerda que: “Dios, en su Hijo, no nos abandona en nuestras angustias y sufrimientos, está junto a nosotros, nos ayuda a llevarlos y desea curar nuestro corazón en lo más profundo”.
La fe en Cristo no suprime el sufrimiento, pero lo ilumina, lo eleva, lo purifica, lo sublima, lo vuelve válido para la eternidad. Esa vivencia, sitúa al enfermo en un modo de vivir y de relacionarse muy distinto de aquellos que experimentan esa misma realidad, pero sin referencia a un Dios que desea siempre nuestro bien, aunque a veces no lo veamos. La confianza y el seguimiento a ese Médico que es Jesús de Nazaret (Mt 9,12; Mc 2,17; Lc 5,31), hace que alcancemos la salud integral, ya que como diría san Agustín: “Cristo es en realidad el médico sabio y omnipotente que quiso sanar las enfermedades del cuerpo para manifestarse como salvador de las almas”. (Sermón 84,4).
El Mensaje pontificio nos recuerda que “el binomio entre salud física y renovación del alma lacerada nos ayuda a comprender mejor los sacramentos de curación”. La terapia de la fe sanadora comienza con la humilde y constante plegaria del afligido y de la comunidad que rodea al enfermo. La Iglesia, como continuadora de la obra y misión de su Señor, ofrece las “medicinas espirituales” de los sacramentos de la Penitencia y de la Unción. Son momentos privilegiados donde los enfermos se enfrentan a su propia vida, reconocen los errores y fracasos y siente el bálsamo de la reconciliación con Dios, con los hermanos y consigo mismos. No son “analgésicos mentales”, ni impiden que las ciencias médicas y sanitarias hagan su labor, sino que son realidades de la gracia sobrenatural que cura el corazón destrozado de la persona que pasa por la prueba del sufrimiento y de la proximidad de su final. Ello tiene como fruto la paz de espíritu que posibilita vivir con dignidad y humanidad en el “lecho del dolor”.
Esto no lo puede dar ni las más avanzadas ciencias médicas, ni la simple asistencia social hospitalaria, porque el que enferma es una persona, un espíritu encarnado y como tal tiende a su fin. Como dice Agustín de Hipona: “nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (Conf. 1,1).
Wednesday, February 8, 2012
Los 11 frutos que aporta el rezar por los enfermos: de la curación milagrosa al acierto del médico
Alfonso Uribe Jaramillo fue el obispo de Sonsón-Rionegro (Colombia) de 1968 a 1993, uno de los obispos participantes en el Concilio Vaticano II y uno de los impulsores de la Renovación Carismática en América.
En vísperas de la Jornada del Enfermo, que cada año se celebra el 11 de febrero, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, retomamos una enumeración de frutos de la oración por los enfermos que él mismo experimentó cuando, ya siendo obispo, empezó a orar por ellos de manera regular. Lo tomamos de su librito ya casi inencontrable Pastoral Renovada (Librería Parroquial de Clavería, México).
11 frutos del Ministerio de Sanación y la oración por los enfermos (por Mons. Alfonso Uribe Jaramillo)
Cuando se menciona hoy el ministerio de curación corporal como elemento valioso e integral de la pastoral se ponen los gritos en el cielo.
Por experiencia personal sé que si uno trabaja pastoralmente en este campo se expone a incomprensiones, críticas y burlas. Pero tengo que afirmar también que este ministerio le acerca a uno a sus hermanos de una manera especial y es fuente de compensaciones insospechadas. Lo único que lamento es haber descubierto tan tarde la importancia y la riqueza de este ministerio al que Jesús dedicó tanto tiempo y con tanto amor. Muchas de las prevenciones que se tienen contra este ministerio se deben a falta de buena información.
Se tiene, por ejemplo, la idea errónea de que curación y milagro son casi sinónimos. Por eso llaman milagreros a quienes ejercen este ministerio. Sin embargo, se trata de cosas muy distintas, pues aunque una curación pueda ser milagrosa, esto será la excepción. San Pablo distingue en la enumeración que hace de los carismas entre curaciones y milagros (1 Cor 12,9). La misma distinción encontramos en Hechos 4,30.
Otros creen que ejercer el ministerio de sanidad corporal es propio de santos. Olvidan que el ejercicio de cualquier carisma puede darse en personas que estén en pecado, y que lo que muestra la santidad de una persona es el amor con que ejerza los carismas. Judas y Caifás ejercieron carismas, a pesar de lo que eran, y nosotros los sacerdotes podemos estar en pecado y consagrar válidamente en virtud del carisma que recibimos el día de nuestra Ordenación.
Otros toman una posición muy cómoda para no ejercer el carisma de sanidad y es la de afirmar que para eso están los médicos y las medicinas modernas. Pero cuántas personas carecen por pobreza de estos recursos, y cuántas enfermedades son incurables. La oración por curación no excluye ni la visita al médico ni el uso de medicamentos, quien pueda disponer de estos recursos debe hacerlo; pero en estos casos no sobra la oración, pues ésta puede ayudar para que el médico acierte mejor el diagnóstico y en la formulación de la droga mejor y para que ésta obre con mayor eficacia. (La lectura del capítulo 38 del Eclesiástico da mucha luz sobre este punto).
Tampoco hay que esperar resultados inmediatos cuando se ora por un enfermo. A nosotros nos toca solamente orar y dejar al Señor el resultado. Generalmente la salud se recupera mediante un proceso que puede ser muy largo pero que es muy útil para que el enfermo vaya conociendo mejor al Señor y vaya mejorando sus relaciones con Dios.
Otros sacerdotes dicen que para este fin tenemos el Sacramento de la Unción de los enfermos y que lo demás sobra; no tienen en cuenta que la Renovación Carismática Católica da gran importancia a este sacramento. Además, hay muchos casos de enfermedad que no permiten la administración del Sacramento pero sí el Ministerio de Sanidad por la Oración.
FRUTOS DEL MINISTERIO DE SANACIÓN
1- Experiencia del Amor de Cristo
El gran valor pastoral de este ministerio de sanidad consiste en la experiencia que reciben los enfermos del amor de Cristo que aparece de manera concreta en su compasión por los que sufren. Cuando uno ora al Señor por un enfermo y con él, siempre hay una manifestación de paz y alegría en él, aunque no se dé ningún cambio aparente en el estado de su salud.
Con este ministerio la gente comprende mejor la realidad de un Jesús vivo que es el mismo siempre y que ahora hace por ministerio de la Iglesia todo lo que aparece en el Evangelio.
Muchos que han oído decir frecuentemente que "Dios es amor", sienten por primera vez la realidad de ese amor paternal cuando alguien implora de Él la salud para uno de sus hijos y éste la obtiene, sea de una manera total o al menos parcial.
Hablamos mucho en teoría del amor de Dios, pero nos da miedo hablar de su experiencia. Y ¿cómo vamos a predicar con fuerza el amor de Dios si no hacemos nada para que un enfermo lo palpe?
Lo que hallo más interesante en el Ministerio de Sanación es este aspecto pastoral del encuentro real de los enfermos con el poder y el amor del Señor. Más aún, si no fuera por este aspecto, yo no hallaría mucha razón de ser en esta tarea. Mientras no se descubra este aspecto, que es primordial, no se comprenderá ni se valorará debidamente la oración por la curación de los enfermos.
Cuando leemos el Santo Evangelio, vemos cómo un endemoniado, una vez liberado por Jesús, quiere acompañarlo (Mc 5, 18). Como la suegra de Pedro, una vez curada de su calentura, inmediatamente se pone a servir a Jesús (Mc 1,30). Era la reacción lógica de quienes habían experimentado la caridad del Señor y querían corresponder a ella con demostraciones concretas de gratitud..
2- Anestesia divina
Así llama un autor el fruto de la oración en algunos enfermos. No se curan, pero desaparecen o disminuyen los dolores. Estas personas reciben un gran alivio con la oración que se hace por su curación, y pueden alabar mucho al Señor y desempeñar sus deberes o parte de ellos.
La fuente de la sanación es el amor. Cuando nos acercamos con compasión verdadera a un enfermo él siente esa corriente de amor del Señor en su ser y los dolores disminuyen o desaparecen. Las madres saben esto por intuición y por eso con sus caricias quitan tantos dolores del cuerpo de sus pequeños enfermos.
3- Que el médico descubra la causa de la enfermedad y acierte en el tratamiento
No pocas veces esa es la respuesta de la oración que se hace por un enfermo. El Señor es el autor del hombre, de la Ciencia y de las medicinas. Cuando Él lo quiere, da su respuesta a través de estos medios naturales que deben ser tenidos por todos en alto aprecio.
Recuerdo el caso de una señorita que había estado sometida a minuciosos exámenes y a largo tratamientos sin curarse de unos cólicos muy fuertes. Al día siguiente de una oración por su salud, se hizo tomar una nueva radiografía ordenada por el especialista y éste al estudiarla descubrió inmediatamente la causa de la dolencia y dijo que nunca había visto una radiografía tan bien tomada. Casualidad dirán algunos. Respuesta amorosa del Señor decimos quienes creemos en su amor y en su Providencia adorable y paternal.
Parecido resultado de la oración es a veces el que un paciente ha rechazado una intervención quirúrgica por miedo y con distintas excusas, reciba el valor necesario para someterse a ella y ésta tenga pleno éxito.
4- Discernir que en algún caso lo prioritario es una sanación interior, no corporal
Puesto que más del 80% de las enfermedades son psicosomáticas, hay que buscar ante todo, la sanación interior de la causa que origina la dolencia corporal. Para conocer esto en casos especiales se necesita más claridad y ésta es el fruto de la oración.
En el ejercicio de este Ministerio aparece a cada paso la acción maravillosa del Espíritu de verdad que conduce sabiamente a quienes confían sobre todo en su luz y en su amor.
Con el carisma del discernimiento se consigue en determinados momentos la claridad que, de manera distinta, no habría aparecido.
Sobra advertir que en estos casos habrá que orar primero por la sanación interior y dejar la física para el segundo lugar.
También aparecerá a veces que hay en el enfermo resentimientos profundos y falta de perdón y que a causa de esto no es escuchada su oración por la curación. Con esta visión se procede entonces a pedir al Señor su amor para con él poder perdonar y suprimir así el obstáculo.
5- Liberación de un hábito nocivo
Muchas enfermedades pulmonares, gástricas, bronquiales, etc,,, son el resultado del exceso en el uso del cigarrillo, el alcohol, la droga, etc...
Las personas son prisioneras de esos hábitos y se sienten incapaces de dejarlos. Será inútil orar por la sanación de tales enfermedades mientras subsista la causa de ellas.
La oración en estos casos tiene que buscar, ante todo, la liberación de esa adicción o de ese hábito. Y se consigue cuando se ora con fe y perseverancia y cuando el enfermo añade a la oración humilde el deseo sincero de corregirse y toma para ello las medidas que estén a su alcance. Quizás no nos hemos detenido a reflexionar sobre la necesidad y sobre las posibilidades de esta clase de oración.
Quienes tienen experiencia en esta clase de oración pueden aportar experiencias admirables. Lo que sucede es que frente a nuestra voluntad débil e inconstante tenemos el poder del Espíritu, pero contamos muy poco con él. Su acción quiere llegar a todas las áreas de nuestra persona y una de las más importantes es la de nuestra voluntad tan debilitada por el pecado y por los malos hábitos. Aprendamos a iniciar muchas de nuestras oraciones con el lenguaje de la Iglesia: "Señor, fuerza de los que en ti esperan...".
6- Visión para organizar mejor la vida y tener así mejor salud
La causa de malestares y aún enfermedades en muchos es la falta de organización y orden en el desenvolvimiento de sus ocupaciones y de la debida distribución del tiempo. Aún muchos apóstoles sucumben pronto agobiados por el trabajo debido a esta circunstancia.
Hay personas que se encuentran en situaciones más difíciles y que exigen de ellas un trabajo agobiador. Otras se entregan sin necesidad a un activismo exagerado, expresión a veces de situaciones psicológicas anormales. Unos creen falsamente que a Dios le agrada únicamente el trabajo y que el descanso es, al menos, imperfecto.
Otros son incapaces de decir no y se entregan al servicio hasta quedar extenuados e incapacitados durante un tiempo para continuar ayudando a los demás con su ministerio. No pocos creen que tienen que llevar sobre sus hombros todo el peso de la humanidad y pronto caen sin fuerzas.
La oración, la docilidad al Espíritu que muchas veces nos habla a través de personas y de acontecimientos, pueden darnos la luz oportuna para distribuir mejor el tiempo, para actuar de esta o de aquella manera y para proceder en cada circunstancia como el Señor quiere que lo hagamos.
Somos seres racionales y el Señor quiere que obremos como tales. Él nos da su luz para ver con claridad: si se la pedimos con humildad y con confianza de hijos.
7- Solución de un problema que influye en nuestra salud
Las preocupaciones y los problemas cuando son graves y persistentes nos ponen tensos y terminan por afectar nuestra salud. Mientras no encontremos la solución adecuada o mientras no obtengamos la paz y la fuerza del Señor para llevar la cruz con tranquilidad, no sanaremos físicamente, sino que el mal crecerá.
La oración consigue esta gracia y nos sana indirectamente. Aprendemos cuando oramos a "lanzar nuestras preocupaciones en el Corazón amorosísimo del Señor y Él nos reconforta". Entendemos entonces el valor de la palabra de Dios cuando nos dice:
"Encomienda tu camino al Señor, confía en Él y Él actuará" (Salmo 36).
"Confiad al Señor todas vuestras preocupaciones, pues Él cuida de vosotros" (1 Pe 5,7)
"Por eso os digo: no andéis preocupados por vuestra vida" (Mt 6,25).
Cuando la oración por sanación consiga la paz, la confianza en el Señor y la seguridad en su amor, entonces vendrá la recuperación corporal como resultado necesario.
En los Grupos de Oración encuentran muchos la solución de diversos problemas que los tienen agobiados y enfermos, pues la oración unánime de varios tiene una fuerza especial delante del Señor y consigue más de lo que creemos.
8- Mejoría progresiva
En muchos casos, principalmente cuando se trata de enfermedades graves o crónicas, el fruto de la oración no es la curación total e inmediata, sino el comienzo de una recuperación que avanzará en la medida en que perseveremos en la oración. Esta mejoría, más o menos apreciable, es la primera respuesta del señor y encierra una invitación a perseverar en la oración.
La paciencia y la fidelidad en la oración son necesarios en este ministerio de curación. Quienes deseen conseguir efectos inmediatos y extraordinarios sufrirán muy pronto una gran decepción.
Debemos creer en el amor y en el poder del Señor, pero también en su sabiduría que conoce qué es lo que más conviene a su gloria y a la persona por quien oramos. Él es el señor y nosotros somos sus siervos.
Entre las causas que explican el lento proceso de la curación que aparece frecuentemente está nuestra debilidad y limitación como instrumentos del Señor. Esto debemos admitirlo con humildad, pero sin angustia. Podemos estrechar nuestra unión con Jesús y recibir más poder de su Espíritu, así nuestro ministerio tendrá más eficacia.
9- Curación inmediata y total
En este ministerio de sanación encontramos casos verdaderamente admirables y aún extraordinarios. El Señor obra a veces a través de nosotros de una manera especial, sea por la gran fe del enfermo, sea por la mucha oración que se ha efectuado, o porque en un caso particular quiere demostrar de manera más patente su amor y su poder infinitos.
Cuando empezamos a orar por un enfermo, nunca sabemos qué le acontecerá. Este ministerio está lleno de misterios y también de sorpresas. Estamos viendo cómo actualmente aparecen curaciones inmediatas de graves enfermedades como cáncer, leucemia, soplos cardíacos, asmas, etc...
Esto aparece muy claro para quien tiene fe en el poder y en el amor del Señor y está convencido de que Él es el Amo de la vida y de la muerte y que "se le ha dado todo el poder en el cielo y en la tierra" (Mt 28, 18)
Al orar por los enfermos entreguémonos con humildad y confianza a la acción del Espíritu y dejemos que Él actúe en cada caso como quiera. A nosotros nos corresponde solamente orar. El resultado depende del Señor. Suyo es el Reino, suyo el poder y la gloria.
10- Fortalecimiento mental y físico
Fruto también del ministerio de oración por sanación es recibir más salud mental y corporal, lo mismo que la conservación de la misma. En la oración que recita el sacerdote antes de comulgar pide que el cuerpo y la sangre de Cristo que va a recibir le sirvan de "defensa para el alma y el cuerpo" y se conviertan en remedio de salvación.
Agnes Sanford, en su libro Healing Light, aconseja que nos pongamos en oración y le pidamos al Señor que su vida recorra cada parte de nuestro organismo, la reanime, la fortalezca y la sane si está enferma. Esta súplica estará acompañada de una visualización de la acción del Señor en cada parte del cuerpo y de una profunda acción de gracias por el amor infinito que nos tiene.
Nuestra oración tiene que pedir, antes de todo, la santificación y el crecimiento espiritual, pero debe incluir también nuestra fortaleza y salud corporales que constituyen también un gran bien y deben ser tenidas en alta estima.
11- Apresurar el descanso de la muerte
Más de una vez al orar por un enfermo que está penando mucho, el resultado es que éste muere pronto y con gran paz. ¿No es éste un fruto maravilloso del ministerio de sanación? ¿No constituye un gran beneficio para quienes tienen que asistirlo?
Nunca sabemos cuál va a ser la respuesta del Señor a nuestra oración. De lo que sí estamos seguros es de que la única oración que se pierde es la que no se hace.
Tuesday, February 7, 2012
Ser cristiano es ir contracorriente
por Javier Sánchez Martínez
Lo queramos o no, el cristianismo nos pone en una tesitura irrenunciable: vamos contracorriente.
Lo normal (y es buen síntoma) es que nos miren de forma extraña porque ni somos del mundo ni podemos vivir, pensar y actuar como el mundo. Dicho al revés, si nuestra vida no es provocativa, ¿no será que el cristianismo en nosotros puede ser algo superpuesto que nos lo quitamos según interese? ¿No será porque nos habremos acomodado al mundo? Entonces para unas pocas cosas somos cristianos, y para otras muchas vivimos y opinamos como lo hace todo el mundo.
Pero tengamos claro que ser cristiano es ir contracorriente, y que todo el mundo no nos va ni a entender ni a apoyar, sino por el contrario, se nos intentará ridiculizar o reducir al silencio; se nos pondrán etiquetas ("muy antiguo", "muy recto"...) mientras el mundo que así nos califica gira y gira a velocidad de vértigo devorándolo todo.
El cristiano va contracorriente: su forma de vivir la relación con el dinero no es la de la ambición y aprovecharse de todos, sino que relativiza el dinero; la forma de vivir la sexualidad no es la de la pasión instintiva, la contracepción y el aborto (o la píldora RU-486), sino la santidad del matrimonio y la sexualidad; su forma de divertirse no es la del "botellón", el fin de semana de locura...; su forma de trabajar profesionalmente no es sólo buscar el sueldo y cumplir de forma mediocre, sino la de santificarse en el trabajo aunque los compañeros no lo hagan... ¡Es casi todo al revés! Es ir contracorriente. porque busca y vive según lo verdadero, lo bueno, lo bello y no puede conformarse con menos.
"¿También vosotros queréis marcharos?". Esta inquietante provocación resuena en el corazón y espera de cada uno una respuesta personal. Jesús, de hecho, no se contenta con una pertenencia superficial y formal, no le basta una primera adhesión entusiasta; es necesario, por el contrario, participar durante toda la vida en "su pensar y querer". Seguirle llena el corazón de alegría y san sentido pleno a nuestra existencia, pero comporta dificultades y renuncias, pues con mucha frecuencia hay que ir contra la corriente (Benedicto XVI, Ángelus, 23-agosto-2009).
La fe católica, la adhesión cordial a Cristo, hace nacer en todos un nuevo estilo de vida, una mentalidad nueva, y una afectividad nueva, libre, madura: si hay que nada contra la corriente, no nos faltará la fuerza del Espíritu Santo.
Pero ¡qué peligroso es hoy día el pensar como el mundo! Da tristeza profunda ver a católicos que comulgan el domingo pero luego viven como el mundo: ven el aborto como una ayuda a la mujer y a su promoción, aceptan la eutanasia por misericordia sentimental al enfermo, viven para el dinero, para tener..., aceptan el divorcio como lo más normal del mundo, el uso de la sexualidad es desenfrenado, porque es lo que ven en el mundo... y la fe la dejan en el rincón del sentimiento para los domingos.
Sunday, February 5, 2012
Un mártir cada cinco minutos, los últimos datos de la persecución contra los cristianos en el mundo
Así lo señala el representante de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) para la lucha contra la intolerancia y la discriminación contra los cristianos.
Actualizado 4 febrero 2012
Jesús Colina/Alfa y Omega
El experto en sectas Massimo Introvigne da cifras escalofriantes de mártires cristianos en el mundo
Homenaje a las víctimas del comunismo camboyano, en Roma con los otros mártires del siglo XX
Asesinaron a su familia a machetazos en Ruanda; ahora da charlas sobre cómo perdonar
La comunista Corea del Norte es el país donde más se persigue a los cristianos
El sociólogo Massimo Introvigne, representante de la OSCE para la lucha contra la intolerancia y la discriminación contra los cristianos, afirma que, «cada cinco minutos, un cristiano muere asesinado por su fe». Presentó estos datos por primera vez a la comunidad internacional a inicios de junio, al intervenir en la Conferencia sobre diálogo interreligioso entre cristianos, judíos y musulmanes, que se celebró en Budapest, organizada por la entonces Presidencia húngara de la UE. A esa denuncia, según la cual cada año son asesinados por su fe 105 mil cristianos en el mundo, le siguió una oleada de críticas e incluso comentarios irónicos, en particular por parte de la Unión de ateos y Agnósticos Racionalistas, una asociación de origen italiano, por considerar que esos números son una exageración.
Como respuesta a estas reacciones, en ocasiones mordaces, Introvigne reconoce: «De estas posiciones podemos sacar una lección: se infravalora hasta tal punto el problema de los cristianos perseguidos que, cuando se citan las cifras, parecen a primera vista increíbles». Es verdad, por ejemplo, que en las últimas semanas los medios han recogido los sangrientos ataques contra cristianos de Nigeria a manos de la secta fundamentalista islámica Boko Haram. Algunos medios occidentales -pocos- informan sobre las condenas a muerte por apostasía o blasfemia en Irán o Pakistán, o los ataques contra iglesias en Indonesia. Pero, otras muchas situaciones endémicas de persecución, quizá precisamente por ser endémicas, pasan desapercibidas, como es el caso de naciones de Oriente Medio, o de China, Vietnam o la India.
Las estadísticas de los mártires
¿De dónde surge, por tanto, el cálculo citado por el representante de la OSCE? Introvigne se basa, ante todo, en los trabajos del primer centro mundial de estadística religiosa, el estadounidense Center for Study of Global Christianity, que dirige David B. Barrett, fallecido en agosto pasado, que publicó periódicamente la famosa World Christian Encyclopedia y el Atlas of Global Christianity. Los estudios de Barrett son los más citados en la materia por el mundo académico.
En 2001, Barret y su colaborador, Todd M. Johnson, comenzaron a recoger, además, estadísticas sobre los mártires cristianos. En su obra World Christian Trends AD 30-AD 2200, trataron de calcular el número total de mártires cristianos -así como de las otras religiones— en los dos primeros milenios del cristianismo, hasta el año 2000. Como base para su trabajo, escogieron esta definición de mártires cristianos: «Creyentes en Cristo que han perdido la vida prematuramente, en la situación de testigos, como resultado de la hostilidad humana». Explicaron que perder la propia vida en la situación de testigos no implica juicio alguno sobre la santidad personal del mártir, sino que significa sencillamente que ha sido asesinado por ser cristiano, no como víctima de una guerra o de un genocidio de motivaciones políticas o étnicas, no religiosas.
El volumen de 2001 revelaba que estos mártires cristianos, en los primeros dos milenios, habían sido unos 70 millones, de los cuales, 45 millones perdieron la vida en el siglo XX. Las discusiones que surgieron en estos diez años, tras la publicación del libro, han servido para confirmar el carácter riguroso del estudio. Desde entonces, Barrett y Johnson actualizaron todos los años sus cálculos, sin modificar los criterios ni la definición. En la primera década del siglo XXI, el número de los mártires cristianos fue creciendo hasta alcanzar a mediados de siglo la alarmante cifra de 160 mil nuevos mártires al año.
En 2010, como explicaron en el artículo Cristianismo 2011: mártires y resurgimiento de la religión, publicado, en enero de 2011, en la revista International Bulletin of Missionary Research, el número de mártires disminuyó respecto a la mitad del decenio precedente, en particular porque «la persecución de los cristianos en el Sur de Sudán se mitigó tras los acuerdos de paz de 2005». Sin embargo, permanecían o se hicieron más agudos otros focos de martirio, en particular en la República Democrática del Congo y en Corea del Norte. A causa de estos factores, Barrett y Johnson calcularon que, en el año 2011, morirían unos 100 mil mártires.
El representante de la OSCE ha comparado estos estudios con los resultados del libro The Price of Freedom Denied, de los sociólogos estadounidenses Brian J. Grim y Roger Finke, quienes aplican la teoría sociológica de la economía religiosa a las persecuciones religiosas y sus consecuencias sociales. Según Grim y Finke, el número de los mártires cristianos podría ser superior, entre 130 y 170 mil al año.
Esconder los números para esconder la matanza
Massimo Introvigne, en el estudio que citó en la Conferencia de Budapest, ofreció las cifras más prudentes de Barret y Johnson, unos 105 mil mártires en 2011, número muy inferior al propuesto por Grim y Finke. Esto significa que, al día, mueren por su fe entre 287 y 288 cristianos, doce por hora, es decir, uno cada cinco minutos. El representante de la OSCE aclara: «Si no se gritan al mundo estas cifras de las persecuciones de los cristianos, si no se detiene la matanza, si no se reconoce que la persecución de los cristianos es la primera emergencia mundial en materia de violencia y discriminación religiosa, el diálogo entre las religiones y las culturas sólo producirá hermosos congresos, sin resultados. Quien esconde los números quizá, simplemente, busca no hacer nada para detener la matanza».
Actualizado 4 febrero 2012
Jesús Colina/Alfa y Omega
El experto en sectas Massimo Introvigne da cifras escalofriantes de mártires cristianos en el mundo
Homenaje a las víctimas del comunismo camboyano, en Roma con los otros mártires del siglo XX
Asesinaron a su familia a machetazos en Ruanda; ahora da charlas sobre cómo perdonar
La comunista Corea del Norte es el país donde más se persigue a los cristianos
El sociólogo Massimo Introvigne, representante de la OSCE para la lucha contra la intolerancia y la discriminación contra los cristianos, afirma que, «cada cinco minutos, un cristiano muere asesinado por su fe». Presentó estos datos por primera vez a la comunidad internacional a inicios de junio, al intervenir en la Conferencia sobre diálogo interreligioso entre cristianos, judíos y musulmanes, que se celebró en Budapest, organizada por la entonces Presidencia húngara de la UE. A esa denuncia, según la cual cada año son asesinados por su fe 105 mil cristianos en el mundo, le siguió una oleada de críticas e incluso comentarios irónicos, en particular por parte de la Unión de ateos y Agnósticos Racionalistas, una asociación de origen italiano, por considerar que esos números son una exageración.
Como respuesta a estas reacciones, en ocasiones mordaces, Introvigne reconoce: «De estas posiciones podemos sacar una lección: se infravalora hasta tal punto el problema de los cristianos perseguidos que, cuando se citan las cifras, parecen a primera vista increíbles». Es verdad, por ejemplo, que en las últimas semanas los medios han recogido los sangrientos ataques contra cristianos de Nigeria a manos de la secta fundamentalista islámica Boko Haram. Algunos medios occidentales -pocos- informan sobre las condenas a muerte por apostasía o blasfemia en Irán o Pakistán, o los ataques contra iglesias en Indonesia. Pero, otras muchas situaciones endémicas de persecución, quizá precisamente por ser endémicas, pasan desapercibidas, como es el caso de naciones de Oriente Medio, o de China, Vietnam o la India.
Las estadísticas de los mártires
¿De dónde surge, por tanto, el cálculo citado por el representante de la OSCE? Introvigne se basa, ante todo, en los trabajos del primer centro mundial de estadística religiosa, el estadounidense Center for Study of Global Christianity, que dirige David B. Barrett, fallecido en agosto pasado, que publicó periódicamente la famosa World Christian Encyclopedia y el Atlas of Global Christianity. Los estudios de Barrett son los más citados en la materia por el mundo académico.
En 2001, Barret y su colaborador, Todd M. Johnson, comenzaron a recoger, además, estadísticas sobre los mártires cristianos. En su obra World Christian Trends AD 30-AD 2200, trataron de calcular el número total de mártires cristianos -así como de las otras religiones— en los dos primeros milenios del cristianismo, hasta el año 2000. Como base para su trabajo, escogieron esta definición de mártires cristianos: «Creyentes en Cristo que han perdido la vida prematuramente, en la situación de testigos, como resultado de la hostilidad humana». Explicaron que perder la propia vida en la situación de testigos no implica juicio alguno sobre la santidad personal del mártir, sino que significa sencillamente que ha sido asesinado por ser cristiano, no como víctima de una guerra o de un genocidio de motivaciones políticas o étnicas, no religiosas.
El volumen de 2001 revelaba que estos mártires cristianos, en los primeros dos milenios, habían sido unos 70 millones, de los cuales, 45 millones perdieron la vida en el siglo XX. Las discusiones que surgieron en estos diez años, tras la publicación del libro, han servido para confirmar el carácter riguroso del estudio. Desde entonces, Barrett y Johnson actualizaron todos los años sus cálculos, sin modificar los criterios ni la definición. En la primera década del siglo XXI, el número de los mártires cristianos fue creciendo hasta alcanzar a mediados de siglo la alarmante cifra de 160 mil nuevos mártires al año.
En 2010, como explicaron en el artículo Cristianismo 2011: mártires y resurgimiento de la religión, publicado, en enero de 2011, en la revista International Bulletin of Missionary Research, el número de mártires disminuyó respecto a la mitad del decenio precedente, en particular porque «la persecución de los cristianos en el Sur de Sudán se mitigó tras los acuerdos de paz de 2005». Sin embargo, permanecían o se hicieron más agudos otros focos de martirio, en particular en la República Democrática del Congo y en Corea del Norte. A causa de estos factores, Barrett y Johnson calcularon que, en el año 2011, morirían unos 100 mil mártires.
El representante de la OSCE ha comparado estos estudios con los resultados del libro The Price of Freedom Denied, de los sociólogos estadounidenses Brian J. Grim y Roger Finke, quienes aplican la teoría sociológica de la economía religiosa a las persecuciones religiosas y sus consecuencias sociales. Según Grim y Finke, el número de los mártires cristianos podría ser superior, entre 130 y 170 mil al año.
Esconder los números para esconder la matanza
Massimo Introvigne, en el estudio que citó en la Conferencia de Budapest, ofreció las cifras más prudentes de Barret y Johnson, unos 105 mil mártires en 2011, número muy inferior al propuesto por Grim y Finke. Esto significa que, al día, mueren por su fe entre 287 y 288 cristianos, doce por hora, es decir, uno cada cinco minutos. El representante de la OSCE aclara: «Si no se gritan al mundo estas cifras de las persecuciones de los cristianos, si no se detiene la matanza, si no se reconoce que la persecución de los cristianos es la primera emergencia mundial en materia de violencia y discriminación religiosa, el diálogo entre las religiones y las culturas sólo producirá hermosos congresos, sin resultados. Quien esconde los números quizá, simplemente, busca no hacer nada para detener la matanza».
Thursday, February 2, 2012
El Papa: «Cuando el ser humano llega a su verdadera altura, se vuelve divino»
Audiencia General
El Papa: «Cuando el ser humano llega a su verdadera altura, se vuelve divino»
Catequesis de Benedicto XVI sobre la oración de Jesús en Getsemaní.
Actualizado 2 febrero 2012
La audiencia general de este miércoles tuvo lugar a las 10,30 en el Aula Pablo VI, donde Benedicto XVI se encontró con grupos de fieles y peregrinos de Italia y de diversas partes del mundo. En su discurso en lengua italiana, el papa centró su meditación en la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní.
En la audiencia de este miércoles, Benedicto XVI continuó el ciclo de catequesis dedicadas a la oración, centrándose enla oración de Jesús en Getsemaní.
“El escenario de la narración evangélica de esta oración es particularmente significativo”, dijo el papa añadiendo que “el camino a Getsemaní está lleno de expresiones de Jesús que hacen sentir próximo su destino de muerte y anuncian la inminente dispersión de los discípulos”.
La novedad de este momento de Jesús, que normalmente buscaba la soledad para orar, es que, subrayó el Santo Padre, “no quiere estar solo”. Esta cercanía de los tres discípulos durante la oración en Getsemaní “es significativa”. “Se trata de un acercamiento especial, una petición de solidaridad en el momento en que siente aproximarse la muerte, pero es sobre todo una cercanía en la oración, para expresar, de alguna manera, la sintonía con Él, en el momento en que está a punto de cumplirse totalmente la voluntad del Padre, y es una invitación a cada discípulo a seguirlo en el camino de la cruz”, dijo Benedicto XVI.
“Queridos amigos –exhortó el papa--, también nosotros, en la oración debemos ser capaces de llevar ante Dios nuestras fatigas, el sufrimiento de ciertas situaciones, de ciertas jornadas, el compromiso cotidiano de seguirlo, de ser cristianos, y también el peso del mal que vemos en y alrededor de nosotros, porque Él nos da esperanza, nos hace sentir su cercanía, nos da un poco de luz en el camino de la vida”.
Se detuvo luego el pontífice a comentar la actitud filial de Jesús ante el Padre con la expresión “¡Abbà!”. Y subrayó como decisiva la tercera expresión de la oración de Jesús en esa noche. Aquella “en la que la voluntad humana se adhiere completamente a la voluntad divina”. “Así, Jesús nos dice que sólo en el conformar su propia voluntad a la voluntad divina, el ser humano llega a su verdadera altura, se vuelve ´divino´; sólo saliendo de sí, sólo en el ´sí´ a Dios, se cumple el deseo de Adán, de todos nosotros, el ser completamente libres”, explicó.
Se detuvo luego el papa en el versículo del Padre Nuestro en el que se pide al Señor: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo". “Reconocemos, por ello --afirmó--, que hay una voluntad de Dios con nosotros y para nosotros, una voluntad de Dios en nuestras vidas, que debe convertirse cada día más en la referencia de nuestro querer y de nuestro ser”.
Y concluyó Benedicto XVI exhortando a los presentes a pedir “al Señor ser capaces de velar con Él en la oración, de seguir la voluntad de Dios cada día, incluso si habla de Cruz, de vivir en intimidad cada vez mayor con el Señor, para traer a esta ´tierra´, un poco del ´cielo´ de Dios”.
Síntesis
Tras sus palabras en italiano, Benedicto XVI hizo una pequeña síntesis de su intervención en varias lenguas.
En español, dijo: “Deseo hablar hoy sobre la oración de Jesús en Getsemaní, en la que acompañado por tres de sus discípulos y sintiendo la proximidad de su muerte, ora íntimamente al Padre.
Jesús a través de gestos y palabras, llevando a plenitud el designio de amor, asume sobre si todas las penas de la humanidad, las preguntas y las suplicas de la historia de la Salvación. Pone de manifiesto su total obediencia, abandono y confianza en el Padre. Si bien experimenta la angustia y el miedo ante la muerte, así como la turbación por el mal que debe cargar sobre sí, se abandona totalmente y las presenta al Padre que las acoge y lo escucha resucitándolo de entre los muertos”.
“Aprendamos también nosotros --añadió- en la oración a poner ante Dios las fatigas y los sufrimientos, los esfuerzos de cada día para seguirlo. Supliquémosle que nos haga sentir su cercanía y nos done su luz. Confiemos en su Providencia divina para conformar así su voluntad a la nuestra, repitiendo cada día el ´si´ de Jesús, el ´si´ de María”.
Y concluyó saludando “cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Chile, Argentina, México y otros países latinoamericanos”.
“Queridos amigos –les dijo- pidamos al Señor que seamos capaces de vigilar con Él en oración, de cumplir su voluntad cada día aunque comporte sacrificio. Que estemos dispuestos a vivir una intimidad cada vez más grande con Él. Muchas gracias”.
El Papa: «Cuando el ser humano llega a su verdadera altura, se vuelve divino»
Catequesis de Benedicto XVI sobre la oración de Jesús en Getsemaní.
Actualizado 2 febrero 2012
La audiencia general de este miércoles tuvo lugar a las 10,30 en el Aula Pablo VI, donde Benedicto XVI se encontró con grupos de fieles y peregrinos de Italia y de diversas partes del mundo. En su discurso en lengua italiana, el papa centró su meditación en la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní.
En la audiencia de este miércoles, Benedicto XVI continuó el ciclo de catequesis dedicadas a la oración, centrándose enla oración de Jesús en Getsemaní.
“El escenario de la narración evangélica de esta oración es particularmente significativo”, dijo el papa añadiendo que “el camino a Getsemaní está lleno de expresiones de Jesús que hacen sentir próximo su destino de muerte y anuncian la inminente dispersión de los discípulos”.
La novedad de este momento de Jesús, que normalmente buscaba la soledad para orar, es que, subrayó el Santo Padre, “no quiere estar solo”. Esta cercanía de los tres discípulos durante la oración en Getsemaní “es significativa”. “Se trata de un acercamiento especial, una petición de solidaridad en el momento en que siente aproximarse la muerte, pero es sobre todo una cercanía en la oración, para expresar, de alguna manera, la sintonía con Él, en el momento en que está a punto de cumplirse totalmente la voluntad del Padre, y es una invitación a cada discípulo a seguirlo en el camino de la cruz”, dijo Benedicto XVI.
“Queridos amigos –exhortó el papa--, también nosotros, en la oración debemos ser capaces de llevar ante Dios nuestras fatigas, el sufrimiento de ciertas situaciones, de ciertas jornadas, el compromiso cotidiano de seguirlo, de ser cristianos, y también el peso del mal que vemos en y alrededor de nosotros, porque Él nos da esperanza, nos hace sentir su cercanía, nos da un poco de luz en el camino de la vida”.
Se detuvo luego el pontífice a comentar la actitud filial de Jesús ante el Padre con la expresión “¡Abbà!”. Y subrayó como decisiva la tercera expresión de la oración de Jesús en esa noche. Aquella “en la que la voluntad humana se adhiere completamente a la voluntad divina”. “Así, Jesús nos dice que sólo en el conformar su propia voluntad a la voluntad divina, el ser humano llega a su verdadera altura, se vuelve ´divino´; sólo saliendo de sí, sólo en el ´sí´ a Dios, se cumple el deseo de Adán, de todos nosotros, el ser completamente libres”, explicó.
Se detuvo luego el papa en el versículo del Padre Nuestro en el que se pide al Señor: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo". “Reconocemos, por ello --afirmó--, que hay una voluntad de Dios con nosotros y para nosotros, una voluntad de Dios en nuestras vidas, que debe convertirse cada día más en la referencia de nuestro querer y de nuestro ser”.
Y concluyó Benedicto XVI exhortando a los presentes a pedir “al Señor ser capaces de velar con Él en la oración, de seguir la voluntad de Dios cada día, incluso si habla de Cruz, de vivir en intimidad cada vez mayor con el Señor, para traer a esta ´tierra´, un poco del ´cielo´ de Dios”.
Síntesis
Tras sus palabras en italiano, Benedicto XVI hizo una pequeña síntesis de su intervención en varias lenguas.
En español, dijo: “Deseo hablar hoy sobre la oración de Jesús en Getsemaní, en la que acompañado por tres de sus discípulos y sintiendo la proximidad de su muerte, ora íntimamente al Padre.
Jesús a través de gestos y palabras, llevando a plenitud el designio de amor, asume sobre si todas las penas de la humanidad, las preguntas y las suplicas de la historia de la Salvación. Pone de manifiesto su total obediencia, abandono y confianza en el Padre. Si bien experimenta la angustia y el miedo ante la muerte, así como la turbación por el mal que debe cargar sobre sí, se abandona totalmente y las presenta al Padre que las acoge y lo escucha resucitándolo de entre los muertos”.
“Aprendamos también nosotros --añadió- en la oración a poner ante Dios las fatigas y los sufrimientos, los esfuerzos de cada día para seguirlo. Supliquémosle que nos haga sentir su cercanía y nos done su luz. Confiemos en su Providencia divina para conformar así su voluntad a la nuestra, repitiendo cada día el ´si´ de Jesús, el ´si´ de María”.
Y concluyó saludando “cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Chile, Argentina, México y otros países latinoamericanos”.
“Queridos amigos –les dijo- pidamos al Señor que seamos capaces de vigilar con Él en oración, de cumplir su voluntad cada día aunque comporte sacrificio. Que estemos dispuestos a vivir una intimidad cada vez más grande con Él. Muchas gracias”.
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